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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1981. Ciclo A

4º Domingo durante el año  

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo: Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: «Bienaventurados los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Bienaventurados los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Bienaventurados vosotros, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alegraos y regocigaos, porque tendréis una gran recompensa en el cielo »

SERMÓN

Las intenciones de Mateo al escribir su evangelio centrando su atención en la proclamación del Reino de los Cielos , tal cual afirmábamos el domingo pasado, se ponen en evidencia también en este pasaje que acabamos de leer.

Sobre todo si lo comparamos con la versión que, de las Bienaventuranzas, trae San Lucas. Ni Marcos ni Juan las mencionan. Son distintas. Antes que nada porque, en Mateo, vienen encuadradas en el largo discurso llamado Sermón de la Montaña , que, en Lucas, es muchísimo más breve, sin mencionar ni siquiera que fue pronunciado en una montaña. Dice Lucas: “habiendo bajado con ellos se detuvo en un lugar llano (…) y alzando sus ojos sobre sus discípulos decía: “Bienaventurados…

Sermón de la montaña , Dante Gabriel Rossetti
1862. Vitral, Iglesia de Todos los Santos, Selsley, Gloucestershire,

En cambio, hemos oído a Mateo ” En aquel tiempo, Jesús, al ver a la multitud, subió a una montaña, se sentó y sus discípulos se acercaron a él .” Es que el lugar real donde Cristo pronunció todas estas frases que componen hoy nuestro Sermón de la montaña no interesa demasiado como hecho. Probablemente el discurso esté compuesto por frases de Jesús dichas en diversas circunstancias y lugares, y aquí reunidas por Mateo. Pero es que a Mateo le interesa mencionar a la montaña porque, como hemos dicho el domingo anterior, está mostrando a Jesús como el fundador , a la manera de Moisés, del nuevo Pueblo de Israel, el definitivo Reino. Y así como, en el Antiguo Testamento, se presenta a Israel fundado por Moisés desde una montaña -desde el monte Sinaí- con leyes promulgadas en tablas, así Mateo muestra a Cristo creando al nuevo y definitivo Pueblo de Dios, en otra montaña, con la novísima y sorprendente legislación evangélica contenida en este largo discurso.

Pero la comparación con Lucas nos muestra más diferencias entre uno y otro. Mateo escribe para cristianos convertidos del judaísmo . Lucas, para cristianos de origen pagano . De allí que, en Lucas, todo lo que suene a problemática o lenguaje excesivamente judíos es dejado de lado como ajeno a los intereses de su auditorio. Entre otras cosas, reduciendo las ocho bienaventuranzas de Mateo a solo cuatro.

Como no podemos, por falta de tiempo, explicar el porqué de esta reducción –Lucas evitará las que solo puede entender bien un judío-, ni comparar cada una de las bienaventuranzas, detengámonos brevemente solo en la primera.

Lucas trae: “ Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios ”. Mateo: “ Bienaventurados los que tienen ‘alma de pobres' porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos ”. El tono de Mateo es más religioso ‘ alma de pobre ' -o, más literalmente, ‘ pobres de espíritu ' que nuestras traducciones modernas evitan porque la expresión se ha convertido en un calificativo desdeñoso-. El tono de Lucas, más sociológico, habla sencillamente de ‘pobres'.

Es que, detrás de Mateo, está todo el Antiguo Testamento y, con ese lenguaje, habla a sus hermanos judíos. Frente a Lucas, en cambio, se encuentra la enorme masa de los paganos del imperio romano, en su mayoría gente desposeída y manejada por gobernantes y oligarquías corruptas.

La tradición judía, en los últimos siglos antes de Cristo, no solo había, mediante los profetas, condenado la rapacidad y lujo de sus dirigentes, sino que había transformado a la pobreza en un valor y categoría casi religiosos. Entre los paganos, en cambio, la pobreza era una injusta desgracia.

Es que, la experiencia de la prosperidad, en la historia de Israel, había sido desastrosa. La Escritura recordaba su historia señalando como, desde el comienzo, pero sobre todo en épocas monárquicas, la abundancia de bienes había sido siempre ocasión de apostasía, de pecado. Los profetas, sobre todo los del reino del Norte, habían clamado uno tras otro contra la corrupción de los ricos.

