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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1986. Ciclo C

12º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Lucas  9, 18-24
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado» «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios» Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. «El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día» Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará».

SERMÓN

            Desde Ortega y Gasset, Berdiaev y Buber el pronombre de tercera persona, tanto singular como plural -“él “ellos”-, no ha gozado de demasiada popularidad. “Ellos”, “él” conforman el mundo de la “gente” dice Ortega, el de “la sociedad”, el de las relaciones humanas “inauténticas”, estadísticas, anónimas, despersonalizantes. Sólo cuando la gente se hace prójimo, en el “tú” y en el “vosotros”, ¡2ª persona!, se pasa al plano de la autenticidad y la, sociedad, entonces, se transforma en “con-vivencia”.

Algo parecido sostenía Berdiaev: la palabra que se dirige a “la gente”, a los “otros”, sólo sirve para la comunicación , se mueve en lo plano de lo simbólico, de lo social . Es la palabra que se expresa del “yo” al “tú”, en el plano de lo interpersonal, la que de la mera comunicación me introduce en la comunión y es capaz de llegar a la participación plena del “nosotros.”

También Buber juega con los pronombres. Diálogo auténtico es el que se entabla existencialmente entre el “yo” y el “tú”. Y allí aun el silencio puede formar parte del diálogo. Se trata de la relación viva entre ‘personas como personas'. Pero ese diálogo puede transformarse en falso diálogo , o mejor en diálogo inauténtico, en monólogo , dice Buber, si al “tu” lo objetivamos en tercera persona, lo miramos con a un “él” o, mucho peor, como a un “ello”.

El “ello” aparece legítimamente solo en el diálogo técnico, donde hay solamente comunicación de conocimientos objetivos. Pasar el “ello” al registro de lo humano no es solo quitarle el rostro al interlocutor, despersonalizarlo, -como cuando lo trato como a un “él” sino cosificarlo , como hace el estado totalitario o el burócrata o el teórico marxista que está detrás de la bomba del guerrillero.

Es por eso que, cuando se tratan de transponer los pronombres a la comprensión de las personas trinitarias, los teólogos se resisten a usar la tercera persona de la gramática. Si el Padre y el Verbo son el “Yo” y el “Tu” de Dios, el Espíritu Santo de ninguna manera puede ser “Él” y menos el “Ello”. El Espíritu Santo es, según estos teólogos, el “Nosotros” de Dios o, en todo caso, el que les dice “Vosotros” al Padre y al Verbo. La tercera Persona de la Trinidad de ninguna manera se identifica con la tercera persona de la gramática.

Y, cuando decimos estas cosas, no se trata solo del diálogo, de las relaciones grupales, de la comunidad, de lo que hay que hacer cuando uno vive en sociedad o cuando eventualmente uno se encuentra entre personas. No: la dialogicidad del “yo” al “tu” no es circunstancial, es el constitutivo mismo del individuo, de la persona: no hay persona sin “tu”, sin “vosotros”, sin nosotros.

Ya lo decía Fichte: la conciencia del “yo” solo se despierta cuando se descubre el “no-yo”; cuando, desde la identificación primordial con la Totalidad –el ‘sentimiento oceánico' del infante- se va advirtiendo que ‘mis' percepciones alcanzan seres y objetos que no se identifican conmigo.

Es el “ello” de Freud que, en contacto con el límite de lo real –el principio de Realidad-, se va trasformando en “ego”.

Pero la psicología dice algo más. Cuando el pequeño, alrededor de los seis meses, es capaz de percibirse como ser individual, separado de su madre, al momento se da cuenta de que, como tal, es enteramente impotente, está totalmente desamparado y a merced de sus padres. Para el niño, el ser abandonado por éstos equivale a la muerte. De allí el ‘miedo al abandono' que caracteriza a esa etapa de la vida que allí comienza. Miedo que, si por indiferencia, o falta de amor y cariño, los padres no compensan crea inseguridad en ellos para siempre, necesidad de apoyos artificiales: caudillito, alcohol, droga, ‘estado providencia'.

