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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1980. Ciclo C

15º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo: Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» El le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo» «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida.» Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver" ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?» «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera»

Sermón

Estudiando de cerca la sociedad judía de la época de Jesús es dado constatar –como en toda sociedad- una jerarquía de clases que estratificaban a la población casi despiadadamente. Esto lo ha estudiado bien Joachim Jeremías, un protestante, en su libro “Jerusalén en tiempos de Jesús1.


Joachim Jeremias (1900-1979)

Diversos documentos contemporáneos nos muestran, en efecto, una rígida estructura piramidal organizada de acuerdo a pautas, en este caso, preferentemente religiosas. La dominación romana, por ejemplo, hacía que las castas militares no tuvieran prácticamente lugar. Y, muchas veces, la posición en la jerarquía religiosa coincidía con la aristocracia e, incluso, con la riqueza.

Por ello, entre los hebreos, nación, en ese tiempo, esencialmente teocrática, la altura de los niveles se medía preferentemente por lo religioso. La clase alta y más prestigiosa y respetada estaba compuesta, pues, por el clero.

No pensemos en el clero tal como hoy lo conocemos dentro de la Iglesia Católica. El clero, en ese entonces y en el AT, no vestía fuera de sus funciones litúrgicas con hábitos especiales. Tampoco era que se dedicaban totalmente a lo religioso. Los sacerdotes , por ejemplo, lo eran simplemente porque descendían de familias sacerdotales. Los ‘ kohanim' . ‘ Kohen' , en singular que, incluso, se transformó en apellido 2. Por ese mero hecho, tenían oficio y réditos asegurados, porque nadie podía realizar los sacrificios en el templo si no descendían -como afirmaban ellos- de Aarón, el hermano de Moisés. Por eso les correspondían de acuerdo a su jerarquía una parte proporcional de la renta del tesoro del templo -las limosnas, el cambio de moneda para los impuestos obligatorios y el negocio de las ventas de las víctimas para los sacrificios-. Con unos pocos años de servicio –y, de ellos, solo algunos días según los veintiocho turnos en que se dividían el año - estaban cumplidos y podían gozar del poder, el prestigio y las prebendas de su clase; de manera particular los residentes en Jerusalén y sus alrededores.

Nesiat Kapayim ("elevación de las manos")
Posición de las manos para bendición sacerdotal judía. Signo de identificación adoptado también por sectas masónicas.

Por lo demás, se casaban, comerciaban e intrigaban como cualquier hijo de vecino, divirtiéndose muchísimo, los de alta jerarquía, en las reuniones del Sanedrín y en sus chismeríos políticos.

Porque, obviamente, había entre ellos más o menos importantes. La casta superior la formaban los sumos Sacerdotes -, sus familias y descendientes. Bastante más abajo, los simples sacerdotes y los levitas, herederos de Leví, pero no de Aarón 3 –que también era levita-, y eran algo así como ayudantes o diáconos, pero respetados y medianamente pudientes.

Todos estos, con sus más y sus menos, eran la gente mejor, la crema de la sociedad.

También estaba la nobleza laica, los ‘ancianos' que aparecen de vez en cuando en los evangelios, los ‘jefes', los ‘notables', los ‘poderosos', con representación también en el Sanedrín. Grupos no demasiado numerosos, algunos, descendientes de familias asmoneas y macabeas y, sobre todo, gente de plata, terratenientes, como por ejemplo nuestro conocido José de Arimatea, hacendado rico. En general todos estos pertenecían al partido saduceo.

Después, venían los ‘escribas' –es decir los letrados, porque sabían leer y escribir y conocían leyes-, los doctores de la ley. Serían los universitarios de la época, más bien los abogados, o los instruidos quienes, si bien no podían, por el solo hecho de serlo, oficiar en el templo, sabían responder y aconsejar, en asuntos legales, mejor muchas veces que muchos sacerdotes. Eran la clase culta y, aunque muchos tenían escuelas donde enseñaban, casi todos vivían de diversos oficios.

Finalmente venían los ‘fariseos', simples ‘ciudadanos', pero muy relacionados o, a veces, identificados con los escribas -de quienes seguían fielmente las enseñanzas- y, por eso, se consideraban el verdadero pueblo de Israel, los ‘separados', los ‘santos'.

Hasta allí, estamos pues entre gente bien. Todos estos pueden entrar libremente al templo y, con algunas pocas restricciones, casarse entre ellos y frecuentarse. Todos están representados en el Sanedrín.


