Sermones de NAVIDAD

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

Nochebuena (noche)
Navidad (aurora)
Navidad (día)
2º Domingo después de Navidad
Sermones del Prólogo al Evangelio de San Juan

1990. Ciclo A

NAVIDAD
(GEP 25-12-90)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!»

SERMÓN

En la antigua Roma, el general victorioso que hubiera obtenido una victoria, pero sin derramamiento de sangre, o hubiera matado a menos de cinco mil enemigos, se hacia merecedor de la así llamada ovación . Tenia derecho a entrar a la ciudad, en solemne procesión, a pie o a caballo, en medio de los vítores del pueblo y ofrecer el sacrifico de una oveja en el Capitolio, en el templo de Júpiter. De allí le viene el nombre "ovación", de 'ovis', que en latín quiere decir oveja.

Pero si la victoria hubiera sido más resonante, con un número de enemigos muertos superior a los cinco mil, entonces el general merecía lo que se llamaba un "triunfo "( de ‘ triambo ', himno a Dionisio). Allí sí, se tiraba a Roma por la ventana. Se formaba una imponente procesión fuera de la urbe, a cuyas puertas general victorioso y tropas deponían las armas. Y pasaban bajo un arco de madera y ramas, adornado con festones y flores, que hizo de modelo a los que se construyeron luego en travertino y de los cuales aún se conservan algunos. Una columna de trompeteros abría el cortejo. Atrás venían lo carros cargados del botín de guerra, luego enormes rebaños de animales destinados al sacrificio, después los jefes enemigos encadenados. Finalmente, precedido por lictores y flautistas, el general (dux) , de pie en un carro de guerra tirado por una cuadriga, vestido con una toga púrpura, una corona de oro en la cabeza, un cetro de marfil en una mano y un ramo de laurel en la otra. Le rodeaban sus hijos y lo seguían, a caballo, parientes, secretarios, consejeros y amigos. Subía al Capitolio, a los templos de Júpiter, Juno y Minerva, a cuyos pies deponía el botín y ofrecía el sacrificio de los animales que traía: la hecatombe , es decir, primitivamente, el sacrificio de cien bueyes -del griego 'hecatón' , cien, y 'bous' , buey-. Como oferta supletoria ordenaba la decapitación de los comandantes enemigos prisioneros.

Pues bien, el historiador romano Tácito y el geógrafo griego Estrabón recuerdan a nuestro Quirino del evangelio de hoy precisamente por haber merecido un triunfo, por su victoria frente a los homonadenses , un pueblo de Asia Menor, en lo que hoy seria Turquía. Publio Sulpicio Quirino , de origen oscuro, había ascendido por sus propios méritos al grado de general. Después de su triunfo, fue proclamado cónsul de la ciudad de Roma y, luego, asesor , 'rector', de Cayo César, hijo adoptivo del emperador Augusto, Es posible que siendo este Cayo Cesar procónsul, virrey, de las provincias orientales, entre las cuales se contaba Siria, Quirino haya realizado el censo del cual se habla en nuestro evangelio.

También recuerdan nuestros historiadores que Quirino muere en Roma el año 21 después de Cristo, aborrecido por la gente por su fama de avaro y, también, porque, habiéndose casado maduro con una tal Lépida, de la noble familia Emilia, bisnieta de Sila y de Pompeyo, ésta, pretextando que la hablan obligado a casarse con un plebeyo que ni siquiera le daba hijos, había adornado abundantemente la frente de su marido, y descubierta, llevada a juicio por éste. Y, como siempre pasa, la gente estaba del lado de la adúltera, aún cuando se pudo probar que hasta había tratado de envenenar al pobre Quirino.

Pero si los romanos no lo querían, menos lo hablan querido los judíos. Como vds. saben, el objeto de los censos en aquella época era, saber quiénes debían pagar impuestos y cuánto y la cantidad de posibles reclutas para el servicio militar. Cosa que no resultaba simpática a nadie y, por eso, era violentamente resistida por los pueblos, tanto es así que, en el año 7 después de Cristo, otro censo realizado por Quirino, esta vez siendo legado en Siria, provocó una cruenta insurrección judía capitaneada por un tal Judas el Galileo.

Cuando Lucas, pues, en nuestro evangelio de hoy, menciona como contexto inmediato del nacimiento de Cristo estos personajones: tanto a Augusto, el emperador, como a Quirino, no está tratando de datar la fecha de nacimiento del Señor sino de ubicarlo en relación a los grandes de este mundo. Porque éstos, que hoy solo son nombres para nosotros, para los oyentes de Lucas eran los representantes de todo lo poderoso o notorio que podía haber en ese momento en el mundo: es como si hoy dijéramos: en los tiempos de Rockefeller y Onassis o, en los tiempos de Reagan y Maradona.

Porque lo que el evangelista en su relato de hoy quiere marcar es precisamente el contraste entre éstos que llenaron las páginas de la crónica de su época, con este suceso aparentemente minúsculo, insignificante, de un hombre modestísimo que no tiene medios, ni conocidos, ni gestores, ni acomodo para solucionar un problema burocrático de otra manera y debe enfrentar un incómodo viaje de 130 Km, a pie, con su mujer embarazada. Y la referencia casi superflua al ‘pesebre', a los ‘pañales', a que ‘no tuvieron lugar en el albergue' quiere todavía subrayar más el contraste.

