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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

2002. Ciclo a

3º Domingo durante el año  
(GEP 27/01/02)     

Lectura del santo Evangelio según san Mt 4, 12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres» Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

SERMÓN

 

      A fines del siglo XIX, bajo el dominio otomano, en la costa noroeste del lago de Genesaret , había una elevación, una pequeña colina artificial, un 'tel', de donde afloraban restos de muros y viejas construcciones, que los árabes llamaban Tel-hum . Los franciscanos, desde siempre custodios de Tierra Santa, a pesar de la continua persecución musulmana, mal que bien protegidos por las potencias europeas, presintiendo la importancia de esos terrenos, se los compraron a la tribu beduina de los semekiyeh , que utilizaban el lugar para plantar en él ocasionalmente sus tiendas de campaña.

El lugar podía tener valor, porque una antigua tradición localizaba allí la antigua Cafarnaún . Los franciscanos comenzaron las excavaciones en una particular prominencia del terreno que debía ocultar seguramente una edificación importante. Las primeras exploraciones fueron iniciadas en 1905 por el arqueólogo alemán Karl Watzinge , continuadas por los franciscanos von Meneden , en 1915, y por el Padre Ofali, en 1921. De todos modos las indagaciones más importantes y sistemáticas las realizó el arqueólogo italiano padre Virgilio Corbo desde 1969 a 1985. En esa particular elevación por la cual se iniciaron los trabajos se descubrieron los restos de una sinagoga que, al darse a luz, suscitaron la emoción de todos los cristianos, ya que los evangelios se referían explícitamente a las repetidas veces que Jesús había estado en la sinagoga de Cafarnaún. En realidad las investigaciones de Corbo demostraron que esos restos -que son los que el visitante puede mirar hoy- pertenecen a una sinagoga del siglo IV, es decir posterior a nuestro Señor, pero construida sobre el mismo lugar en donde se levantaba la vieja sinagoga del siglo I, de la cual se han conservado un pavimento de piedras de tamaño regular y unos muros de basalto negro sobre los que directamente descansan los muros de caliza blanca de la sala de plegarias de la sinagoga posterior.

Según las excavaciones realizadas, Cafarnaúm -literalmente "la ciudad de Nahúm"- poblada desde la edad del bronce medio -segundo milenio antes de Cristo- y devastada por el Islam en el siglo X después de Cristo, era, en la época del Señor, una ciudad pequeña, de no más de 10000 habitantes, pero pretenciosa y acomodada. Se hallaba edificada junto a una de las rutas más importantes del país, "el camino del mar", y servía de puesto fronterizo entre la Galilea , a la que pertenecía, y la tetrarquía de Filipo , cuya ciudad Betsaida se hallaba también junto a la ribera del lago, pero al otro lado del Jordán. Por esta razón Cafarnaún tenía aduanas y, por tanto, vivían en ella, con cierto lujo, bastantes recaudadores de impuestos, es decir publicanos. Uno de ellos Mattai Levi Ben-Ileptai -es decir 'Mateo Leví, hijo de Alfeo'- llamado en algún momento a seguir al Señor y autor de la versión hebrea del evangelio que estamos leyendo los domingos este año.

Por esta misma razón de ser ciudad fronteriza había en ella una guarnición militar del ejército romano, en teoría al servicio de Herodes Antipas . Muy probablemente una centuria. Su capitán o centurión tenía también allí su residencia, seguramente en una importante casa con varios criados. Asimismo este personaje, del cual la historia no ha guardado el nombre, aparece en los evangelios, presentado como respetuoso de los judíos y hombre de fe. De él nos queda una de las frases más famosas de nuestra liturgia: " Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa ."

La población, además del comercio y servicios -entre ellos mujeres de mala vida que ejercían su profesión entre la soldadesca- vivía de la pesca obtenida en el lago y de la producción de aceite de oliva -para el cual se han encontrado, en las excavaciones, grandes depósitos y tinajas-. La parte de la ciudad hasta ahora descubierta comprende una gran calle mayor (el ' cardo maximus' ) -que puede seguirse en dirección norte sur en unos 125 metros de recorrido- flanqueada, a derecha e izquierda, por varias manzanas de casas de varios ambientes ( insulae, en latín) y, al fondo, el gran edificio de la sinagoga.

