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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1989. Ciclo C

23º Domingo durante el año
(GEP, 1989)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo: Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de vosotros, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar" ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo»

Sermón

Como ustedes saben, cada evangelista –Mateo, Lucas, Marcos, Juan- se toma cierta libertad para elaborar las palabras de Jesús, adaptándolas a los destinatarios de sus respectivos evangelios, de modo que respondan más adecuadamente a las intenciones del Señor. El pasaje que hemos leído hoy viene a continuación de la famosa parábola -que también trae Mateo- en donde el dueño de casa, después de que su invitación a la cena había sido rechazada por todos sus invitados, manda a su sirviente a los caminos y a lo largo de los cercos para que insista a todos los que encuentre a que vayan a llenar su casa.

Pero, esta parábola -que Jesús había pronunciado para decir a los judíos que no querían escucharle que su iglesia se llenaría de hombres de todas las naciones- años después, fuera de ese contexto, podía entenderse como si, para seguir a Cristo, no hubiera ninguna condición que llenar. Mateo, entonces, introduce el episodio del invitado que no tenía puesto el vestido de fiesta y es echado; mostrando así que no bastaba estar en la sala de cualquier manera y Lucas, que no habla del vestido de fiesta, en cambio introduce, en este lugar, el trozo evangélico recién leído.

Ya, desde el vamos, se nota el tono selectivo de este pasaje “ iba junto a Él una turbamulta ”, es la traducción más precisa del primer versículo. Ir “junto” a Jesús o “alrededor” de Jesús, se contrapone al “seguir” a Jesús, ser sus discípulos, de lo cual habla después.

Y para ser más despectivo todavía a estos que revolotean alrededor de Jesús, Lucas los llama no ‘gentío', como dice nuestra traducción, sino ‘ ojlos' en griego, que viene de un verbo - ojleo - que significa mover, agitar, turbar, molestar. Se trata, pues, de una turba, de una masa agitada, de una muchedumbre desordenada que mariposea alrededor del Señor atraída por su fama.

Ya el griego de la época clásica tenía un profundo desprecio por esta masa propicia a ser soliviantada por los demagogos; y la oponía al verdadero pueblo que era el que, convocado orgánicamente en los momentos de peligro y puesto sobre armas, era denominado ‘ ecclesia ' que, en griego, quiere decir precisamente ‘convocados', llamados a las armas, de cuyo término vendrá luego nuestra palabra Iglesia.

Por supuesto que también la masa podría ser congregada, agitada y reunida. Pero a esas reuniones tumultuosas, los griegos no las llamaban ‘ecclesias', sino ‘sinagogas', de un verbo ‘ sinagogein ' que significaría reunir, conducir en grupo, arrear juntos, hacer un rodeo.

Y el griego sabía que frente al pueblo organizado, frente a la ‘ecclesía', frente a la nación ordenada, no caótica, ejercitada -de allí, ‘ejército'- frente pues al verdadero pueblo, la sinagoga, la masa agitada, la turbamulta, la montonera, nada puede, aunque supere en número.

De allí que no nos asusten las turbas convocadas por los ‘oclócratas' el viernes pasado. ¿Quién no hubiera podido suponer que, después de casi seis años de prédica masiva de odio y de mentiras, en donde se ha deformado por todos los medios de comunicación nuestra historia próxima, muchísima gente, aún de buena fe, no iba a mostrar su oposición al perdonar y dejar libres a los descriptos hasta el cansancio, señalados, como monstruos surgidos de una mítica Gestapo?

¿Qué se podía esperar de la reacción de los derrotados ayer por las armas y, luego, vueltos a surgir mediante el artilugio perverso de la democracia y de la conducción despótica del ex-defensor de Santucho y sus compañeros marxistas y gramscianos y de toda la fuerza ideológica y comunicadora de la subversión nacional e internacional, y que aun sigue, por otra parte, manejando los medios de difusión y de cultura?

‘Oclócratas', grupos por otra parte minoritarios de politicastros, periodistas, profesores y clerizontes que ni siquiera son capaces de reflejar lo que piensa la gente común que se expresa en las encuestas y, mucho menos, la del verdadero pueblo estructurado en sus instituciones fundantes y raigales y en su espíritu patrio. Y que algún día despertará, no sinagoga vil, turba-multa, muchedumbre agitada, sino pueblo convocado, acaudillado, Iglesia, ejército.

Y ya que estamos: no queremos perdón, indulto. Sí, de nuestros pecados, por supuesto, pero no de hechos de los cuales estamos orgullosos. No basta que puedan retornar nuestros prisioneros políticos a sus hogares. Mientras las autoridades nacionales no reconozcan la moción que en Mayo de 1980 aprobara por aclamación el primer Congreso católico de abogados de la República Argentina y que así rezaba: “ La resistencia del pueblo argentino contra la subversión apátrida, y la represión efectuada por sus Fuerzas Armadas fue legítima, moral y ética ”; mientras no vuelva a reivindicarse esta verdad acallada y deformada por seis años vergonzosamente inconclusos de subversión instalada en el poder; mientras no se anulen todos los juicios prejuzgados por inicuo decreto presidencial, llevados adelante por fiscales de opereta en medio de aplausos falaces y de silencios cómplices y de tribunales que han deshonrado a la justicia argentina aplicando leyes posteriores a los hechos; mientras no se reconozcan los méritos de los que condujeron esa gesta libertadora de la subversión y a los que lucharon en ella y a los que, luego, quisieron gritar esas verdades y salvar la dignidad de las armas nacionales; mientras no suceda eso, este pecado original pondrá en cuestión la legitimidad de toda autoridad y será el SIDA de la moralidad argentina y no habrá para nosotros futuro verdaderamente nacional y cristiano.

Cristo se da vuelta y encara a la masa, a la turba, a los que revolotean junto a él atraídos por dos o tres milagros, por dos o tres frases o slogans, por el gusto de perderse anónimamente en la multitud. No, con esos no se va a hacer pueblo, no va a hacer Iglesia, no va a hacer su ejército. Esos, al primer tiro van a salir pitando. En cuanto les toquen los bolsillos o su posibilidad de negocio o negociado, o sus amoríos más o menos legítimos, o su tranquilidad o su descanso o sus sentimentalismos baratos, van a salir rajando. Jesús no quiere público, no quiere sinagoga, no quiere reuniones de guitarra y de rock, no necesita ganado, ni eunucos, ni afeminados, ni con condiciones, ni ‘hasta cierto punto', ni verdades a medias.

Jesucristo quiere Iglesia, Pueblo, ejército, hombres y mujeres dispuestos a seguirlo, a jugarse, a perder -si fuera necesario- bienes y hacienda, a sufrir cárcel y trincheras, persecución de la sinagoga e insultos de la turba. Y si Él lo pidiera, si Él lo pidiera, a perder la vida, y aún a o los seres queridos…

Y, el que no, “no puede ser mi discípulo”.

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