Sermones de NAVIDAD

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

Nochebuena (noche)
Navidad (aurora)
Navidad (día)
2º Domingo después de Navidad
Sermones del Prólogo al Evangelio de San Juan

1998. Ciclo c

2º DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD
PrÓlogo al evangelio de San Juan
(GEP, 1998)

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
Al principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio del Verbo y sin él no se hizo nada de todo lo que existe. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibie­ron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. El Verbo era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. El estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Éste es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.» De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

SERMÓN

Desde la tierna humildad del pesebre de Belén y el bebe dormido en los brazos de su madre, Juan hoy nos sacude y nos eleva al centro mismo del misterio que Navidad conmemora.

El pequeño hijo de María no es otro que Aquel que desde la eternidad es palabra del Padre.

En el principio era el Verbo. "In principio erat Verbum", dice el latín. "En arjé ên 'o logos" , el griego. "Bereshit haïa ha dabar" , el hebreo.

Es claro que la palabra ' verbo '', para nosotros, que hemos estudiado gramática y repetido trabajosamente pluscuamperfectos, subjuntivos e imperativos, nos habla más de maestras con su lápiz colorado marcando los errores de nuestros cuadernos que de lo que el término quiere decir en labios de San Juan.

Por eso algunos prefieren traducir "En el principio era la Palabra ". Pero tampoco el término palabra vierte bien el significado. 'Palabra', para nosotros, es el sonido proferido o dibujado en letras. De palabras vacías puro ruido o pura tinta está lleno el mundo.

La verdad es que no hay término español adaptado para verter el vocablo 'logos' del griego original, ni verbo, ni palabra. Porque 'Logos' no solo quiere decir palabra exterior, sino sobre todo la idea interior, que es expresada, luego, en sonido o grafía. Antes que nada 'logos' es pensamiento; de allí vienen los vocablos 'lógica' o, por ejemplo, teo-logía, la ciencia sobre Dios, o bio-logía, la ciencia de la vida.

De tal modo que desde el griego más aproximadamente habría que traducir "En el principio era el pensamiento", o "la idea". Pero tampoco esta sería una traducción exacta, porque la idea de por si puede ser un pensamiento abstracto y estático que queda en la mente del que lo piensa y nunca surge en forma de acción, o en términos mediante los cuales se comunique.

Al significado griego del texto en que nos ha llegado el evangelio, habría que añadir, si queremos entender a Juan que pensaba como judío, el sentido del hebreo subyacente 'dabar'. Y 'dabar' en hebreo hace referencia no solo a la palabra o a la idea, sino al acto mismo de decir, hablar o pensar. Pero pensar no para uno mismo, sino pensar 'para alguien' o 'para algo'. Tanto es así que 'dabar' también puede significar la misma cosa pensada. Así, aunque dabar designe el pensamiento, la idea interior, o mejor dicho el acto de pensarla o idearla, siempre connota una extroversión, comunicación, plasmación de esa idea para darla a otro. La traducción entonces tendría que rezar algo así: "Al principio era el decirse o el comunicarse ".

Por eso la palabra el dabar hebreo es, el que está detrás de la acción creadora de Dios. De hecho el prólogo del evangelio de Juan que hemos leído es una paráfrasis del antiguo poema de la creación que figura al inicio del Génesis. "En el principio creó Dios" y crea, precisamente por medio de la palabra, del logos, del dabar: "Y dijo Dios, sea la luz, y la luz existió". Por eso Juan continúa "Todas las cosas fueron hechas por medio del Verbo y sin él no existe nada de todo lo que existe ".

