Sermones de la santísima virgen maría

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

SOLEMNIDAD DE MADRE ADMIRABLE 
Lc 1,26-38   (GEP 20/10/02)

Sermón

Hoy es nuestra gran solemnidad de Madre Admirable. Empero no hablaré directamente de ella, sino, día de la madre, de algunas de sus hijas más queridas.

Las madres se sienten muy honradas en sus hijos y sus hijas, por eso nuestra Madre Admirable, no se sentirá ofendida: al contrario.

Podríamos empezar nuestra historia a partir de muchos lugares y fechas, pero lo haremos hoy desde China, la China invadida y dominada por los manchúes, de la dinastía Ts'ing , que duró desde 1644 hasta 1912, y que fue la que impuso al pueblo chino, como signo de sumisión, el que usaran la trenza con la cual hasta no hace tanto lo conocíamos.

Nunca fue una dinastía demasiado querida: su estigma original de extranjeros y conquistadores los persiguió hasta el fin. De todos modos, su llegada, para la Iglesia, significó un momento de apertura. En efecto, el cristianismo, recién desde el medioevo, en ese cerrado inmenso país había avanzado muy lentamente y bajo la vertiente nestoriana. Es recién a finales de la dinastía anterior -la de los Ming, la de las famosas porcelanas y la de los restauradores de la Gran Muralla-, en 1583, que consiguieron instalarse en Peking los jesuitas. Así que, cuando los manchúes conquistaron esa capital en 1644 y derribaron a los Ming, ya había algún jesuita mandarín de primer orden y de gran influencia en las clases superiores. Poco después, en el 1650, se contaban en China ciento cincuenta mil cristianos. Y, bajo el gobierno especialmente benévolo de K'ang-hsi que duró desde el 1662 al 1723, siguieron entrando no solo jesuitas, sino también dominicos y franciscanos con otras congregaciones, y los bautismos se multiplicaron.

Lamentablemente, junto con los misioneros, empezaron a adentrarse, a punta de comercio y de fusiles, comerciantes y tropas inglesas y francesas, para obligar a los chinos a abrirles sus mercados. Ciertamente que trajeron mucho progreso material: fábricas, ferrocarriles, puertos, minería, pero provocando cada vez más la reacción nacionalista de los chinos que, pronto, empezaron a confundir a los misioneros con los comerciantes. Especialmente escandalosa, todos lo saben, fue "la guerra del opio" en que las tropas de la pérfida Inglaterra protestante, que fomentaba comercialmente el detestable vicio, hacia el 1840, derrotaron al anticuado ejército chino. Eso provocó rebeliones en el interior en contra de los vencidos manchúes, que para sofocarlas se vieron obligados, a pesar de su repugnancia, a recurrir a la ayuda de los europeos. Peor que peor. China fue presa fácil de británicos, franceses, rusos, japoneses. Los misioneros continuaban su labor cada vez más difícilmente, tanto por el sentimiento nacional que exacerbaban algunos para atacarlos, como por la introducción del protestantismo por parte de los ingleses. Se formó en China una sociedad secreta llamada " de los puños levantados ", " t'uang " en chino, transliterado "bóxer" por los ingleses, cuyo objetivo supremo era terminar con el influjo extranjero en su país. En junio del 1900 asaltaron ferozmente las legaciones extranjeras en Pekín y desataron lo que se llamó "la guerra de los bóxers" apoyada secretamente por la emperatriz viuda Tse'ê-hi y que terminó en descalabro total. Las tropas occidentales ocuparon férreamente Pekín. Ya allí intervinieron los norteamericanos. Se han hecho varias películas sobre esa guerra. Muchos de nosotros las hemos visto en nuestra juventud. Fue durante esa insurrección que los bóxers asesinaron, entre horribles torturas, a multitud de cristianos. Entre ellos, cuarenta y cinco sacerdotes misioneros, nueve hermanas y multitud de seglares.

Hoy nos interesan especialmente las siete misioneras "Franciscanas Misioneras de María", provenientes de Francia, Bélgica, Italia y Holanda, martirizadas en Tai-yuan-fu el 9 de julio de 1900. Nombremos a la mayor, Marie-Hermine de Jésus, francesa de 33 años, la superiora; y a la menor, Maria della Pace, italiana, de 24. El bajo relieve que Vd. ven al pie del púlpito -algo deteriorado por la explosión de 1992- las representa. Fueron canonizadas por Juan Pablo II el 1 de Octubre de 2000. Las siete santas nos son especialmente caras a nosotros, feligreses de Madre Admirable, puesto que, como Vds. saben, han sido las Franciscanas Misioneras de María quienes, antes de ser parroquia, fundaron esta Capilla, con su escuela de oficios para niñas y el pensionado de la esquina. Y es a ellas también a quien debemos nuestra advocación de Madre Admirable.