Asamblea del Gran Sanedrín reunida por el Emperador Napoleón. Las reuniones tuvieron lugar en el Ayuntamiento de París del 9 de febrero al 9 de marzo de 1807.

Pero, de allí para abajo empieza a aparecer el despreciable populacho: los de origen racial poco claro, los pobres ‘pobres' y los que desempeñan oficios despreciados, gentuza en general. para los judíos de la época.

Abba Shaul, en el “Quiddushin”, un escrito rabínico de la época, de arriba para abajo, hace una lista de los oficios despreciables que ningún padre ha de permitir a su hijo. Comienza por el ‘asnerizo', ‘camellero' o ‘cochero' –hoy diríamos ‘carrero' o, salvo las distancias, camionero o taxista. ¿Sería porque se sospechaba que robaban las cargas o en las tarifas? ¡Vaya uno a saber!. Luego venían los ‘pastores' Se sospechaba de ellos que eran tramposos y ladrones y llevaban a pastorear sus rebaños a propiedades ajenas, a la vez que robaban parte de los productos a los dueños. Descendiendo venía los ‘tenderos'. Algo así como el almacenero de principios del siglo pasado con sus balanzas mal calibradas a su favor. Más abajo aún ‘médicos' y ‘carniceros'. No se por qué los ponían juntos. Pero existe un proverbio de la época, de un tal Rabí Yudá, que dice así: “El mejor de los médicos es bueno para el infierno y el más honrado de los carniceros es aliado de los filisteos” Nada cambia en este mundo.

Para no alargar. Sigo, sin mayores comentarios, con la lista, siempre hacia abajo: ‘recogedor de inmundicias de perro' -nos vendrían bien en las plazas y veredas de Buenos aires- que se usaban para la curtiembre. Por eso después sigue: ‘curtidores', ‘buhoneros', ‘barberos', ‘tintoreros', ‘sangradores', ‘bañeros' -este último grupo era mal considerado porque tenía que tratar mucho con mujeres, como en nuestros días el lechero o sodero a domicilio- y se aconsejaba que no había que dejarlos solos con ellas.

Siempre bajando, según la lista de Abá Shaúl, venían luego los ‘jugadores de dados', los ‘usureros', los ‘organizadores de concursos de pichones' –que era un juego con apuestas, de azar- y ya, hacia el final, los esclavos de origen judío, que supuestamente solo duraban seis años en su oficio vil, pues en el año jubilar todos quedaban libres.

Más abajo aún ‘los recaudadores de impuestos', o sea ‘los publicanos' y ‘las prostitutas'. De ahí que sea un gran insulto afirmar que el Señor se juntaba con ellos.

Pero, abajo, abajo, debajo de todo ¿quiénes creen Vds. que estaba según la mencionada lista? ¡los samaritanos!

¡Pobres samaritanos!

¿Se dan cuenta, pues, Vds. la impresión tremenda que causa en los oyentes la respuesta de Jesús en el evangelio de hoy? No un sacerdote, no un levita ¡un samaritano –lo último de lo último- hizo de prójimo!

¿Quiénes eran estos samaritanos? Y bien, eran mestizos, racial y religiosamente mezclados. Descendientes del reino del Norte, de Israel, que había tempranamente caído bajo los ataques de los asirios, cuando Sargón II tomó en el 721 Samaría. El reino del Sur, Judá, durará casi dos siglos más, cuando cae Jerusalén bajo Nabucodonosor, babilonio, en el 586.


Asedio asirio

El asirio fue uno de los imperios conocidos más crueles de la historia. Mucho más que el babilonio, así que, después de empalar a la mayoría de los notables israelitas, a los que quedaban, salvo unos pocos dejados para trabajos serviles, se los llevaron deportados y esclavizados a Asiria. En Samaría instalaron colonos de Tamud, de Madian, de Babilonia y de Cuta, ciudades mesopotámicas que se mixturaron con los israelitas que no fueron exiliados. Se realizó así, poco a poco, un mestizaje que conservaba algo de la religión hebrea, pero con fuerte mezcla de elementos asirios y sobre todo cananeos que siempre había fascinado a los norteños. Más tarde, de la biblioteca judía, solo aceptaron el Pentateuco.

Por eso, cuando los judíos del sur, después de su destierro vuelven a Jerusalén con el permiso de Ciro el Grande, no les permitieron tomar parte en la restauración del Templo.