El ejemplar más completo del tipo de casas de Cafarnaún es la llamada Ínsula II , contigua a la sinagoga. Extenso conjunto de habitaciones y patios, donde evidentemente vivía una gran familia de muchos miembros junto a sus criados. Las paredes son de mampostería de basalto con una altura máxima de 3 metros. Su techumbre, probablemente, ramaje con tierra batida y paja. De vez en cuando hay escaleras de piedra, pegadas a las paredes exteriores, que dan acceso al tejado. El piso de los cuartos es de empedrado irregular. Los vanos tienen jambas para puertas. En ocasiones las paredes tienen cinco o seis ventanales; evidentemente más para la ventilación que para la luz, ya que las actividades se realizaban en los patios. La ventilación era obligada pues la temperatura de Cafarnaún puede llegar en el verano a los cuarenta grados. La luz, de noche, se lograba poniendo bien alto lámparas de aceite, de las cuales se han encontrado allí unas cuantas. " No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa " (Mt 5, 15-16). En cambio, en ningún lugar de la ciudad, se han encontrado desagües o conducciones de agua, lo que puede explicarse por la proximidad del lago, que facilitaría directamente los servicios higiénicos necesarios. Es probable, sin embargo, que, cuando se encuentre la mansión del centurión o el cuartel, allí haya acueductos y cloacas, ya que los romanos no podían vivir sin ellos.

De todos modos el lugar más emocionante de todas las construcciones hasta ahora halladas es la Ínsula III o Ínsula sacra , identificada, sin el menor lugar a dudas, como la casa de Pedro. Se han encontrado en ese sitio los restos de una basílica octogonal bizantina del siglo IV destruida por los mahometanos y edificada sobre lo que fue ya, a fines del siglo I, una 'domus ecclesiae', una 'iglesia doméstica', es decir un lugar de culto cristiano que giraba alrededor de una de las antiguas habitaciones de la ínsula y cuyas paredes están llenas de 'graffiti' con los nombres, en hebreo y griego, de Cristo y de Pedro.

Esta ínsula es muy parecida a la segunda, que ya describí. Casi al borde del lago tenía una entrada que daba a una explanada sobre la calle mayor y, hacia el interior, un patio de unos ochenta metros cuadrados. A él se abría media docena de habitaciones, algunas con los clásicos ventanales y con la escalera exterior para subir al tejado. Una de ellas seguramente la alcoba donde Jesús curó a la suegra de Pedro.

Empero, fue la más grande de éstas la que luego se convirtió en capilla. Dada la veneración con la que ha sido tratada, es casi seguro que se trata de la habitación destinada a Jesús mientras vivió en la casa.

Quien, en nuestros días, visite el lugar, encontrará allí perfectamente ubicadas las escenas del evangelio en donde se habla de cómo la multitud se apiñaba a la entrada de la casa o cómo no cabía en el patio. Incluso verá la escalera por donde los amigos del paralítico subieron al techo para, abriendo la enramada que daba sombra al patio, descolgar su camilla frente a Jesús. También, observando el suelo de los aposentos, hecho de piedras desiguales y tierra, comprenderá a la mujer que había perdido la moneda de plata y como debió barrer varias veces para encontrarla.


Entre la casa y el lago, limpiarían sus redes Simón y Andrés con sus empleados. La gran barca o barcas estarían allí cerca amarradas a un pilote o a un muelle de madera desaparecido. Quizá como la barcaza del siglo I A.C descubierta en la gran bajante de 1986 en el fondo limoso del lago: 8 metros de largo, tres de ancho, calafateada con alquitrán del Mar Muerto, puente trasero, un mástil, cuatro bancos de madera para remeros. Si bien no eran lo que se dice millonarios, Simón y Andrés tenían, pues, su próspera Pymes -no fundida como las argentinas actuales- capaz de mantenerlos sin angustias económicas y desahogadamente.

El pescado era uno de los principales elementos de la dieta palestina y generaba un movido comercio alrededor del lago. La empresa de Pedro no solo se dedicaría a la pesca sino al procesamiento posterior y comercialización de las presas. Se los conservaba en escabeche, o se los secaba y salaba, o se vendían frescos a los lugareños, que los comerían hervidos o asados, o cocinados con huevos y leche, como nos han llegado recetas de la época. Se fabricaría también harina de pescado y aceite. Para hacer todo esto y llevarlo registrado como correspondía, ciertamente Pedro y Andrés -como Santiago y Juan- debían saber leer y escribir, y realizar algunas operaciones aritméticas. No eran precisamente pordioseros analfabetos los primeros seguidores de Jesús y, menos, si de esa ciudad contamos también al Licenciado Contador Mateo. Tuvieron mucho que dejar y mucho que perder -(excepto, Pedro, la suegra)- para seguir a Jesús.