            Y para explicarlo tengo que volver a hacer historia y remontarme al origen de esta congregación misionera, haciendo referencia a su fundadora, que hoy, en la fiesta de Madre Admirable, será beatificada en la Plaza San Pedro por Su Santidad el Papa: la Beata, pues, María de la Pasión .

Se llamaba, en el siglo, Hélène de Chappotin de Neuville y había nacido en Nantes en 1839. Familia noble, originaria de Bretaña, fieles a Dios y al Rey, habían debido emigrar a Las Antillas durante la Revolución. Regresaron a Bretaña bajo la restauración, siempre con su sólida fe viva y austera, y ferviente adhesión a la Iglesia y a la monarquía, cuyas causas sabían inescindiblemente unidas, como el tiempo trágicamente lo demostró.

           Es allí donde nace Elena, llena de hermanas y primos y primas -cinco hermanas, once primos- en el viejo castillo de Le Fort. Allí aprende de sus padres nobles el amor a los pobres, el entusiasmo caballeresco por las grandes causas, y la necesidad -"¡nobleza obliga!"- de poner en práctica todo lo que le parecía bueno y bello.

  La golpea a los doce años la desdicha: mueren sus hermanas mayores, pierde una prima muy querida y, otra vez desatada en Francia la persecución a la Iglesia, los padres deben dejar Bretaña y establecerse en Normandía. Es entonces cuando Elena se pregunta, " si lo bueno en este mundo, si los seres que uno quiere duran tan poco ¿qué es lo que vale la pena amar? "

En 1856, tras un retiro espiritual, Elena encuentra la respuesta. " Es necesario amar y entregarse a Dios. El es el único que permanece y hace permanecer a todos aquellos a quienes amamos y por los cuales luchamos ".

Entra en las clarisas, discípulas de San Francisco, monjas de clausura que viven la extrema pobreza. Sin embargo, al poco tiempo, enferma, debe dejar la comunidad. La figura del de Asís se grabará para siempre fuertemente en su corazón y en su espiritualidad.

Después de un tiempo, en que su familia la contiene de ingresar en la vida religiosa temiendo por su salud, en 1864 logra iniciarse en una nueva congregación, las Hermanas de María Reparadora , de espíritu jesuítico, donde toma el nombre de María de la Pasión. De forma inesperada -ya que esta congregación no era misionera- fue enviada a la India, donde permanecerá 11 años misionando.

Después de varias destinos y oficios, Superiora primero, y luego Provincial, a los 28 años, cuando recorre fatigosamente todo el sur de la India, encontrándose con su infeliz pueblo, con el clero misionero, con los estirados representantes de la autoridad colonial británica, y anglicanos y protestantes, piensa que la misión debe encararse con un espíritu amplio, mariano, adherido al Papa, y en profundo espíritu franciscano, para poder unirse a los más pobres de los pobres. A la manera como lo ha hecho en nuestros días Teresa de Calcuta. En 1874 es enviada a fundar una nueva casa en Ootacamund , en la diócesis de Coimbatur . Es allí donde, con profundas dudas sobre la eficacia de la misión tal cual encarada por su congregación, decide, junto a otras veinte hermanas, separarse de ella. Precisamente esa decisión, según ella misma la relata en sus memorias, la toma frente a una reproducción de la imagen de Madre Admirable que se encuentra en el lugar, y donde dice adiós a sus otras hermanas en noviembre de 1876.   

           De allí va con tres de sus religiosas directamente a Roma, a ver al Papa Pío IX y someterle su deseo de fundar una congregación exclusivamente dedicada a la misión. Pero antes que nada, al día siguiente de llegar, se dirige al santuario de Madre Admirable donde permanece largas horas en oración. Otra vez vuelve a ascender con sus compañeras las escaleras de Trinità dei Monti, donde se halla el santuario de Madre Admirable, el 3 de Enero de 1877, esperando ansiosamente la respuesta papal. Desde el 3 al 6 de Enero las hermanas escuchan Misa en Madre Admirable y, finalmente, el siete, reciben la noticia de la aquiescencia de Pío IX.

Dirá gozosa: "María será siempre nuestra Madre Admirable: para ella hemos trabajado, rezado y sufrido, todo está grabado en su corazón". Su congregación se llamará "Misioneras de María".

Y escribirá en 1884, " ir a los pobres desde María, a los pequeños, a los pecadores es una necesidad de mi alma ". Y esa necesidad la quiere llevar a sus hijas, sus religiosas: " Mis hijas no serían mis hijas si no les pudiera transmitir este mi mariano propósito ".