Ciertamente por el cúmulo de injusticias, avideces, apetitos desordenados, lujuria que la riqueza suele generar y por el abuso del poder que a ellas compaña. Pero sobre toda –tronaban los profetas- por el olvido de Dios que ellas conllevan casi siempre.

El hombre rico, próspero –y las naciones tales- se siente excesivamente seguro de sí mismo, confía en sus bienes, en su habilidad, en su capacidad para solucionar todos los problemas. Piensa que puede satisfacer por si mismo todas sus necesidades -en todo caso generando nuevas riquezas- prescindiendo de Dios. En todo caso lo divino, supersticiosamente, podría ayudarlo a conservar y reproducir sus bienes, pero jamás podría convenirse en motivo de amor y mucho menos en último fin. La tendencia, finalmente, desechada la superstición, sería opinar que es posible dejar de lado a Dios en la realización de sus fines terrenos, bastando las solas fuerzas humanas: sus propias fuerzas.

En la historia tanto Israel como Judá –clamaban los profetas e interpretan después los redactores de su historia- esto había sido funesto. Abandonaron a Dios para poner su confianza en sus riquezas, en sus tropas, en sus alianzas con los poderosos de este mundo –Egipto o Babilonia o Siria-. Así frustraron los designios de Dios para con Su Pueblo, siendo ambos reinos finalmente aniquilados. Sus ingentes haciendas y tesoros pasaron a manos de otros pueblos, junto con sus reyes y sus ciudades y templos.

Si bien se seguía esperando que el Reino de Dios fuera un día reconstruido por un Mesías, un nuevo Rey, en algunos círculos judíos se creía que este nuevo reino sería construido no sobre los poderes y riquezas terrenos, sino sobre un grupo de judíos escapados a la tentación de la riqueza y el humano poderío.


Sofonías

Lo hemos así escuchado en la primera lectura, al profeta Sofonías . “ yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, y ese Resto de Israel pondrá su confianza en el Nombre del Señor ” Y muchos grupos de judíos, entre ellos los esenios y, en su origen, los fariseos, intentaban vivir así, esperando la intervención de Dios.

Lucas, hablando a paganos que no contaban con estos antecedentes culturales, se fijaba más en la corrupción moral de los ricos. Mateo apunta directamente al aspecto religioso, de allí su ‘alma de pobres '.

Es que la pobreza, llevada con humildad, no con resentimiento y ambición, evita desde el vamos la falsa seguridad de la riqueza. Falsa –digo- porque aún si en lo intramundano fuera capaz de asegurar siempre la felicidad individual y el poder de las naciones –cosa que sin duda logra hacer la mayoría de las veces, mientras dure, que ya sabemos la precariedad de su tenencia-, en última instancia es incapaz no solo de evitar el magno e inevitable traspié de la muerte sino que -y esto es lo fundamental- carece absolutamente de todo valor para adquirir con ellas la eternidad (1).

Peor aún: el que está acostumbrado a conseguir todo con su dinero, con su poder, difícilmente acepte que el Cielo se consigue como regalo, como don, como gracia de Dios. La riqueza crea una psicología de autosuficiencia que se transforma fácilmente en cerrazón a la vida de la gracia.

De allí que tanto en ésta como en las demás bienaventuranzas, Mateo y Lucas emiten, en contraste paradojal intencionalmente buscado, una advertencia al rojo vivo contra todo aquello que pueda crearnos la psicología del satisfecho, del instalado, del contento. Son la paciencia, la aflicción, el llanto, la humillación, la persecución, las que son capaces de ser ocasión privilegiada, por la gracia de Cristo, de encuentro con Él y, por tanto, de fundación, en nosotros, de Su Reino.

Así inaugura el nuevo Moisés su Reino: proclamando estas leyes que desafían la cordura humana, pero que cambian los caducos y falsos valores humanos por la riqueza del verdadero Reino. El único en donde no hay quiebras, ni enfermedades, ni decepciones, ni amenazadas alegrías, ni muerte.

1-Lucas enseñará, empero, el modo de usarlas para que también rindan frutos de cielo.

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