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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1980. Ciclo C

16º Domingo durante el año
20-06-80

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocu­pada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude» Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada»

Sermón
       
-I-

En København , Copenhague, Dinamarca, estuvo, la semana pasada, en sesiones, la Reunión mundial de la mujer . En ‘frases de la semana' de ‘La Nación', aparece una que pertenece a un mensaje a la reunión del coronel libio Omar Khadaffi –últimamente popularizado por la novela ‘El quinto jinete' 1-. La frase era así: “La mujer oriental es un objeto que se compra y se vende y la mujer occidental es una unidad de producción y un valor económico. La mujer no es reconocida ni como ser humano en Oriente ni como mujer en Occidente

No creo sea un gran frase, pero es curiosa por de quién proviene. A este nivel habría que agregar las acusaciones del otro loco de Ruhollah Khomeini , que habla de la mujer en Occidente, como mero objeto de lujuria: “Todas descocadas ”, dijo, “ a las cuales la mujer iraní no debe imitar ”, obligando a estas últimas a volver a los velos que había eliminado el régimen del Sha y a cubrirse el rostro. Bueno, ni tanto ni tan poco, diría uno.

El asunto es que ciertamente el islamismo con su disparatado Corán, como el hinduismo, el confucianismo, el budismo –ed. casi todo oriente-, somete a la mujer, frente al varón, a condiciones de inferioridad terribles. Y, mal que les pese a los señores maridos, en esto no podemos hacer ‘ecumenismo'.

Porque, precisamente, el cristianismo, en sus orígenes, se enfrenta con una situación semejante. No hablo de Roma -que es un caso algo especial- pero sí de Grecia y, ciertamente, del judaísmo, en donde la mujer ‘decente' jugaba un penoso papel.

Podemos decir que, en conjunto, la situación de la mujer en la legislación judía está muy bien reflejada en una fórmula que se repite sin cesar en los libros rabínicos: “ mujeres, esclavos y niños tal cosa”; “ mujeres, esclavos y niños , tal otra.” Se equiparan constantemente los tres grupos. Peor en las viejas legislaciones orientales como la del Código de Hammurabi donde a estos grupos añadían el de los ‘animales domésticos'.

Esto me hace acordar que estas equiparaciones aún subsisten en el inconsciente colectivo. ¿Recuerdan Vds. el ‘ Año internacional de la mujer ', decretado por la UNESCO, organismo masón y judaico, hace tres años? Después ¿cuál vino? “ El año internacional del niño ” e, inmediatamente, éste en el cual estamos “ El año internacional del animal ”. Significativo.

También lo es el que a nadie se la haya ocurrido proclamar un “ Año internacional del varón ”.

En la Judea contemporánea a Jesús, la mujer, igual que el esclavo y el niño, tiene siempre sobre ella a un varón como dueño. El padre, cuando es niña; el marido, cuando se casa; el hermano del marido, si enviuda; el hermano mayor, si queda soltera.

Algo similar sucede hoy en gran parte de la India y, por eso, hay allí tantas vocaciones a la vida religiosa católica: hacerse monjas o religiosas es, para muchas mujeres, la única manera de alcanzar una cierta independencia y acceso a una mayor dignidad. No digamos nada del Islam, pero éste ha heredado respecto a las mujeres lo peor del judaísmo rabínico y fariseo.

Volvamos, pues, a Judea. La mujer que salía a la calle –hablamos de las mujeres de familias respetuosas de la Ley- en las raras ocasiones que podía hacerlo, debía llevar la cara “ cubierta con un tocado que comprendía dos velos sobre la cabeza, una diadema sobre la frente con cintas colgantes hasta la barbilla y una especie de malla, redecilla, de cordones y nudos; de este modo no se le podían reconocer los rasgos de su cara. Por eso, una vez, según cuenta una historia rabínica, un sacerdote no reconoció a su propia mujer al aplicarle el procedimiento prescrito para juzgar a la mujer sospechosa de adulterio. La mujer que salía sin llevar la cabeza y el rostro cubiertos ofendía hasta tal punto las buenas costumbres que su marido tenía el derecho, incluso el deber, de despedirla, sin estar obligado a pagarle la suma estipulada, en caso de divorcio, en el contrato matrimonial 2. Claro, porque, en esto, las leyes protegían a la mujer. Como el divorcio era tan fácil según las leyes judías –para el marido, se entiende, que podía, con cualquier excusa, darles libelo de repudio, cosa que no podía hacer la mujer- a un padre ingenioso que tenía muchas hijas se le ocurrió poner, en la cláusula de matrimonio, que, si se divorciaban, los maridos tenían que devolver la dote de la mujer con un ‘plus' supletorio. Esa costumbre se plasmó en ley ¡imagínense los judíos! Después no se divorciaban ni aunque se hubieran casado con la gorda Matosas.

