Sermones de pENTECOSTÉS

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1983- Ciclo C

PENTECOSTÉS

Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con vosotros!" Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, yo también os envío a vosotros". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Recibid al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que vosotros se los perdonéis, y serán retenidos a los que vosotros se los retengáis".

SERMÓN

La palabra “espíritu”, cuando no asociada a “santo” –‘Espíritu Santo', (y evoca entonces a una extraña paloma que revolotea sobre el Padre y el Hijo)- y dejando de lado –cuando utilizada sola- las asociaciones más populares que connota en los fogones de la estancias ¡las ánimas! o en los medios espiritistas y ‘La hora macabra', para el cristiano medio, suele evocar, en difuso dualismo, o lo que quedaría del hombre una vez liquidado su cuerpo, o el mundo de los ángeles, o –un poco más elaboradamente- lo racional, lo intelectual, como contrapuesto a lo material, a lo biológico.

Es, en este sentido, cómo -resucitando antiguos dualismos platónicos y maniqueos- Descartes y Kant preparan el uso que del término hace Hegel : la ‘autoconciencia de la Idea' que, después de alienarse en ‘la naturaleza', la materia, finalmente se hace ‘Espíritu' –‘subjetivo', ‘objetivo' y ‘absoluto'-. Así llegamos al punto en que el mundo del espíritu se univoca con el mundo de lo puramente intelectual, racional. La zona superior del ‘pensamiento puro'.

En este mundo conceptual racionalista, lo ‘espiritual' se opone a lo ‘animal' o lo ‘material' e, incluso, a lo afectivo. Y, desde esta óptica, suelen mal interpretarse muchos pasajes de la Escritura. Se piensa, así, que la ‘vida espiritual' cristiana se desarrolla en el puro plano de la inteligencia y en una especie de combate a muerte contra lo corporal y contra el mundo.

No es extraño que estas concepciones hayan llevado a reacciones tan opuestas como, por ejemplo, la de Klages , en la primera mitad de nuestro siglo, que acusaba al espíritu de ser el gran ‘enemigo de la vida' (1); o, en general, la de gran parte de nuestro mundo contemporáneo envenenado por Freud y lanzado alegremente al irracionalismo más torpe.

La palabra “espíritu”, en el mundo bíblico, está bastante lejos de estos distorsionados significados. Primero, porque el hombre no es, para la revelación judeo-cristiana, un espíritu ‘encerrado' en una materia o cuerpo del cual debería liberarse. El hombre no es la mezcla de dos substancias contrapuesta –espíritu y materia- sino un solo ser, una sola substancia: el hombre. Y, segundo, porque ‘espíritu' es una palabra que, poco a poco, tiende a reservarse para identificar la Vida de Dios. Y no como ajena a la materia, sino como simplemente distinta de lo humano o de todo lo creado, incluso los ángeles.

Es decir, ‘Espíritu' es lo que vive en Sí mismo el Dios trascendente y distinto de todo aquello a lo que alcanza lo humano.

Sin embargo Yahvé Dios, ya en el AT, no vive esta separación aislada, egoístamente. Él es, sí, el ‘distinto', el absolutamente ‘separado' y ‘Santo' – kadosh '- y, ciertamente, el hombre, de ninguna manera, puede de por sí alcanzarlo Todas sus torres de Babel fracasan en el intento. Pero, a pesar de ello, Yahvé puede y quiere comunicar ésta Su inaccesible intimidad, su ‘santidad', a su criatura humana, para extasiarla, más allá de su existir ‘natural' -‘carnal', dicen los hebreos sin ninguna connotación dualista-, hacia lo que es propio de Dios.

En realidad, poco a poco, el pueblo judío descubre que, en la misma creación, se preanuncia la actividad por medio de la cual Dios quiere regalar su santidad, su vida, mediante su gloria. Actividad que despliega a partir de dos esferas. Una, perteneciente al orden de los ‘manifestativo', de lo ‘arquitectónico', de lo ‘informativo'. Así Dios Yahvé dirige al pueblo de Israel ‘su palabra', su ‘dabar', manifestación de su ‘sabiduría', presente ya cuando estructura el universo inteligentemente. “ Y ‘dijo' Dios: “sea el mundo” …. Y el mundo fue ”.

Por eso el científico es capaz de leer o escuchar al mundo y encontrar en él leyes y teoremas –porque es ‘decir' de Dios-.

‘Decir' de Dios que se va haciendo cada vez más personal a partir de su presentación al pueblo de Israel. Dios ‘habla' por medio de los profetas. Dios ‘habla' por medio de la Ley, de la Torah. Y todo eso es ‘expresión', ‘palabra', ‘dabar', de la ‘sabiduría' de Dios.

