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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1981. Ciclo A

22º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 21-27
En aquel tiempo: Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida a causa de mí la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y que podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras".

Sermón

Hoy nos encontramos con uno e los pasajes más densos y sorprendentes del evangelio de Mateo. Comenzando por la airada e intempestiva recriminación de Jesús a Pedro.

En ningún otro lugar de los evangelios Cristo utiliza epítetos tan duros que éstos para dirigirse a nadie, ni siquiera a los fariseos, a quienes llegó a llamar ‘ hipócritas' , y a Herodes, a quien denostó como ‘ zorro' . Al bueno de Pedro, que con humanísima y afectuosa solicitud solo pretendía darle un consejo de amigo, le espeta “¡Retírate!”, “¡Quítate de ahí!” “¡Apártate de mi presencia, Satanás!”, “¡Escándalo eres para mi !”

Satanás!”, le dice, que, en hebreo, quiere decir literalmente ‘adversario', ‘enemigo', pero que, aún conservando este sentido en el lenguaje común, solía utilizarse también para designar al ‘príncipe de los demonios'.

Escándalo eres para mi!”. ‘Escándalo' , en griego, significa "obstáculo puesto par hacer caer” o “trampa colocada en el camino”.

‘Enemigo', pues ‘adversario', ‘obstáculo', ‘trampa'.

Fuera de mi presencia!”

Demasiado, en labios del Señor. ¡Pobre Cefas!

Escena tanto más sorprendente cuanto que es continuación inmediata de la que oímos el domingo anterior cuando el Señor eleva al humilde Simón, hijo de Jonás, a la categoría de Roca, de Piedra, dándole el poder de ‘atar y desatar' y entregándole las ‘llaves del Reino de los Cielos'. En otras palabras, nombrándole Papa. Equivocarse

A ese mismo a quien solemnemente acaba de nombrar Papa, a renglón seguido, por haber hablado desacertadamente, lo vitupera y lo deja por el suelo.

Pero. ¿Cómo? ¿Los Papas pueden hablar o actuar desacertadamente? ¿Pueden transformarse en ‘adversarios' de Jesús, en ‘escándalo', en ‘trampa'?

Y, si los papas, entonces,¡mucho más, ‘a fortiori', los obispos y los curas!

Hoy, quizá, muchos católicos vacilarían en responder, quién sabe por qué falso concepto de la Iglesia, del Papado y del sacerdocio en general. En la antigüedad -y sin perder un solo instante la fe-, los cristianos no vacilaban en darse cuenta cuándo tenían un buen Papa o un buen obispo o cura y cuándo no. Si Vds. recorren cualquier libro de arte o han visitado museos europeos, verán pintados en cuadros del Último Juicio decenas de figuras de Papas, de obispos, de curas y de monjes precipitándose a infierno.


Hieronymus Bosch ( 1450-1516) El jardín de las delicias , Prado

Pero será mejor examinar más de cerca la cuestión, porque estas cosas es bueno aclararlas. Muchas perplejidades que los católicos sufrimos frente a ciertas actitudes, enseñanzas, conductas o manifestaciones de obispos e, incluso, a veces de la Santa Sede, se deben a que esperamos de ellos más de lo que tenemos el derecho y el deber de esperar.

Una antigua servidora de casa me contaba que, de chica, creía que los curas no iban al baño. ¡Imagínense qué desilusión cuando se enteró de que, en eso, eran iguales a cualquier hijo de Adán. Lo mismo: si pensamos que todas las monjas y curas son santos ¡qué decepción cuando nos encontramos con la primera monja solterona o liberada y con el cura hepático, avaro o licencioso!

Igual: si tenemos en la cabeza que todo lo que diga el Papa en cualquier circunstancia, o todo lo que digan los obispos, o sus documentos y declaraciones, son infalibles ¡qué problema de conciencia cuando nos damos cuenta de que están diciendo disparates!

Gracias a Dios las cosas no son así y, por eso, podemos y debemos seguir teniendo fe en la Iglesia, aun cuando haya religiosas histéricas, curas maniáticos, sinvergüenzas, tercermundistas o guerrilleros, obispos asnos o politiqueros, o Papas del más diverso jaez, como lo muestra la historia de la Iglesia.

Para elucidar un poco esta cuestión no estará de más examinar de cerca el contraste entre el evangelio del domingo pasado y el de hoy.