Yosé ben Yojanan de Jerusalén decía: “ No hables mucho con una mujer. Esto vale de tu propia mujer, pero mucho más de la mujer de tu prójimo ”. Y las reglas de la buena educación prohibían encontrarse a solas con una mujer, mirar a una mujer casada y, ni siquiera, aunque conocida, saludarla.

Era un deshonor, para un alumno de los escribas, penado con la expulsión, hablar con una mujer en la calle. Y, del otro lado, una mujer que se entretuviera en la calle y conversara con todo el mundo, podía ser repudiada sin recibir el pago estipulado en el contrato matrimonial. Esto, por cierto, las obligaba a portarse bien.

Filón Alejandrino decía: “ Mercados, consejos, tribunales, procesiones, templo, vida pública tanto en paz como en guerra, solo para los hombres. A las mujeres quedarse en casa y vivir retiradas y en los aposentos de las mujeres ”.

Y allí estaban. Podían y debían pasar a la parte reservada a los hombres –no comían con ellos- solo para servirlos. Siempre venían después de los muchachos. Incluso en la herencia, que casi no les tocaba. Su formación se limitaba al aprendizaje de los trabajos domésticos: coser y tejer, barrer y cocinar, y, sobre todo, cómo cuidar al padre, a los hermanos y, también, a las hermanas más pequeñas.


A los doce años el padre las casaba con quien se le antojaba, en una especie de contrato de compra y venta. Contrato matrimonial –en hebrero ‘ quinyanb' - que significaba, lisa y llanamente, la “adquisición”.

El marido tenía que asegurarle solo alimentación, vestido, alojamiento, cumplir el deber conyugal y sepultarla dignamente en caso de muerte. La mujer, en cambio, debía: ‘atender las necesidades de la casa, moler, coser, lavar, cocinar, amamantar a los hijos, hacer la cama de su marido, elaborar la lana, hilar y tejer' y el ‘ Ketubim ' añade, ‘prepararle la copa a su marido, lavarle la cara, las manos y los pies'. Además, añade otro rabino algo ingenuo, ‘estar bonita frente a su marido'. ¡Pobrecita!

No hay que olvidar, además, que la poligamia estaba permitida, aunque, por razones económicas, poco practicada.

Todo esto lo cuento para que vean el escándalo que habrá significado, para los judíos, cómo Jesús trata y alterna libremente con las mujeres. Y, en sus enseñanzas, la abolición de la desigualdad en la concepción del matrimonio y en la ubicación de la mujer en la sociedad: “ Judíos y gentiles, esclavos y libres, varones y mueres, ya no existen, todos sois cristianos “, dirá San Pablo.

La escena de hoy habrá sido especialmente chocante para un judío. Fíjense que, para significar que un alumno escuchaba o aprendía de su maestro, en arameo se decía “ se sienta a los pies del maestro ”, aunque de hecho estuviera sentado o parado en cualquier parte. Era ya una frase hecha, como ‘el profesor es titular de tal cátedra', palabra, esta última, que designa al ‘asiento' desde donde en la antigüedad los maestros se sentaban para dar sus clases.

Precisamente dice la ‘ Sukka ', comentario rabínico de tipo talmúdico: “ Ninguna mujer puede sentarse a los pies de un maestro ”. Lo cual quería decir: “ está prohibido a las mujeres aprender” . El rabí Eliezer afirmaba: “ El padre que osa enseñar la Torá, la sabiduría, a su hija, le enseña el libertinaje ”. Las escuelas eran exclusivamente para los muchachos.

Por eso, el que María de Betania esté hoy sentada a los pies de Jesús, -como dice el evangelio utilizando la expresión aramea- escuchando la doctrina del Maestro, es toda una revolución y traerá enormes consecuencias en la obra de dignificación de la mujer que, desde entonces, emprendió el cristianismo y que aún no llegó a los países no cristianos y, lamentablemente, se está destruyendo en Occidente bajo la falsa bandera de los espurios derechos de la mentirosa liberación femenina.

Como decían bien Khadaffi y Khomeini –hay que reconocerlo- “más brazos para la economía y el sistema” y, a través del pansexualismo y el divorcio, más inseguridad e insatisfacción en el orden del verdadero amor.

-II-

Marta, pobre, era la mayor –‘ Marta ' quiere decir ‘ señora ' en arameo- y debía ocuparse de la casa, de su hermano Lázaro y, ahora, del Señor y el tropel de los doce hambrientos y voraces discípulos que le cayeron como peludo de regalo. Aunque no era la primera vez que Jesús hacía la visita a la casa -¡pobre Marta!- tantos invitados de golpe no podían hacerle mucha gracia. Menos, la mocosa de María, sin hacer nada, escuchando las conversaciones de los hombres.

Por eso la respuesta de Jesús a su reclamo no es un reto. Aprovecha la interrupción de la fatigada ama de casa para brindar una enseñanza de otro orden.