Porque es el amor verdadero de los padres al hijo el que descubierto su ser separado hace que vuelva a reintegrarse la unidad del “nosotros” y por lo tanto la seguridad a un nivel superior. Es en el nosotros cuando el papá y la mamá tratan en verdadero cariño, interés y tiempo al hijo como a un tú como un él (el bebe, el chico al que apenas podemos disponer de atención y de tiempo para prestarles) es allí afirmado como un tú donde el niño, en el “nosotros” adquiere su verdadero “yo”.

El ego no afirmado como “tu”, ni, a su vez, afirmando a otros “tu”, ni integrado en el “nosotros”, jamás se transformará en un verdadero “yo”.

¿Quién dice ‘la gente', ‘ellos, que soy yo?” Y ¿qué va a decir la gente del ‘yo' de Jesús, si solo lo conocen como a un ‘él'? Ellos mismos se hacen ‘otros' ‘gente' cuando hablan de Jesús como de un ‘él': ”él' es Juan el Bautista, ‘el' es Elías, ‘el' es un profeta… “ No, no ellos,”vosotros”, “tu” Pedro ¿quién decis que soy yo?

Y ahora sí: no: “el” es ; sino “tu” eres , el Mesías de Dios.

Sí: el Cristo de Dios. Porque Lucas se complace en mostrar como, muy poco a poco, Jesús se les ha ido revelando y los discípulos se han ido dando cuenta de ‘quién' es Jesús. En un proceso de profundización y elaboración constante y paulatina que llegará a la hasta la comprensión de la Cruz y de su ser Hijo de Dios después de la Resurrección .

Pero a esa profundidad no llegarán los apóstoles estudiando libros de teología, ni solamente yendo a Misa, ni escuchando sermones o conferencias. Cristo no es un personaje ‘en tercera persona' del cual solo puedo escribir o leer libros o estudiar como materia. Así no alcanzarás jamás la comprensión del ser de Jesús. Así matarás tu cristianismo en diálogo inauténtico. Dios será solo un “Él” más o menos lejano e incomprensible –peor, si me hablan de Cruz-. Y hasta podrá transformarse en ‘Ello', en ídolo, ‘lo' divino, ‘lo' celeste... ¡al servicio de mis deseos humanos!

No, si querés conocer a Jesús, a Dios, solo podrás conocerle en el diálogo auténtico del ‘yo' al ‘tu', en la oración, en el encuentro, hablando, pero, sobre todo, callando, o escuchando en silencio.

Es inútil tratar de vivir como cristiano sin oración. Hay cosas que sencillamente no se pueden entender, por más que quisiera explicártelas -como el misterio de la Cruz- si no los lees en los mismos ojos de Jesús.

Si no lo encuentras a Cristo como a un ‘tu', como a un ‘yo', jamás lo podrás conoce3r, ni profundizar en su amistad, y serás como ‘los otros', ‘la gente', que solo sabe, como mucho, hablar de ‘él'. Sin nada entender ni amar.

Que de una buena vez termine con mis preguntas intelectuales o existenciales de “¿quién es él?” O, aún sabiendo la respuesta, por el catecismo o por la teología, que deje de mantenerlo en la distancia de la tercera persona.

Que pueda encontrarme contigo, Señor, o, mejor, ya que no consigo hallarte de verdad por más que haga, ven Tú a mi y preguntame vos: “¿Quién soy yo?” Porque se que, si vos me preguntás, si me afirmás con tus ojos y me llamás por mi nombre, seré capaz de contestarte y entonces, te diré yo también: “vos, Tu, Jesús, nosotros, en el Espíritu Santo.

Y, entonces, perderé mi miedo al abandono, mi miedo a la Cruz, mi ‘ego' inseguro y encogido y solitario. Y, habiéndole perdido por Ti y en Ti, en este nuevo ‘nosotros' que promueve tu mirada clavada en la mía, allí, entonces, habiéndome perdido, me salvaré, seré ‘yo', contigo... con vosotros, nosotros... sin ‘ellos', para siempre jamás...

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