Sermones de la santísima trinidad
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1988 - Ciclo B

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28,16-20
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

SERMÓN

Ya es algo común hablar de la “dignidad de la persona”. En cuanto alegato más o menos político se toca lo de los ‘derechos humanos', éstos terminan por aliarse o fundamentarse en la dignidad de la persona.

La expresión compuesta ‘dignidad de la persona' proviene de Kant y, en su uso actual, en el ámbito cristiano, fue popularizada por Renouvier , Mounier , Maritain y otros fautores del ‘personalismo' cristiano. Pero el término mismo, ‘persona' es un hallazgo de la teología católica. No existía en la filosofía pagana.

Es verdad que ya la palabra existía, pero tanto en griego –‘ prosopon' - como en latín –‘ persona' - servía para designar la máscara que, en el teatro antiguo, utilizaban los actores para caracterizarse cuando entraban en escena.

Justamente, como esta máscara servía para identificar de lejos a los protagonistas –papeles que, en el antiguo teatro, representaban a figuras heroicas o divinas mucho más importante que el actor que las interpretaba- hablar de ‘persona' terminó por designar de ‘alguien' de cierta importancia –un ‘personaje' diríamos nosotros-.

De allí que, cuando los teólogos cristianos de los primeros siglos, buscaron un término nuevo para designar ‘aquello' que en Cristo es uno, siendo dos ‘naturalezas', la divina y la humana, y a ‘aquellos' que en Dios, siendo una sola ‘naturaleza', un solo Dios, son ‘tres', comenzaron a utilizar este término de ‘persona'. “ Jesús es una solo ‘persona', dos ‘naturalezas' ”, decimos. Y, por otro lado, “ Dios es una sola ‘naturaleza', tres ‘personas.'

Definir, sin embargo, el significado preciso del vocablo ‘persona' no fue tan fácil. No lo es tampoco hoy. Tanto es así, por ejemplo, que muchos discuten el que un embrión humano, antes de nacer o aún antes de alcanzar el uso de razón, sea persona. O, del otro lado, hay quienes defienden los derechos de los animales, en el fondo, como si fueran personas.

Así pues, pongámonos de acuerdo. ¿Qué significa ser persona?

Antes que nada, vean, la persona es ‘un algo', una cosa individual. No un color, una medida, una cualidad. Esas son realidades ‘adjetivas' -no ‘sujetos'-, que ‘advienen', que ‘sobrevienen', que ‘acceden' o ‘suceden' a las cosas, por eso a esos adjetivos que modifican de alguna manera exteriormente al sujeto los antiguos los llamaban ‘accidentes'.

No: para ser ‘persona' es necesario, antes que nada, se un ‘algo', un ‘sujeto'. Y, más aún, un algo estructurado de manera más o menos permanente. Como se dice en lenguaje filosófico -no químico- es necesario para que algo sea una persona que sea, antes que nada, una ‘substancia', o, utilizando otro término filosófico, una ‘subsistencia'.

‘Sub-stancia' es, precisamente, lo que está debajo, ‘sub' ‘estando' - sub-stancia y estancia son términos de la misma familia-, sosteniendo los cambios que suceden en la ‘exterioridad' o ‘superficie' del ser, es decir, a los ‘accidentes'. La mujer que entró en la peluquería morocha y salió rubia es la misma. Cambió su ‘accidente' color; su ‘substancia', en cambio, es la misma. ¡A veces lamentablemente! “ El hábito (que es otro accidente) no hace al monje ”, decimos.

Y esto de sostener o ser ‘el mismo' es una particularidad fundamental de las substancias.

Veamos un ejemplo. Supongamos que, a mi Citroën, hace un mes le cambié el motor, hoy un guardabarros, mañana los asientos, luego el chasis y, poco a poco, dando de comer a autopartistas, en el transcurso de varios meses o años, concluyo por no tener ni una de las piezas primitivas del auto. ¿Será, entonces, el mismo Citroën? Legalmente sí, porque tendrá la misma patente. Pero ¿‘es' el mismo? Puede discutirse. Aristóteles diría que es solo un artificio sin substancialidad propia, con una unidad artificial, y por lo tanto solo por el cariño del propietario podría decirse que es el mismo auto. Y gracias al mecánico y a la plata que me da mi hermano Hernán, cuando le llueve en el campo y no lo devoran a impuestos.

Las verdaderas ‘substancias', en filosofía, son las capaces de reconstruirse a si mismas, no mediante la intervención externa de un taller, sino desde adentro. Tiene un centro interno de autounificación. Así, cualquier ser vivo es precisamente un ‘algo' que, en continuo intercambio de piezas con el ambiente –proteínas, oxígeno, agua, hidratos de carbono- mantiene, claramente, desde dentro. su individualidad.

Y aquí, estrictamente, las piezas no interesan demasiado para ella, la individualidad. Es sabido que, en el hombre, ningún átomo permanece formando parte de su cuerpo más de cinco años. Tampoco una planta o un perro de siete años tiene un solo átomo de los que tenía cuando a los dos años ¿Qué es lo que, a pesar de haber cambiado todas ‘las piezas', me permite decir que es ‘la misma planta', ‘el mismo animal' o ‘el mismo hombre'? ¿Qué es, pues, lo que lo transforma en ‘substancia' única y una?