Ya el evangelista, en el uso de los términos, nos da el contexto. Nuestra traducción vierte algo banalmente que “ Marta estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa ”. El griego original habla de ‘ dis-traída ', ‘ atraída por diversos intereses u objetivos '. Lo contrario a ‘ atenta a un solo objetivo' , ‘a un fin'.

La terminología pertenece casi al ámbito de la filosofía helenística que distinguía bien la ‘ teoría' -la ‘contemplación'-, de la ‘ praxis' -la ‘acción'-, dando, por supuesto, mayor importancia a la primera.

La acción que puede llevar a la distracción es lo contrario al ‘ theoreo' , a la ‘teoría', al ‘observar atento', al ‘mirar o escuchar bien'. Actitud -el ‘ theoreo '; ‘mirar bien'- que originalmente, en las costumbres griegas, se usaba para señalar la actitud del ‘ ser espectador de teatro sacro '. El vocablo proviene de ‘ theos ', divinidad y ‘ horao ' ‘observo', ‘miro'. ‘Te-oría', pues, o ‘contemplación' es la disposición del que contempla a Dios o las cosas divinas. Eso que nosotros hacemos en la oración o en la liturgia.

Pero ¿de donde venía la distracción y dispersión de Marta? Lucas usa términos muy sugerentes. De ‘los quehaceres', vierte pobremente nuestra traducción. En el griego lucano leemos: “de la mucha ‘ diaconía ' o ‘ servicio” '. Lo mismo que, inmediatamente, “ ¿No te importa que mi hermana me deje con todo el trabajo? ”; el griego usa otra vez ‘ diaconein ‘, ‘servir'.

Estos términos no son inocentes. En los Hechos de los Apóstoles –(6, 2-4)- el mismo Lucas señala cómo el excesivo ‘ministerio' del servicio de las mesas y los pobres, quita, a los apóstoles, tiempo para el ‘ministerio', sí, pero ‘de la palabra', y la oración. Es por eso que, precisamente, han de ordenar ‘ diáconos' que les ayuden con el ministerio de las obras de caridad y quedar liberados para lo propiamente evangélico y litúrgico. El ‘Caritas' parroquial, diríamos hoy, para que puedan ellos, los apóstoles, ejercer las funciones propiamente sagradas.

La iglesia de Lucas ya está temiendo el ‘activismo' en sus apóstoles y ministros. El descuido de la oración –de la ‘teoría'- y de la enseñanza. No se puede ser ministro, ni sacerdote cabal, ni cristiano íntegro, si no se da tiempo a las cosas de Dios, a la ‘theo-ría', a la contemplación, a la escucha de la palabra del Señor. Al modo de María a los pies del maestro, a los pies del Sagrario.

El activismo solo puede llevar al quebrantamiento de la fe, al estar dividido, repartido. ‘Ansioso', ‘turbado', son las palabras que usa Jesús para describir el estado de Marta.

¡Cuántos cristianos y sacerdotes caen hoy en la trampa de no orar ni administrar liturgia y sacramentos, bajo el pretexto de la acción y el obrar!

Por eso Jesús le dice cariñosamente a la hermana mayor, toda acción y servicio, pero que esta “peri-espato 3” –arrastrada por preocupaciones que la dividen—la famosa frase “Marta, Marta 4”. “Estás dividida, distraída, por demasiadas cosas”. Todas buenas, quizá, pero ninguna de ellas, de por sí, valiosas, si no están encaminadas ‘a lo Único Necesario'.

Porque, vean, en realidad a nuestros trabajos, nuestras tareas de Marta, nuestras preocupaciones, nuestro mundo de dispersión, de negocios, de diversiones, de noticieros y de diarios, a todos, los aventará y carcomerá el tiempo y la muerte. Nada de lo que podamos hacer en esta tierra dura para siempre. Sin embargo, si todo lo hemos hecho para Aquel que nunca deja, ni defrauda, ni perece, alcanzan su objetivo, su fin.

Es el Fin el que da densidad y valor a los medios. Y ese fin, en la vida cristiana, es el Dios conocido y amado en Jesucristo. Conocimiento y amor que no puede alcanzarse fuera de la ‘teoría', de la contemplación, de la oración y los sacramentos. Nada de lo hayamos hecho vacíos del espíritu de María de Betania sirve para la Vida verdadera.

Pero si lo hemos con ella, por amor a Jesús y al prójimo –amor a Jesús y al prójimo que solo puede sostenerse con la oración, con el sentarnos todos los días un buen rato a los pies de Jesús-, si así hemos hecho el trabajo de Marta, -sabiendo que es menester hacerlo, pero que solo una cosa es importante-, entonces todo eso que habremos hecho, como María y Marta hoy, ‘no nos será quitado'.

 

1Dominique Lapierre - Larry Collins, El quinto jinete, Plaza & Janes, 1980

2 Jopachim Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús, p. 371

3 De ‘peri': alrededor, circularmente y ‘spao', ser arrastrado, tirado, atraído.

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