Funda, por pedido del Papa, una casa de formación en Francia y, la eclosión de vocaciones jóvenes es prodigiosa. Debe volver a Roma para dar a su Instituto reglas definitivas y busca una orden que le preste su apoyo espiritual. Sin vacilar recurre a su viejo amor: San Francisco, a quien nunca había dejado de llamar "mi padre", desde su época de Clarisa. Es recibida por el ministro general de los Hermanos menores y su congregación es adscripta a la Tercera Orden Franciscana. Serán, pues, las "misioneras franciscanas de María". De allí el vitral de San Francisco a la izquierda de nuestro ábside y el crucifijo de San Damián presidiendo el ingreso a los salones parroquiales al fondo del gran corredor de entrada, huellas de su paso por esta casa y parroquia a la cual han legado su carácter y espiritualidad. Desde entonces, en medio de cruces e incomprensiones y acusaciones de los envidiosos y envidiosas de siempre, la congregación de María de la Pasión se multiplica. En 1896 León XIII aprueba definitivamente sus Constituciones, escritas por ella. Ochenta y seis fundaciones se desgranan sobre todos los continentes con unas 3000 religiosas y, desde entonces, prolifera multitud de vocaciones jóvenes, de hijas de María de la Pasión y de Madre Admirable.

  En 1900 recibe la noticia del martirio de las siete asesinadas en la revuelta de los Bóxers. "¡Mis siete dolores y mis siete alegrías!", exclama. Y entonará, junto a las presentes, un "Te Deum" de acción de gracias. Con lágrimas en los ojos habla de la "¡ Alegría de tener ahora siete verdaderas Franciscanas Misioneras de María !" y, verdadera madre, afirma: "Mis primeras siete verdaderas hijas". Inmediatamente, cientos de hermanas se ofrecen para reemplazar a las mártires. Poco después enviará, elegido de entre tantas ofertas, un nuevo grupo, entre ellas una joven hermana, otra Beata, Maria Assunta, que muere pocos años después agotada por su entrega y por el tifus y que asombraba a los chinos con su generosidad y su profunda piedad a la Eucaristía. Esa Eucaristía que tanto amaba María de la Pasión y sigue, también, inspirando la espiritualidad de nuestra parroquia.

Y siguen las fundaciones y la explosión de vocaciones: casas en Florencia, Natal, Irlanda, Estados Unidos, Macao, Chile... Después de su muerte, aquí, Argentina, Arroyo entre Carlos Pellegrini y Suipacha. Finalmente, a los 65 años, tras una breve enfermedad, el 15 de Noviembre de 1904 María de la Pasión muere en San Remo. El día de su amada Madre Admirable, hoy, es beatificada por el Papa.

De esta savia y este espíritu se nutren todavía hoy las 7700 franciscanas misioneras de María provenientes de 78 países y que se desparraman por su única patria: el mundo necesitado de Dios, como quería María de la Pasión. Ese mundo tan amado por Jesús y por su Admirable Madre y, desdichadamente, por falta de verdadera misión, tan lejos de ellos.

Las Hermanas Franciscanas misioneras de María no son un milagro menor de Madre Admirable. Recordemos que, cuando en 1876, en Ootacamund, en la India, María de la Pasión se encuentra rezando frente a una reproducción de su imagen, solo han pasado 32 años desde que en Trinità dei Monti, la hermanita Paulina Perdreau , novicia del Sagrado Corazón, la ha pintado en un arranque de devoción mariana y que es el mismo Papa Pío IX -el que aprobaría la iniciativa de la fundadora de las Franciscanas de María- quien, al descubrir el fresco de Madre Admirable en una de sus visitas al convento del Sagrado Corazón, un 20 de octubre de 1846, le dio su nombre: "¡ Esta si que es una 'madre admirable' !" Cómo en tan poco tiempo esa imagen desconocida había llegado a la India, no lo sabemos.

De todos modos, nosotros debemos a ellas el que nuestra parroquia hoy lleve con orgullo el título de Madre Admirable. También el óleo que, a la entrada, adorna nuestro templo, ha sido pintado por una religiosa de las Franciscanas Misioneras de María, de la cual no hemos podido averiguar el nombre. A principios de siglo; seguramente, pues, contemporánea y conocida de la Beata María de la Pasión y de las siete santas mártires de la China. Emocionante reliquia de nuestra parroquia.

Que Madre Admirable, Madre de madres, de multitud de hijas a las cuales, de una manera u otra, ha engendrado a la vida verdadera, -que no es precisamente la biológica, sino la de la gracia, la del camino de Jesús que lleva a la Vida- siga, en su serena imagen, llamándonos a ser auténticamente cristianos, dándonos esa paz y serenidad que es necesaria para proclamar, todos, religiosos y laicos, especialmente nosotros, feligreses de Madre Admirable, el mensaje de Jesús, en franciscana pobreza interior y austeridad de vida, en adhesión al Papa, en amor a María y a su Hijo Eucaristía, en verdadero espíritu maternal, el de las que, antes que nada, quieren, para sus hijos, el ser engendrados, nacidos, para siempre en el cielo.

Así pues, Madre Admirable, ruega por nosotros y por nuestras madres.

Beata María de la Pasión, prémialas con la verdadera maternidad.

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