El asunto es que, tal cual cuenta nuestro evangelio de hoy, Jesús parte de Nazaret para establecerse, allí, en Cafarnaún, que será el campamento base de todas sus actividades antes de encaminarse finalmente a Jerusalén. Tanto es así que Cafarnaún será llamada "su ciudad".

Sus primeras misiones las desarrollará, allí, en Galilea, alrededor del lago. Sus primeros oyentes y seguidores los sacará de esa población más o menos homogénea, de gente laboriosa y de buen pasar. No empezará ni por las grandes ciudades, con sus clases altas y sus políticos, como podían ser Séforis, o Cesarea o la misma Jerusalén; ni por los proletarios ni los desheredados. También se dirigirá a ellos, por supuesto, con éxito relativo; pero su gran auditorio estaba compuesto de gente común, artesanos, profesionales, labradores, soldados, familias asentadas. Gente fundamentalmente buena y honesta, amadores de su patria y de los suyos, y a la vez no absorbidos por las luchas de poder, ni, tampoco, degradados por la miseria, sino abiertos, en religión y cultura, a las cosas bellas y verdaderas y, finalmente, a la búsqueda sencilla de Dios.

Mateo ve en este aquerenciarse de Cristo en Cafarnaún el cumplimiento de la vieja profecía de Isaías -(primera lectura)- hecha cuando esos territorios se habían transformado en provincia asiria con la invasión de Teglatfalasar III a fines del siglo VIII AC, avizorando un vástago real que les traería la luz y la liberación. Desde entonces esas tierras que habían pertenecido a las tribus de Zabulón y Neftalí se llamaron despectivamente "Territorio de los Gentiles", en hebreo " Galilea ha Goim ". Aunque con los Asmoneos el territorio galileo había sido reconquistado y vuelto a judaizar, perdida ya la resonancia de su etimología conservaba su nombre y los fariseos, que se concentraban en los alrededores de Jerusalén, miraban a sus habitantes, por más religiosos que fueran, por encima del hombro. Es ante ellos -varios lustros después de los sucesos- que, con esta profecía, Mateo quiere justificar en su evangelio que Jesús haya salido de Galilea y no de Belén o Jerusalén como pretendía el fariseísmo. (Es verdad que en época nazi hubo algún exégeta desubicado -por ejemplo Grundmann en 1941- que intentó afirmar, basado en su origen galileo, que Jesús no había sido judío; pero esta tesis no tiene el menor asidero en los hechos.)

La cuestión es que, con nuestro pasaje de hoy -terminada la misión de Juan, superadas las tentaciones del desierto- Jesús comienza decididamente a anunciar el Reino y, para ello, llama a su lado hombres -varones y, digámoslo, también mujeres- que habían de abandonar todo para seguirlo, dar testimonio de El y proseguir su obra. Son los "discípulos", los verdaderos discípulos; no las multitudes que se apiñan solo para aprovechar sus milagros sus favores o este o aquel aspecto de su enseñanza.

También a nosotros nos llama Jesús; y ya sabemos que, para seguirlo en serio, para ser sus discípulos, no solo sus oyentes, es necesario dejar no solo el pecado, sino muchas cosas no siempre malas, a veces todo, hasta la vida. Quizá sea éste que estamos pasando un buen momento para decidirnos a seguir a Cristo no simplemente como los muchos -un bautizado más, cristiano de a ratos, de a épocas- sino como sus íntimos. Tiempos de despojo a los cuales nos obligan, a tantos que no estábamos quizá acostumbrados a las privaciones, las circunstancias dramáticas que estamos viviendo. Hoy Jesús nos llama a nosotros, que no somos ni millonarios ni miserables, pero que nos impone límites no esperados lo increíble que nos está sucediendo a los argentinos.

Cuando todo iba razonablemente bien, salvo excepciones, nunca nos decidimos a renunciar a demasiado para seguir a Jesús. Ahora que, sin haberlo elegido, tenemos que dejar, sin querer, lo que no hubiéramos querido ¿no será el momento de ponernos a seguir de veras a nuestro Señor? ¿convertirnos verdaderamente en sus discípulos? ¿comenzar a hacernos santos?

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