Sermones del bautismo del seÑor
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1994. Ciclo B

EL BAUTISMO DEL SEÑOR  
(GEP; 1994)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 6-11
Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo» Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»

SERMÓN

Hoy finaliza el tiempo de Navidad. Se desarman los pesebres, los árboles de navidad, y se guardan otra vez hasta el año que viene.

Desde mañana comienza, para la liturgia, el tiempo normal durante el año. Lo interrumpiremos nuevamente con la cuaresma, la semana Santa y el período de pascua.

La Iglesia rompe el trajín rutinario de los días comunes, para que en esos tiempos especiales -adviento, navidad, cuaresma, pascua- retomemos ánimos, renovemos propósitos, nos hagamos conscientes de nuestro existir cristiano.

La fiesta del Bautismo de Jesús con la cual se corona este tiempo de navidad es un renovado llamado a la concientización de nuestra propia dignidad bautismal.

El domingo pasado al referirnos al logos, al Tao, hablábamos del New Age, la nueva era, la era de acuario, ese movimiento que reeditando, con nuevas formas y medios, viejas filosofías y antiguas pseudoreligiones, canta a la naturaleza, al universo, como al solo Dios, y a la conciencia del hombre como su manifestación individual.

Les leo por ejemplo algunos textos de otro gran pope del New Age, Enrique Barrios, el chileno autor de " Ami, el niño de las estrellas" que, en su momento, leyeron tantos cristianos tontos. Esto es de su último libro "Mensaje Acuariano ":

" Yo estoy en todo lo que existe
yo soy todo lo que es"
"Nada existe que no sea yo"
"Tu eres parte inseparable de mi Ser,
eres presencia eterna en la Unidad
"y tus límites son ilusión.
"Tu verdadero Ser
Yo Soy,
Yo
el íntimo,
el que respira en el centro de tu corazón
...porque tu eres lo que
Yo Soy
".

Uno no tiene, pues, más que mirarse en el espejo o ponerse en estado Alfa o hacer ejercicios yogas o tomar flores de Bach o comprar cassettes de música new age o hacer acupuntura o ecología o parapsicología o repetir que todas las religiones son iguales, que todo el mundo es bueno, que el amor amoroso todo lo arregla, para pasar al estado de dicha personal y nuevo orden mundial y paz universal. Más bien universal porque lo malo es sentirse individuo, persona: holísticamente formamos parte del mismo todo, no existimos en realidad cada uno, sino lo que existe es el gran Uno. El sentirse individuo es malo, en todo caso una ilusión, un engaño de los sentidos. Y como ese Gran Uno, el Universo, Gaia, la Natura, es Dios, somos dioses, divinos, inmortales... El hombre es dios o hijo de dios por naturaleza.

Pero "¿cómo?" -uno les pregunta- "yo no me siento inmortal; me siento sumamente frágil: cualquier enfermedad, una maceta en la cabeza, un virus, una bala, pueden liquidarme y, a partir de los treinta, cuarenta años, a ojos vistas envejezco, me arrugo, pierdo el pelo, fuerzas, memoria, rapidez física y mental ¿de qué divinidad me habla? ¿de qué inmortalidad ?"

"Pero, no hombre ", me contesta el New Age, -o el budista o el hindú o el masón, que dicen lo mismo de distinta manera- " lo que caduca y muere es el cuerpo, no el alma, esa partícula divina que Vd. tiene adentro. En todo caso, cuando se muere el cuerpo no es Vd. quien se muere: el alma que es la parte verdadera de su ser -si se purificó en este mundo- vuela derechito a reintegrarse con el uno y, si no, vuelve a encarnarse en otro cuerpo ya sea vegetal, animal o humano, según se haya hecho o no los ejercicios yogas o new age correspondientes ". " Pero , -le replicamos- entonces, ¿quien va a vivir, yo o el señor o animal en el cual me reencarne ?" " Vd . -me contesta-, pero no lo va a saber, difícil que se acuerde. "

Fantástico; pero entonces eso no me sirve para nada.

Le sigo preguntando " Y si -como Vd. me enseña- convenientemente concientizado como un bodhisattva, como un Brahmán, me reintegro en el uno, ¿voy a saber quien soy? " " Por supuesto -me replica-, va a saber que es Dios; pero en realidad , -aclaremos- eso no lo va a saber Vd. sino el Uno, el universo, porque ser individuo es malo, la diferencia entre el 'yo' el 'tu', el 'el' y el 'vosotros' es perversa, es además un engaño, un espejismo. Todos somos y seremos una sola cosa ."

