Sermones de la santísima trinidad
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1981 - Ciclo A

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD

Lectura del santo Evangelio según san Juan   3, 16-18
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó su Hijo único para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna.  Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no es condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

SERMÓN

Aún para aquel que jamás haya estudiado filosofía o tenga vagas nociones de esta extraña y académica disciplina, el nombre de Hegel resulta conocido. En una encuesta llevada a cabo en Francia el año pasado sobre cultura general, a la pregunta de “¿Conoce Vd. algunos nombres de filósofos?” el más nombrado, junto con Platón, Marx y Kant, fue Hegel. Alguno, un poco más culto, sabrá inclusive -erróneamente por otra parte- que Hegel fue el inventor de la famosa tríada dialéctica: ‘tesis', ‘antítesis' y ‘síntesis'. Lo que pocos, sin duda, sabrán, es que Jorge Guillermo Federico Hegel comenzó su carrera intelectual, antes que nada, como teólogo.


Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831)

Becado del duque de Wurtemberg sus grados académicos los obtuvo en los dos años de filosofía y tres de teología estudiados en el seminario protestante de Tubinga, en el cual ingresó junto con Schelling y con Hölderling. Pero, las historias de la filosofía escritas por el laicismo del pasado y presente siglo para sus colegios y facultades siempre han querido ocultar todo vínculo que pudieran tener o haber tenido sus capitostes filósofos con el pensamiento cristiano, en una especie de ‘ damnatio memoriae ' de todo lo que significó el cristianismo en el orden del pensar y actuar humano.

Eso mismo que, a nivel popular -y costeado y promovido por los genios del Proceso- expresa en gráfica figura el último cuadro del fascículo n. 6 de “ Erase una vez … el hombre ”, publicado por ATC, en donde, después del siglo de Pericles, en una escena oscura, con un sol casi apagado hundiéndose en el horizonte, alguien dice: “¡Buenas noches!”, afirmando abajo, en el epígrafe: “El pensamiento filosófico, científico, artístico va a dormir durante dos mil años. Solamente después despertará y reanudará su acción a partir del mismo punto”.

Pero no es extraño que esta desfiguración de la historia haya pasado inadvertida a los ojos estultos de directores y asesores del Proceso, a pesar de que, amén de otras gravísimas desviaciones ideológicas, esta serie, de origen marxista francés, envasada en España, se burla impunemente de los mismos militares. Primero bajo la figura del soldado romano –como en Asterix - y, luego, de todos los hombres de armas que pasan por sus simpáticas figuritas, excepto, por supuesto, de los que combaten del ‘buen lado', e. d. de la Revolución y la Izquierda. Después de la patriada antisubversiva que ha honrado las armas argentinas, con estos gallos y gallinos (1) de escritorio manejando las cosas ¿qué podíamos esperar?

El asunto es que Hegel, prácticamente el padre de la filosofía contemporánea y progenitor directo de Marx, no ha sido sino un teólogo hereje.

Si toda la filosofía moderna y contemporánea no es sino el producto de la descomposición del pensamiento occidental católico iniciada con Lutero -verdades cristianas sueltas que se han vuelto locas, al decir de Chesterton -, especialmente el pensamiento de Hegel depende de una falsa interpretación del cristianismo. Cristianismo ya distorsionado por su educación protestante y luego genialmente prolongado por él mismo. Porque que era un genio nadie lo duda. Lamentablemente, un genio soberbio, al servicio del error y de su propio orgullo.

Dado el volumen, erudición y complejidad de su obra, sería un intento disparatado tratar de resumir el sistema de Hegel. Para los que ya conocen lo que suelen repetir de él los manuales recuerdo las grandes líneas que este domingo nos interesan.

¿Por qué –pregunta- podemos conocer las cosas, estudiarlas, entenderlas, pensarlas? Porque las cosas –sostiene- ya son ‘pensamiento'. La realidad ‘es' pensamiento, idea.

Pero, como la realidad no es estática, sino que culebrea en el tiempo, evoluciona, crece, se desarrolla, cambia, tiene historia, la Idea con la cual se identifica también crece, se desarrolla y, sobre todo, lo hace en la historia humana. En la historia del único ser que es ‘pensamiento que se piensa a sí mismo'.