En el profeta y en la Ley Dios ‘dice' cosas mucho más importantes y nítidas que las que ‘dice' en la organización del mundo. El fiel que lee la palabra de Dios en la Ley y los profetas, lee frases más importantes y decisivas que las que -también de Dios- ‘lee' el científico o el filósofo en la naturaleza.

Pero el ‘decir' de Dios -cada vez más denso a medida que progresa la Revelación- se hace pleno cuando, más allá de los ‘decires' y ‘palabras' del universo y del Antiguo Testamento, finalmente ‘se dice' a Sí mismo, se presenta definitivamente, nos abre las puertas de lo que es en su Santidad y Trascendencia, en Jesús de Nazaret.

Jesús no solo transmite ‘palabras' de Dios. Jesús es la ‘Palabra de Dios', la Revelación suprema, la Sabiduría, el Verbo, con la cual Dios se sabe a Sí mismo y se nos da a conocer, se hace ‘decir' al hombre, en Su vivir y en Su morir y resucitar.

Pero, vean, la ‘palabra' sola no basta. Es necesaria una segunda esfera. La palabra dejada a si misma se queda en lo noético, en lo conceptual. No basta pensar, no basta dictar leyes. Hace falta una ‘fuerza' que realice y actúe de acuerdo a ellos. No son suficientes las leyes matemáticas de la gravedad; se necesita un dinamismo energético que efectivamente las ponga en práctica. No basta, para convivir en amistad, que una persona se me presente, no sirve solo conocerla, es menester un impulso, una atracción, un motor, un vigor, un afecto, un querer efectivo y vital que me vincule con y hacia ella.

Eso ya lo sabían los hebreos y, por eso, en el origen de la creación, junto a la ‘palabra', el ‘dabar', ponían, sobre el caos primordial, sobrevolándolo, como fecundándolo al compás del ‘decir' divino, a un como ‘Viento de Dios'. (“Y el viento de Dios se cernía sobre el abismo” )

El Viento: símbolo de poder, de fuerza, de vitalidad. Impulso creador que ejecuta el plan del arquitecto. Viento de Dios que, más adelante, es el que a su imagen alienta en la respiración de los vivientes; símbolo, pues, de la vida. Viento, empuje de Dios, que despierta el amor y la ira de los caudillos y guerreros judíos, de sus profetas y sacerdotes, de sus reyes y de su pueblo, para no solamente ‘leer' la palabra de Dios y ‘decirla', sino para ‘vivirla', defenderla y morir por ella.

‘Viento' se dice ‘ruah' en hebreo, ‘pneuma' en griego, ‘spiritus' en latín.

Cuando nosotros decimos ‘espíritu' en castellano y leemos esta palabra en nuestras traducciones de la Biblia debemos saber que estamos leyendo etimológicamente ‘ Viento' , símbolo de lo que en Dios es poder, fuerza, vitalidad, ira, celos, bronca y amor.

El viento, el ruah, el espíritu, es lo que ‘realiza' lo que ‘dice' la Palabra. Y Yahvé lo ha ido dando progresivamente, en proporción a la densidad de su decir. Pura energía física para cumplir las leyes de la química; energía vital para impulsar las leyes de la biología; voluntad para hacer lo que la inteligencia manda; viento profético o real para ejecutar la Torah o mover al valor y al combate a jueces y reyes.

Ahora, en el tiempo final Yahvé nos concede y ofrece Su propio y personalísimo Viento, Poder y Vitalidad para poner en acto y hacer estallar en obras, en fuego, en lucha y en victoria, su decirse en el ‘dabar' de Jesús resucitado.

Ya Dios no puede darnos más: Nos ha dado a Jesús, su ‘palabra', que es el plan, el camino, su sabiduría. Ahora nos da también su fuerza, su coraje y su querer. Esa es su auténtica Vida, su Santidad. Eso, su Todo, es lo que nos da.

Ahora para hacer lo mismo que hizo Jesús en esta tierra, en esta etapa de la creación. Mañana, para gozar de su Resurrección, también nosotros resucitados, recogidos de la ceniza de la muerte por su Viento.

Jesús es Dios ‘frente' a nosotros,' delante' de nosotros, el caudillo. El ‘viento santo', es Dios silbando tempestuoso, huracanado, ‘dentro' de nosotros, en nuestro corazón, como pólvora que no ha de humedecerse para poder, encendida, impulsar con ímpetu nuestro obrar cristiano.

Desde ahora todo es posible. No seamos cobardes; no nos quedemos en pura contemplación intelectual de Jesús.

No tengamos miedo, icemos de una buena vez las velas que tenemos caídas, fláccidas sobre cubierta y, aunque tironeen y crujan jarcias y mástiles, vivamos, pongamos proa mar adentro, apuntando los espolones de nuestras naves hacia la batalla, hacia la conquista del Reino de Dios.

1- Der Geist als Widersacher der Seele (1929)

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