Bien. Así seguirá interminablemente, con palabras nuevas repitiendo antiguos disparates. El asunto es que yo desaparezco y lo único que vive es el todo, el universo. Al principio me hacen Dios, me prometen la inmortalidad y resulta que, al final, la inmortalidad sigue siendo de otro, del universo, de la unidad, del Tao, de Brahma, de Ying y Yang.

Bonitos dislates que, adornados con diversas fraseologías, ritos, ejercicios, pseudociencia, convencen a medio mundo, pero no resisten al más mínimo análisis.

A todo esto: ¿cómo suceden las cosas verdaderamente?

La sencilla verdad es que ni el universo, ni el hombre, ni ninguna de sus partes, son divinos, eternos, inmortales... Tanto el mundo como el ser humano son creaturas, seres finitos, limitados -protones y electrones, quarks, energía-, que han tenido comienzo en el tiempo y tendrán fin en él. Todas las estrellas del cosmos, que gastan toneladas y toneladas de materia para dar luz y calor, finalmente se apagarán; toda la materia se desintegrará; toda vida cesará; todo hombre, -como todo animal, y, si existen, todo marciano o ET-, también morirán. No porque lo diga ningún profeta, ni iluminado, ni escritura sagrada, sino simplemente porque es un dato de la ciencia, una constatación experimental, observable, computable, calculable...

Si el universo y el hombre, pues, quedan encerrados en si mismos ineluctablemente perecerán.

Pero en cambio sí existe el Ser que no necesita creador, que no ha tenido inicio ni tendrá fin, que nunca se apagará, y siempre, espléndido, será pura luz, color y calor, verdad y vida, donación y amor. Ese es Dios, distinto del universo, de ninguna manera parte de nada, ni alma del cosmos, ni alma del hombre.

Él es el que crea el universo y le da su masa y su energía, sus leyes físicas y sus normas psíquicas; Él maneja el nacimiento de las estrellas y los planetas, la evolución de la materia y de la biología y, finalmente, Él es el Señor de la historia de los hombres...

Y Él de ninguna manera quiere que todo termine en el cataclismo final del universo previsto por los astrofísicos, ni en la muerte biológica que firman los médicos en nuestros certificados de defunción.

El ofrece la posibilidad de salir de la encerrona de estos límites.

Ese es el símbolo que usa hoy Marcos para decirnos lo que significan Cristo y el bautismo para nosotros cuando describe que se abre el cielo sobre las aguas del Jordán.

Mediante la Encarnación Dios expugna, fuerza, abre brecha, en las murallas cerradas de este mundo, en el confín humanamente invadeable del morir, e introduce en el universo su propia vida, su mismo espíritu; y, al que acepta -en las aguas primordiales, germinales, amnióticas del bautismo- esta intrusión recreadora, este nuevo génesis, los declara hijos suyos. " Tu eres mi hijo muy querido ", nos dice a cada uno, " en ti tengo puesta mi predilección ."

"", nos dice. No dice: "ahora los dos somos yo". "Ahora vos te confundís conmigo". No: "Tu".

Él permanece Dios frente a nosotros; con nosotros, pero distinto de nosotros. Por eso se pone el nombre en el bautismo. Ese nombre que es signo de una personalidad no intercambiable, única, que jamás será trocada por otra, ni desaparecerá, ni se confundirá con el todo, ni -más absurdamente aún- podrá transformarse en otro ser.

El bautismo, pues, es la contraparte de la Encarnación. Precisamente porque rompiendo el límite de lo creado Dios 'acampó entre nosotros' -como dice la Escritura - en el ser humano de Jesús; por eso mismo nuestro caduco ser humano puede, por gracia, elevarse a vivir la misma vida de Dios.

Ahora si, no por naturaleza, sino por gracia, el hombre puede alcanzar lo divino, saberse desde ya hijo de Dios.

No por ser hombre, sino por ser cristiano soy pleno hermano de Jesús, llevando en mi ser intransferible, único, personal, el germen de la vitalidad divina que me hará llegar al existir inmortal y feliz de Dios, una vez roto totalmente el involucro del límite, al atravesar la muerte. Pero allí no seré alma flotante, espíritu fantasmal, ni tampoco una gota más que vuelve a sumergirse en el océano del todo; sino que conservaré mi nombre, mi persona, mi ser único, abrazado en lazos de amor; no en el único yo del todo, sino en el "yo" y el "tú" de la perfecta amistad, que transforma a todos en el nosotros del pleno compartir.

No somos divinos porque hombres, sino porque cristianos. Porque también para nosotros un día en la pila bautismal bajó el Espíritu, se abrió el cielo, y Dios nos hizo su solemne, irretractable, paterna declaración de amor.

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