Así pues cuando se habla de que en el principio existía el Verbo, lo que quiere decir nuestro evangelio es ciertamente que el existir de Dios es pensamiento, sabiduría, pero de ninguna manera un pensamiento que se cierre sobre si mismo, una automeditación eterna, sino un existir personal que se extrovierte, que conscientemente se dice de tal manera que se plasma en otra persona, en el Verbo, en la palabra interior. Juan, en estos versículos sublimes de su evangelio, sienta las bases de lo que luego será en la teología trinitaria, la generación de la segunda Persona. Pero aquí lo que nos interesa es que este pensamiento sabio, luminoso, es el que estructura toda la realidad creada y la existencia misma del hombre, " el verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre ". Con esto Juan nos habla de que detrás de la existencia del universo y de nuestras propias vidas no hay simplemente el caos, ni un agujero negro, ni la pura casualidad, ni la sola materia, sino un pensamiento sabio que estructura la realidad, le da sentido, nos llama a la existencia a cada uno por nuestro nombre y nos interpela mediante todo lo que sucede. Sosteniendo y manejando todo lo que existe y pasa, está el Verbo, el pensamiento, la palabra, no el absurdo. Pero además, Juan afirma, se trata de una palabra que se dirige a alguien, no que resuena en el vacío -como cuando hablan solos los locos-. La realidad dicha por Dios para hablarnos con ella. Dios nos habla a través de todo lo que crea por el Verbo, por su Palabra, desde las estrellas que brillan en la noche, hasta el problema que nos aqueja o el prójimo que aparece en nuestras vidas.

Que todo es creado por el Verbo nos dice, pues, de la estructura dialogal del universo: de un lado Dios hablándonos a través de su creación y su providencia; del otro, nosotros, abiertos o sordos a su palabra. No hay acontecimientos inertes o indiferentes, ni cosas mudas; todo es elocuencia de Dios, palabra de Dios que nos reclama. Y por lo tanto todo tiene sentido, significado, aún lo más supuestamente absurdo que pueda pasarnos, lo más aparentemente trágico, porque todo es manifestación del Verbo, sabiduría de Dios, aunque no siempre lo entendamos.

Y porque el hombre en el extravío de su ignorancia a veces se olvida del lenguaje de las cosas y los acontecimientos, y se hace obtuso para escuchar la palabra seductora de Dios hablándole en la realidad que lo rodea, por eso, al final Éste termina por hacerse plenamente transparente en Jesús, el Verbo, la palabra hecha carne.

El decir de Dios, plasmado de mil maneras en el universo y hasta en el más mínimo detalle de la vida de cada uno, se hace palabra clara, resumida, "abreviada" -como decía San Agustín- en el hijo de María. Todo lo que Dios puede hacer saber de si mismo al hombre lo dice en Jesús.

Jesús es la clave final del lenguaje de Dios en su creación. La gloria de Dios se hace visible en el hombre Cristo. Si había en la realidad estudiada por los científicos y los sabios algo inexplicado, si había, sobre todo en la vida humana, incoherencias inaceptables, como por ejemplo, el dolor y la muerte, que nos hacían difícilmente admisible que el mundo fuera creado por alguien bueno y sabio, ahora, mediante el Señor Jesús, se hace todo claro. ¡Hasta el mismo sufrir y el morir que, en El, se hacen camino de Resurrección!

Pero, al mismo tiempo, Jesús es el medio por el cual Dios nos eleva a su propia vida, haciéndonos su hijos. Porque Dios, que es palabra, Verbo, desde la eternidad, entrega mutua en el misterio trinitario, diálogo de amor, se hace entrega de si a los hombres en Jesús de Nazaret. Aceptarlo en la fe, entrar en diálogo con El, dejarnos 'ser dichos' por El, nos hace ingresar en el diálogo trinitario y, en el Hijo, ser también nosotros hijos de Dios.

El prólogo de Juan es, pues, la ilustración más cabal de lo que ha sucedido en Navidad y de lo que realmente tendría que suceder en nosotros si, viviendo en serio nuestra condición cristiana, asimilando el verbo, el dabar, el logos, la palabra de Dios hecha carne en nuestro propio ser y nuestra propia vida, -a la manera de María: "hágase en mi según tu palabra"- nos dejáramos decir, recrear, desde dentro, como verdaderos hermanos de Jesús y, por lo tanto, como hijos del Padre, llamados para siempre a compartir su gloria.

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