Ante el acto de profunda fe de Pedro al declararle a Jesús "Tu eres el Mesías, el hijo de Dios Vivo”, Jesús le dice: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, desde hoy Piedra, fundamento. Porque esto no te lo ha revelado ‘ni la carne ni la sangre', sino ‘el Padre' que está en el cielo”.

Hoy, en cambio, ante la actitud afectuosa pero humana de Pedro al tratar de apartarlo de la Cruz, le dice: ‘enemigo' , ‘piedra de tropiezo' , “porque tus pensamientos no son los de Dios, sino de los hombres”.

¿Ven? El paralelismo antitético es perfecto. Porque ‘carne y sangre' así juntos es utilizado siempre en el Antiguo Testamento, para designar lo que en el hombre hay de puramente ‘humano', ‘natural'.

Ya sabemos que ‘carne', en el lenguaje hebreo y de Jesús, no se contrapone a alma. La división ‘alma' y ‘cuerpo' no es conocida por la mentalidad judía. A nosotros, influidos por la filosofía griega, ‘carne' nos suena a cuerpo y ‘carnal' a pecados de sexto mandamiento. Para la Biblia no es así. ‘Carne' o la dupla de ‘carne y sangre' designan sencillamente a ‘todo el hombre', pero en su condición puramente ‘natural'.

El hebreo sabe que el hombre librado a si mismo, ‘ no es más que un soplo '; sus pensamientos no son capaces de comprender el misterio profundo de la existencia y, menos aún, del llamado que -por medio del Espíritu- le hace Dios a la vida eterna y sobrenatural. Cuando Vds. vean, en San Pablo, la oposición que afirma existe entre ‘el hombre carnal' y ‘el hombre espiritual' o entre ‘la carne' y ‘el espíritu', no hay que entenderlo de ninguna manera como si fuera una especie de antagonismo entre el cuerpo y el alma o entre los apetitos sensitivos y los apetitos racionales. Lo que quiere contraponer Pablo es lo ‘humano' a lo ‘sobrenatural'. Lo que dice ‘la carne y la sangre' a lo que dice ‘el Padre que está en los cielos'. O, en otras palabras –como en el evangelio de hoy- los pensamientos ‘de Dios' y los ‘de los hombres'.

Pedro es duramente reconvenido no porque tenga pensamientos malvados o carnales –en el sentido deformado del término- sino sencillamente porque tiene pensamientos ‘humanos' –buenos, pero ‘solo humanos'-.

Y, porque solo humanos, limitados a la estrechez y falta de visión de su inteligencia finita, mediocre, incapaz de entender los caminos obscuros –a veces por lo excesivamente brillantes- de Dios.

Lo humano es incapaz de alcanzar por si mismo a lo divino. Por lo humano no se llega al cielo. No basta el afecto humano, el amor humano, ser buenitos, para alcanzar al Vida divina. Es necesario acceder a lo ‘sobrenatural', a la ‘caridad'.

Por eso es mucho más peligroso en la Iglesia el ‘humanismo', que la maldad y el error palpables. Una iglesia que solo hablara de amistad, de justicia; que convirtiera a la Misa en encuentro puramente fraterno -Padrenuestros de la mano y cantitos excitantes-; en donde siempre se predicara de amor y de igualdad, de que hay que portarse bien, defender los derechos humanos, y se utilizara la palabra ‘Dios', pero sin explicarlo demasiado, sin llevarnos al sentido de lo sagrado, de la trascendencia, sin hablarnos de la oración y de la mística, de la Cruz y de la ascesis, de la gracia sobrenatural y del cielo, eso sería algo que no chocaría. Estaríamos todos contentos. Se habla de cosas que entendemos, se logran sensaciones sensibles inmediatas. Todos chochos de la vida. No podemos descubrir que se diga nada malo y, sin embargo, nos hemos quedado en un plano puramente humano, natural.

Pero allí no hay salvación. Allí no está el Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo.

Más peligrosos que curas y obispos pecadores, son curas y obispos que prediquen solo un baboso humanismo disfrazado de religión.

Pero allí, entonces, si lo que les interesa es halagar lo humano, seguir los consejos ‘de la carne y de la sangre', meterse en problemas puramente temporales y mundanos, mirar las cosas no desde el Evangelio y los dogmas, sino desde Rousseau, o desde la Constitución, o desde los derechos humanos, o desde las ideas liberales o marxistas, o de la psicología, o desde la sociología o la politiquería, o a partir de la glorificada ‘democracia', allí, fácilmente, curas y obispos –y aún Papas- pueden convertirse en ‘adversarios', en ‘trampas'.