María y José ante Quirino, Meister der Kahriye-Cami-Kirche in Istanbul

Sin embargo no se trata de una escena sórdida, de miseria o pobreza absoluta. De ninguna manera: más que de pobreza habría que hablar de sencillez, una sencillez similar a la del comienzo del reinado de David -otro de los nombres claves mencionados en este relato- y que también se desarrolla en un contexto de pastores y de limpia simplicidad, cosa que Lucas quiere hacer recordar a sus lectores.

Porque vean, uno de los títulos que se le habían dado al emperador Augusto era el de ‘salvador', sotera tou sympantos kosmou , -salvador del universo entero-, dice de él una inscripción griega en Mira . Y sin duda que muchas cosas buenas había hecho aquel emperador, entre otras muchas malas.

Había salvado a su patria romana, sí, de muchas calamidades. Pero lo que viene a traer ahora Jesús no es simplemente una mejora política o económica o científica para el mundo, terminar con la pobreza o con la guerra o con la viruela o con el sida, ni viene a traer alguna técnica psicológica o de control mental para lograr felicidad y ahuyentar depresiones, ni nada que no pueda obtener el hombre con sus propias fuerzas. La salvación que viene a traer Cristo no es la que logran ni los emperadores ni los políticos ni los investigadores. Es algo que tiene que ver con todo y con todos, los de arriba y los de abajo, felices o infelices, ricos y pobres y que es la salvación de la situación existencialmente trágica del hombre : el límite de lo humano en donde está encerrado su apetito de plenitud y felicidad y que, amén de en las calamidades, desgracias y maldades de este mundo, termina por manifestarse siempre en el brutal punto final de la muerte.

Cristo viene, pues, a salvar al hombre del hombre: simplemente de eso, de la desgracia de ser ‘solamente' hombre, de su limite, de su hambre insatisfecha de felicidad, de las desdichas que él mismo provoca con sus sedes de tener, de poder y de placer y, finalmente y sobre todo, de su destino de muerte.

En Jesucristo Dios abre la comunicación que permite al ser humano superar su límite y abrirse a lo divino, a lo perfecto, a lo supremamente bello e imperecedero, a lo infinitamente amante y amable. El amor de Dios tiende en Jesús el puente que hará al hombre salvarse del derrumbe de esta vida y pasar al sólido suelo de la dicha de Dios.

Y, para esto, Dios no ha elegido caminos complicados ni aparentemente grandiosos. Nadie tendrá, para seguir a Jesús y triunfar con él, que hacer ni una carrera política ni una carrera militar ni universitaria, ni ganar batallas con más de cinco mil muertos ni ofrecer hecatombes. La salvación no saldrá para nadie, ni de la facultad de medicina, ni de psicología, ni de sociología, ni de ninguna otra, ni de los discursos, ni de las estadísticas, ni de las reuniones de los obispos ni de las de los diputados, ni de la ONU ni de la UNESCO, sino de lo que hay de más común y normal en la vida de la gente, las acciones honestas de una simple familia, en amor sólido y sentido común, en amistad, trabajo y cumplimiento de deberes. Pañales y oración.

Dios no va a hacerse hombre allí donde solo pueden acceder unos pocos -los que salen en los diarios, los que aparecen por la televisión, los que integran el ‘jet set'-. Dios no va a respaldar de ningún modo la propaganda del mundo que condena a las mayorías a vivir envidiando y ambicionando lo que tienen las minorías.

Hay algo de humor en Lucas cuando transcribe las palabras mediante las cuales el ángel propone la señal que probará su afirmación de que ha llegado la salvación: “ Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales ”. ¿Qué clase de señal puede ser ésa, lo más común -aunque quizá también lo más hermoso- que pueda haber en cualquier tiempo y lugar de la historia humana? Lucas parece tomarnos un poco el pelo.

 

Filippo Lippi

Y sin embargo la cosa es clara: desde la navidad, desde la encarnación, el hombre podrá encontrar la salvación, el escapar a la oscura condena de limite, de dolor y de muerte de todo lo humano, enganchándose a la locomotora de Cristo. Y no lo hará huyendo de su condición humana, a sus deberes normales, a la vida de la mayoría de la gente, ni accediendo, con unos pocos elegidos, a los palacios de los grandes o a los centros de poder o a las grandes cuentas bancarias. Ni lo hará, tampoco, en este o aquel determinado sistema político, en esta o aquella situación de la economía, con este o aquel avance de la tecnología; sino en toda y cualquier circunstancia, con tal de que haya allí algo sólidamente humano: amor verdadero, alegría o dolor auténticos.

Eso es lo que está representado en este relato ‘más sencillo imposible' de lo más importante que ha sucedido en la historia del universo: Dios que se hace hombre para que el hombre pueda hacerse Dios.

Aquí no hay ovaciones ni triunfos, emperadores ni legados, presidentes ni ministros, periodistas ni actores. Aquí está la vida de todos los sencillos, pertenezcan a la clase que pertenezcan.

Para ellos es el mensaje de alegría de hoy.

Para ellos es el canto de los ángeles: “ ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!”

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