Es aquello que unifica, ‘estructura', en células, en órganos, en el ‘todo substancial' toda esa masa de átomos que entran y salen continuamente de los seres vivos a través de la alimentación, la respiración, la ósmosis, la transpiración, las excreciones. Todos los seres vivos son un flujo continuo de materia mantenidos en su individualidad por una ‘estructura', un ‘plan', un ‘esquema' arquitectónico, un ‘organigrama'.

Pues bien: a ese aquello, ese organigrama, capa de mantener la unidad de ese flujo se le llama ‘forma substancial'. En los seres vivos, ‘ alma' .

¡Ojo! La filosofía y la teología cristiana usan un término, ‘alma', más antiguo y ajeno al cristianismo, que, en religiones, mitos e ideologías anteriores o actuales pero no católicas, de otro tipo de pensamiento muy difundido aún entre cristianos ignorantes, no tiene el mismo significado. Para estas concepciones el alma es algo ‘añadido', ‘otra cosa' que el cuerpo; una especie de ‘nubecita' capaz de transmigrar de un cuerpo a otro y que cuanto mucho lo habita y lo maneja con dificultad. Así piensan los teósofos o los espiritistas o algunos dualismos orientales. Para el cristiano el alma es, en cambio, la ‘estructura', el ‘organigrama', la ‘forma substancial' de un organismo vivo; y existe solo dando el ser y estructurando a este organismo (1).

Estamos pues de acuerdo en que la unidad de un organismo, su individualidad, es mayor que la de una roca o la de un artificio que no son sino un ‘agregado' de material. Pero esta unidad, singularidad o individualidad del ser orgánico en general no basta todavía para constituir una persona. Porque la unidad de los organismos vivos, es una unidad meramente funcional, mientras no haya en estos un centro de unidad consciente.

De allí que la definición de persona usada tradicionalmente desde Boecio , el autor de la Consolación del la filosofía , teólogo cristiano del siglo VI, es ‘ substancia individual' , sí, pero “ de naturaleza racional ”.


Boecio (480-524)
Boecio escribe en la cárcel su Sobre la consolación de la filosofía. Miniatura de una letra inicial de un códice.

La unidad de mi ser corpóreo a través del tiempo tiene que constituirse sobre un ‘centro consciente de unidad', sobre un ‘yo' que pueda pronunciar sobre ese fuljo de materia en continuo cambio y renovado totalmente cada cinco años “ soy yo mismo ”. En memoria de pasado, en señorío de presente, en proyecto de futuro.

No la difusa ‘autosensación' animalesca, periódica, condicionada, interrumpida, sino la ‘autoposesión' refleja, asumida, que me hace centro absoluto de mis acciones, que me da el sentido de la autopertenencia, de la autorresponsabilidad, de la autofinalidad.

El animal extiende su vivir hacia afuera en la dispersión del tiempo. Solo la substancia racional tiene ‘interior', ‘inmanencia', ‘intimidad', sentido del ‘ser suyo', de ‘ser en sí', ‘por sí' y ‘para sí'. Sentido de unidad y, al mismo tiempo, de unicidad, de ‘ser único', no uno más de la especie. Reemplazable, pero no reeditable.

Y -afirma la teología católica- que es el ser racional porque es un ‘en si', dueño de ´si, propio, el único ser querido por Dios por sí mismo . Todo el resto de los seres y de las substancias, aún de las substancias vivientes, no son queridos ‘por si mismos', sino ‘para el hombre', en función, pues, de los ‘en si mismos' que son las personas.

Así, pues, en lo que hasta ahora conocemos del universo material, los seres humanos son los únicos que tiene una finalidad propia. Los demás consiguen su finalidad última mediante las personas.

Y, para no dar pie a equívocos, conste que no es la conciencia del yo ‘en ejercicio' lo que me hace ser persona, como sostienen algunas filosofías contemporáneas. Si no, no sería persona un hombre dormido o un desmayado. Es el ‘soporte individual racional substancial' el que, aunque jamás produzca actos conscientes, me hace ‘persona'. Así, pues, en principio no podemos negar los derechos de la ‘persona' ni al embrión humano ni a un ser humano en coma profunda. De una manera muy lejanamente analógica mi auto seguirá siendo auto aunque no lo use o no le ponga más nafta -si siguen los aumentos-. Porque una cosa es ‘ser' persona y otra ‘actuar' como persona. De las que así actúan cada vez hay menos, ciertamente.


El Greco (Doménikos Theotokópoulos) 1577

Es claro que si el término ‘persona' nace en el campo de la teología y más precisamente aún en el campo específico de la Teología Trinitaria, será bueno ver qué significa ‘persona' en Dios. Porque, al fin y al cabo, si queremos actuar realmente ‘como' personas –como creados ‘ a imagen y semejanza de Dios '- tenemos que aprender del modelo, del paradigma, del ejemplar supremo: Dios.