¿Y como sabemos los pobres cristianos cuándo el clero habla en nombre ‘de Dios' y cuando en nombre ‘de la carne y de la sangre'?

Cada uno tendrá que discernir. ¿Está esto de acuerdo con el Evangelio, con los dogmas, con la Tradición de la Iglesia? ¿O está de acuerdo con el New York Times, con La Nación, con Neustadt, con Freud, o con Balbín?

El que habla ¿es un hombre de Dios, que se ve preocupado por la salvación de las almas, por la defensa de la verdad cristiana? ¿Vive como piensa, reza, es responsable en sus tareas y tiene porte religioso? ¿O es un hombre mundano, un buen tipo, sonriente y moderno? ¿Le gusta aparecer en los diarios, ser aplaudido, no quedar mal con nadie, estar entre políticos? ¿Usa el lenguaje del evangelio y de las realidades sobrenaturales; o el vocabulario y mentalidad del mundo?

Claro, ninguna de estas señales es segura. Pero sea como fuere y en las cosas fundamentales, Dios no ha querido que el que quisiera encontrarse con la Verdad y la Gracia, se viera impedido por ‘la carne y la sangre'. Porque todos sabemos que, al menos cuando habla ‘ex cátedra', e. d. definiendo algún dogma sobre fe o moral, el Papa no se equivoca.

Allí, por malo que sea, Dios ha prometido que no errará.

Y, además, tenemos nuestros viejos catecismos, una formidable tradición de dos mil años, millares de escritos de santos y teólogos seguros, que están fácilmente a nuestra disposición.

De los católicos, solo se extraviará el que quiera.

or otra parte, allí están los sacramentos. Me importa un ardite que este cura sea bueno o malo, tonto o inteligente, celebre la Misa rápido o lentamente, con o sin guitarras, me confiese bien o mal, tenga buen o mal aliento. Lo que sé, es que siempre que pronuncie las palabras de la consagración o de la absolución se está renovando el misterio de la redención, el sacrificio del Calvario y de la Última Cena y se me esta perdonando en nombre de Jesús.

De allí que en el pasaje de hoy, finalmente, Jesús insiste en la paradoja de “el que quiera salvar su vida la perderá ”. Aquí ‘vida' indica la puramente humana, la sostenida en la carne y la sangre (1). Otra vez Jesús contrapone esta vida puramente humana, el yo terreno, a la Vida Divina que quiere darnos Dios.

Si queremos guardarnos esta vida, protegerla a toda costa y no ceder ni un ápice de ese yo, de esa vida meramente de hombre, finalmente la perderemos. Pero, si tomando la Cruz, si estamos dispuestos a morir a lo exclusivamente humano a causa de Cristo, entonces, finalmente, podremos reencontrarnos plenamente en la Vida verdadera.

Nuevamente. No hay peligro más grande para el cristianismo que creer que es una doctrina humanista, una moral, una ética, una doctrina.

Es muchísimo más. Es el fabuloso llamado de Dios a, dejando nuestras limitaciones humanas, nuestros mezquinos deseos mundanos, nuestros pavotes puntos de vista terrenos, nuestras tonterías porteñas y nuestra preocupaciones de dólares y de pesos y de multipartidarias, a través de la entrega plena de nuestra vida a Jesús, nos alcemos a las alturas infinitas y dichosas del existir divino.

1- ‘Vida', en nuestra versión, nombra lo que antes se vertía como ‘alma'. En griego ‘psijé', en latín ‘ánima', pero que traducen el término ‘nefesh', hebreo. Como ‘bashar', ‘carne', este vocablo se refiere a todo el hombre, no solamente a una parte. Por eso no se quiera usar ‘alma', ya que ésta suele entenderse como algo distinto del ‘cuerpo'. Cuando Jesús dice ‘ psijé' , ‘alma', se esta refiriendo al hombre todo, pero con un matiz levemente distinto al de ‘carne', puesto que señala en el hombre lo que tiene de más ‘personal', de ‘yo', de ‘ego', de ‘vida humana'. Así pues, mejor que ‘el que pierda su alma', esta dicho ‘el que pierda su vida'.

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