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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1972. Ciclo A

6º Domingo durante el año  
(GEP 13/02/72)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-37
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás", y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: "No cometerás adulterio". Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti; es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. También se dijo: "El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio". Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: "No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor". Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.

SERMÓN

Suele ocurrir que se nos acerca alguna persona y nos pregunta: “Padre, llegué a Misa a mitad del sermón, ¿me vale?” o “Hace 57 minutos que comí un sándwich, ¿puedo comulgar?” o “ Me he alimentado con tantos gramos y centigramos de proteínas ¿rompí el ayuno?

¿Quién duda de que aquel que hace estas preguntas se encuentra bastante lejos de captar el espíritu del precepto dominical o el sentido del ayuno o, simplemente, el sentido del cristianismo? Se parecen a aquel ladrón temeroso de Dios que había escuchado a un moralista que robar solo era pecado grave sobrepasada una suma X y andaba muy tranquilo con su conciencia asaltando a diestra y siniestra, pero devolviendo a sus víctimas lo que superaba dicha cifra. O a los novios que viene a preguntar cuál es el máximo permitido en sus efusiones pasionales sin caer en pecado mortal. O la señora adinerada que averigua si con tantos pesos en la calderilla del ciego cumple con su deber mensual de la limosna.

Están todos cruzando la calle con el semáforo amarillo, con el suficiente miedo para no caer en el rojo del mal, pero sin la suficiente generosidad para vivir plenamente en el glauco del bien.

Se mueven dentro de la ley como si creyeran estar en una jaula en donde, cuánto más cerca de las rejas, mejor les parece que están, sin darse cuenta de que es allí donde menos libertad de movimiento tienen.

Atalayan desde las fronteras del bien y del mal las tierras de nadie del pecado, sin atreverse a la aventura cruel de la nequicia, pero sin gozar de la libertad constructora de la seguridad del interior. Zigzaguean a los bordes del camino real mirando a las cunetas. En vez de lanzarse raudamente en el espacio abierto del medio de la ruta recitan en sus vida el torpe juego de los máximos y los mínimos. La relación con Dios se transforma en un intrincado código de permisiones y prohibiciones. El Omnipotente se convierte en un agente de tráfico con una libreta de boletas en la mano, presto a consignar la infracción. Y ser buenos se limita a tener el registro impoluto, sin antecedentes, o con las infracciones prestamente condonadas por la lenidad del juez o la complicidad coimera del ujier del tribunal de faltas del confesionario.

Porque, si por la miseria y la ignorancia de os hombres, Dios ha debido señalar los límites extremos detrás de los cuales el ser humano solo puede encontrar la frustración y la nada del pecado, eso no quiere decir que el hombre y la sociedad puedan llamarse tales por el solo hecho de no transgredirlos. No basta para ser un buen chofer no pasar nunca la velocidad máxima; ni para ser buen médico no recetar venenos; ni para ser buen ciudadano no pisar el césped ni escupir en la acera.

Tampoco basta para ser un buen cristiano no matar al prójimo; ni para ser un buen marido, no ser adúltero; ni para ser hombre de palabra no jurar en falso; ni para ser católico venir a Misa.

Es solamente dentro de las leyes como el hombre puede realmente hacerse hombre. Pero no es cumpliendo solamente las leyes como se hace en efecto hombre.

El rio no puede correr sin los márgenes estrechos de sus orillas, pero es en el centro de su cauce y no en las orillas donde se hacer realmente veloz.

Por eso, aunque el verdadero cristiano cumpla –aún sin darse cuenta- las leyes, los mandamientos, no basta para ser buen cristiano cumplir solamente estas leyes y estos mandamientos.

Y, por ello, el cristianismo siempre se ha negado a legislar demasiado. Ha querido, en cambio, infundir un espíritu, transformar el interior del hombre, trocar los corazones. No le ha interesado modificar códigos ni estructuras –de nada vale cambiar las leyes si nadie ha de cumplirlas, ni las estructuras si las han de ocupar los mismos mediocres-.

Vean, en esta sociedad sin alma en que vivimos, cómo se multiplican las leyes, las disposiciones, las ordenanzas, los decretos y, lo mismo, cada vez estamos peor y la convivencia se hace más difícil.

Y así Cristo no vino a dictar más leyes. Le bastaron las de Moisés y, en el fondo, vino a liberarnos de ellas, porque, sin dejar de cumplirlas, nos ha dado un espíritu que nos permite no sentirlas.

Porque el que flota en la orillas del rio siente el obstáculo de sus márgenes y quizá se golpee con las rocas o encalle; pero el que lo hace en el centro, ni se da cuenta de que los márgenes existen .”Ama y haz lo que quieras”.

El evangelio no es un sistema de prohibiciones ni de negativas, es una fuerza vital, eclosión de energías, plenitud de desarrollo, camino de felicidad.

Ser cristiano no es solo privarse de ciertas cosas, sino seguir el sendero del hombre perfecto: Cristo, hombre y Dios.

La ley pesa para aquel que solo se ocupa de evitarla; pero aquel que sencillamente quiere ser cristiano la cumple sin sentirla.

Cristianos, sientan el llamado de Dios pronunciado hoy en el evangelio. El no los ha elegido para ser esclavos de la ley, sino para ser libres con la libertad del santo. No los ha invocado para que eviten apenas el pecado sino para que adelanten por el camino de la perfección.

Avanzar hacia la meta no es tan solo evitar los precipicios.

Mientras queramos jugar a ser cristianos siendo en el fondo paganos y cumpliendo ocho o nueve mandamientos, nuestra justicia no será mayor que la de los fariseos. Y “les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos.

No: “sed perfectos, como mi Padre es perfecto”.

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