En realidad, ya desde siempre, el reino norte y el del sur se habían tenido mutua inquina. Pero la cosa se agudizó cada vez más. Cuando Alejandro Magno conquistó a su turno Samaría, instaló también allí una colonia griega. El cruce racial, pues, empeoró y los pobres samaritanos que iban al templo de Jerusalén sufrían continuos desprecios por parte de los judíos. El asunto es que, al fin, se hartaron y construyen su propio templo en Samaría, sobre el monte Garizim.


Monte Garizim y ruinas de su templo

Esto hizo que la rabia de los judíos se desbordara. Samaría era una región rica y las limosnas que llevaban al templo de Jerusalén, a pesar de todo, pingües. Desde lo del templo de Garizim ese ingreso se dejaba de alimentar el tesoro del de Jerusalén. ¿Se dan cuenta lo que es tocar a un judío en su bolsillos? El odio, pues, se hace espantoso, de tal manera que, después de la rebelión macabea, cuando Judá se independiza de los seléucidas, antes de la dominación romana, Juan Hircano, toma y destruye el templo del monte Garizim.

Desde entonces la enemistad se hace irreconciliable. De tal manera que llamar ‘samaritano' a un judío era el peor insulto que se le podía hacer.

Como para llegar a Jerusalén desde Galilea no había más remedio que atravesar la región de Samaría, por eso vemos a Jesús a veces por allí y, si Vds. recuerdan, nunca quieren recibirle ni escucharle. Los ‘hijos del trueno' quieren rociarlos con azufre y fuego.

Por eso los discípulos se extrañan tanto cuando lo encuentran conversando con la samaritana. Porque el verdadero judío no podía aceptar hospitalidad de un samaritano ni hablar con él y, como enseñaba el Rabí Aquiba, “comer pan de un samaritano es peor que comer puerco podrido”. Ser samaritano era mucho peor que ser pagano y delincuente.

De allí la impresión que causa la respuesta de Jesús.

Los rabinos solían discutir incansablemente sobre el grado preciso que ocupaban dentro del complejo de la Ley los seiscientos trece mandamientos que allí contaban. ¿Cuáles eran los grandes y cuáles los pequeños? ¿Cuál el mayor de todos? Generaciones de escribas inventaban mil sutilezas para responder. Alineaban objeciones, discutían.

Jesús zanja al cuestión con su admirable respuesta.

Pero todavía quedaba una cuestión “ ¿y quién es mi prójimo? ” Porque, hasta allí, ya había algunos rabinos que estaban de acuerdo o podrían estarlo con Jesús. Pero el prójimo ¿quién era?

Par algunos, solamente la familia o los miembros de la tribu. Para otros, los israelitas practicantes o hasta todos los de la misma raza, e incluso los convertidos del paganismo. Pero a nadie se le hubiera ocurrido decir: ‘también los griegos, los romanos, los turcos, los tanos, los cabecitas negras'. Y, muchísimo menos, los enemigos por antonomasia, los odiados samaritanos.

Todo aquel que te necesite, aún tu enemigo, es tu prójimo” contesta Jesús y aquí funda la novedad absoluta del evangelio.

Pero es claro, este mandamiento deriva del primero y en él se sostiene. Porque mi puro amor de hombre, mis pequeños sentimientos, mi sentimentalismo barato, son incapaces de tanto amor. Tiene que transfórmame desde adentro el mismísimo Amor de Dios. El Amor de Aquel que ha muerto por todos nosotros aún siendo sus enemigos; que nos ama a pesar de nuestro pecados e ingratitudes y que siempre está dispuesto a perdonar.

La pura filantropía humana es incapaz de verdadero amor y, por lo tanto, inepta para construir ninguna sociedad. Solo si le amo a Él sobre todas las cosas y me uno a Su corazón con la oración, la meditación, los sacramentos y el dominio de mis pasiones y sentimentalismos, solo así podré amar a mi prójimo como Jesús quiere que lo ame.

1 Jeremias, Joachim , Jerusalen en tiempos de Jesus , Estudio economico y social del mundo del Nuevo Testamento , Cristiandad (Madrid 1977); Original (Gotinga 3 1969)

2 Como sus muchas derivaciones Cohn, Kogan, Kagan, Kahanowitz" ("hijo de Cohen"), Cahn, Conn, Conway, Cohan, Chaplan, Coen, Koen, Cannoh, Canno, Canoh, Cano, Sacerdote, Katten, Sacerdoti, Kaplan, etc.

3 Todos los sacerdotes, pues, son levitas, pero no todos los levitas sacerdotes.

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