Desde este punto de partida, Jorge Guillermo construye su sistema. Lo que existe dice no es Dios, no es el mundo. Lo que existe es el Absoluto, la Idea, de quien Dios y el mundo serían apenas momentos antitéticos.

Porque esta Idea, al comienzo, -según Hegel- no se conoce a sí misma. Es de tal manera pensamiento ‘idéntico a sí mismo' que no puede conocerse. Para conocer el sujeto ha de tener un objeto, debe desdoblarse en el objeto.

El yo necesariamente a de alienarse de sí mismo para poder mirarse y conocerse. Cerrado en sí mismo es pensamiento sin objeto de pensamiento, lo cual sería contradictorio. Por ello, necesariamente la Idea ha de exteriorizarse. De este modo, ‘se aliena', ‘se exterioriza' en la Naturaleza, en lo que nosotros llamamos la creación, el mundo, la materia.

Pero esta materia, aunque ‘pensada', todavía no conoce, no ‘piensa', de allí que a través del tiempo se va enriqueciendo con nuevas y más perfectas formas que la acercan a este ‘entender'. Hasta que aparece el hombre, el espíritu, ‘pensamiento capaz de pensar'.

La historia de la humanidad no es –dice Hegel- sino la historia de la Idea, del Absoluto que, a través de la cultura, al religión y la filosofía trata de pensarse a sí misma.

Cuando, en la filosofía moderna, con Hegel –lo afirma él modestamente- el hombre se da cuenta de que su pensamiento no es sino el ‘autopensarse del Absoluto' , entonces se completa el círculo. La Idea, el Absoluto, que para objetivizarse y exteriorizarse se ha alienado en la naturaleza, vuelve a girar sobe sí misma, ahora sí ‘pensamiento pensado', en el hombre, en la filosofía hegeliana.

Cuando el hombre descubre que él es la encarnación del Espíritu Absoluto, es decir que es Dios, rompe la antítesis de su alienación en la naturaleza. Cierra el arco del desplegarse de la Idea en la síntesis del Espíritu Absoluto.

El trabajo de la filosofía será ‘desalienar' al hombre de todas sus servidumbres, hacerlo encontrar con el fondo de su divinidad original, sacudir todo yugo religioso o político, en la plena libertad que ha alcanzado por este descubrimiento, por esta gnosis.

En estos dislates volvemos a encontrar el alimento esencial de toda subversión, desde el mítico relato del capítulo tercero del Génesis.

Pero este esquema no es sino una interpretación falsa y blasfema del dogma de la Trinidad que hoy festejamos -y del de la Encarnación-. Ya lo había escrito Hegel -durante su período joven de Fráncfort-: El Padre –afirmaba- designa la Totalidad divina o, en términos humanos, la vida del niño, inconsciente, no desplegada. El Hijo designa al hombre ordinario, que se desenvuelve en un estado de separación o exilio en su yo finito y dentro del mundo de las determinaciones. El Espíritu Santo señala el estado del hombre que ha superado la etapa de alienación y operado un retorno consciente a la totalidad divina.

El dogma de la Trinidad sirve, pues, a Hegel, como paradigma de los tres momentos de su dialéctica: la realidad una –‘tesis'-; las realidades separadas –‘antítesis'-, y la realidad de nuevo unificada –‘síntesis'-.

Lo mismo vuelve a exponer en su vejez. El Padre –dice- es el permanecer inmutable de Dios, como la Idea ‘en sí'. El Hijo , o Dios-Hombre, es la manifestación de Dios ‘fuera de sí' en la naturaleza. El Espíritu es el retorno del mundo a Dios y su conciliación con él.

Y el centro de toda esta historia dialéctica, para Hegel, es Cristo. ¿Por qué? Porque es el primer hombre que se da cuenta de que es la manifestación de Dios. Es el primer ser humano que se sabe Dios.

Así pues, repito, en la historia del Absoluto podemos distinguir tres tiempos. Primero, el Reino del Padre , Dios antes de la creación del mundo, en su eterna Idea. Luego, el Reino del Hijo , que es el mundo en el espacio y en el tiempo, la naturaleza y el hombre finito, con todo el inmenso despliegue de su desarrollo cosmológico e histórico. El punto central –‘punto Omega', dice- de este mundo está en Cristo como Redentor y Hombre-Dios. Finalmente, el Reino del Espíritu , que es la conciliación cumplida en Cristo, explicada por la filosofía, vivida en la historia inaugurada por Hegel y plasmada en el Estado liberal.