Pero fíjense que allí nos encontramos con algo desconcertante. Partiendo de la observación de los seres humanos definíamos a la persona en primer lugar por la individualidad, por el ser ‘en si', por lo ‘propio', por el ‘ser suyo', uno mismo, ‘yo', ‘en mi', ‘por mi', ‘para mi'.

Pero ahora resulta que, en un largo proceso de intelección del dogma, la teología católica ha llegado a concluir que, en Dios, las Personas se definen al revés: por ser ‘por el otro', ‘para el otro', ‘fuera de si mismas', ‘sobre si mismas'. Así dicen los teólogos y el magisterio de la Iglesia desde los antiguos concilios de Toledo: las personas son ‘subsistentes', sí, pero no substancias subsistentes, sino ‘relaciones subsistentes'.

¡Solo relaciones! El Padre no es exactamente un ‘yo', una substancia individual, es la ‘relación de Paternidad', es decir la pura afirmación del ‘Tú' del Hijo. Tampoco el Hijo es un ‘yo', es la ‘relación de Filiación', es decir la afirmación del ‘Tú' del Padre. Y lo mismo el Espíritu Santo: es la ‘relación de suspiro' de amor hacia el Padre y el Hijo.

No hay, pues, allí tres ‘yos', -‘yo', ‘yo', ‘yo'-; hay solo ‘Tus': ‘Vos', ‘Vos', ‘Vos', ‘Vstedes' o, mejor, ‘Nosotros', nunca un yo; aunque para estas sublimes alturas la gramática no ayude demasiado.

Así, ser ‘Persona' en Trinidad es un puro afirmar, amar, ‘al otro'. Nunca afirmarse ‘a si mismos', sino ‘a los demás'. En una entrega tan perfecta de la totalidad de si mismos a los otros que, precisamente por ello, en la Trinidad de las Personas, queda perfectamente salva la unidad del mismo Ser. Del Dios uno y único.

Pero, entonces ¿la definición de persona que hicimos al comienzo, la de Boecio, es falsa? ¿La del “ser propio, en sí, de naturaleza racional, autoconsciente”? No. Al menos en la creatura. Pero aún en nosotros, la ‘substancialidad individual' es solo la primera parte, el punto de partida o la base de lanzamiento, de la ‘personalidad'.

Porque precisamente el ser substancias ‘racionales' no solo nos da la conciencia de nosotros mismos, sino que es lo que nos permite ‘trascendernos', ‘salir' de nosotros mismos, ‘abrirnos' al mundo y a los demás. “ Anima est quodammodo omnia ” decía Aristóteles .

Porque justamente esa ‘racionalidad' que le da el ser inteligente y libre al ser humano es la que le permite -mediante el conocer y el amar- ‘salir' de si mismo y ‘abrirse' desde su yo finito a las riquezas de todo lo que lo rodea. El vegetal, el animal, está cerrado en la precariedad de su límite. El hombre, en cambio, puede salir de su límite, de su definición y crecer, volcarse, en triple apertura y autotrascendencia, al mundo , a ‘ tu' creado y, finalmente, al mismo ‘ Tu' de Dios.

Y es, exactamente, en la medida en que ‘se da' y ‘se abre' y vive ‘para otros tu'', en que se hace un ‘nosotros', cómo enriquece humana y personalmente su existencia. Es en la triste medida en que se cierra o lo cierran a la soledad del ‘ego', del ‘yo', de la ‘mismidad' y de lo ‘propio', cómo empobrece su existencia y fracasa como persona.

Por eso no es lo mismo ser ‘individuo' que ‘persona' (2). Al contrario, cuanto más individual e individualista, menos ‘persona' soy. A pesar de lo que diga el individualismo liberal y su falsa concepción de la sociedad y de los derechos del hombre. Soy ‘persona' en la medida en que me abro al amor comprometido de los demás y me entrego, me ‘religo', con lo que está fuera del mi mismo egoísta: con la familia y los amigos, con la Patria, con Dios.

Diría la filosofía existencial alemana: la persona no se realiza en el ‘ in-sein ', en el ‘ser en', en el ‘in-sistir' en sí mismo, sino en el ‘ über-sich-sein ', el ‘ser por arriba de sí'. El ‘ex-sistir' de sí mismo es el secreto de la verdadera personalidad.

Así, pues, aunque el ‘in-sein', el ‘ser propio' es primera parte válida de la definición de persona -porque nadie puede entregar lo que no es suyo o lo que no tiene- quedarse allí es detenerse en un concepto mutilado de persona, liberal, cartesiano e iluminista, fuente permanente de disolución social y de fracaso psíquico de los individuos.

Solo el amor –que por algo es el precepto príncipe del cristianismo- me hace ser persona. Persona ‘humana' en el seno de la familia terrena. Persona ‘divinizada', en cuanto, bautizado, por la caridad, entro en comunión con el flujo eterno del amor divino que, en pura entrega y éxtasis, entra en erupción de alegría en la existencia interpersonal de Padre, Hijo y Espíritu Santo.

1- Esto, sostenido por toda la tradición católica y escolástica, fue dogmáticamente definido por la Iglesia en el Concilio Ecuménico de Vienne.

2- No lo decimos en el desviado sentido maritainiano.

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