Como Vds. se darán cuenta una hermosa historia que nada tiene que ver con el verdadero cristianismo. Porque este Reino del Espíritu y su desarrollo se realiza, para Hegel, plena y totalmente, en el mundo y dentro del mundo, mediante la política prometeica y revolucionaria por él pregonada.

Esto no es más que una burda deformación del Dogma Trinitario y de la Encarnación. Hegel lo que hace es ofrecer a la filosofía un ateísmo larvado, en donde el hombre termina por ocupar el puesto de Dios.

No es extraño, pues, que sea el Gran Bonete de la filosofía moderna y el gran ideólogo de la revolución anticristiana que conmueve al mundo y cuya traducción al materialismo, sin demasiadas modificaciones, es Marx.


Engels y Marx

Sí es verdad que Dios no vive en una fijeza inmóvil, en pura contemplación egoísta de su propio yo. Al contrario, Su Vida –lo ha revelado en el cristianismo- es un eterno desplegarse altruista, en donde pone frente a sí mismo a un Tú. Tú que, en la fecundidad del abrazo filial paterno, se abre al Nosotros del Amor.

Padre, Hijo, Amor. Riqueza infinita de la esencia divina dada, recibida, compartida, en un fluir eterno de entrega fontal, de reconocimiento y de querer. Entrega del Padre que es reconocida por el Hijo y vivida en el Nosotros del Espíritu Santo.

Tres Personas, dice el dogma, un solo Dios. No un ‘Ego' divino, solitario, sino un ‘Yo' que es puro darse al ‘Tu' y un ‘Nosotros' que es vida, amor y espíritu.

Pero esto se da en la trascendencia plena de un Dios que se despliega dentro de su propio infinito existir. No, como en Hegel, en una falsa divinidad que, inmanente, se confundiría con el mundo, del cual necesitaría para desplegarse en ‘objeto' y que, finalmente, se identificaría con el hombre.

Si Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo- crea al mundo no es que se ‘despliegue' o ‘evolucione' en el mundo, ni que necesite de éste.

El mundo y el hombre son creación libre, fruto gratuito, de la divina generosidad. Y, si Cristo es Dios, no lo es por ser hombre, sino porque, en disparate de amor, Dios ha querido unir lo que es propio de Él y totalmente ajeno a la naturaleza, a lo humano.

Cristo es Dios, porque en el seno de María se ha encarnado el Verbo que ya existía desde toda la eternidad en el Seno Trinitario. No porque en la mente de Jesús se haya hecho consciente el Espíritu Absoluto.

Y así, Hegel, padre del pensar moderno y de la política moderna, nos muestra cómo el mundo actual está construido no sobre un pensar racional autónomo, sino sobre una blasfema deformación del cristianismo, sobre una herejía.

También nos muestra cómo es posible vender ateísmo conservando el vocabulario cristiano.

De este peligro estén alertas los católicos.

Lamentablemente aún dentro de la Iglesia hay muchos teólogos y fieles que piensan –algunos sin saberlo- con la cabeza de Hegel. Y Cristo, entonces, es el adalid de la liberación, el promotor de los derechos humanos que han reemplazado a la Ley de Dios, el ejemplo supremo de lo que debe ser el hombre para encontrarse consigo mismo, el concientizador de la humanidad, del pueblo, el iniciador de una Nueva Era en la cual el Espíritu convertirá a este mundo en fraterno paraíso.

¡Cuidado! Dios llama al hombre, sí, pero no ha encontrarse consigo mismo, no a construir una sociedad perfecta aquí en la tierra, no a instaurar un nuevo Reino del Espíritu en este mundo. Sino a compartir, después de la muerte y más allá de toda posibilidad del espíritu humano –que de Absoluto no tiene nada- y, a través del respeto de la Ley de Dios y no de los derechos humanos, y por la fuerza de la gracia no de la historia, a compartir, digo, la inefable Vida que, desde toda la eternidad, comparten en mutua y triple entrega, Padre, Hijo y Espíritu Santo


Theophanes el Griego , La Trinidad , fresco, 1378

1- Alusión a Oscar Bartolomé Gallino , general de Brigada, muerto en 2007, funcionario militar del gobierno del Proceso, supuesto ideólogo de la lucha antisubversiva.

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