Sermones de ADVIENTO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

1997. Ciclo C

3º DOMINGO DE ADVIENTO 
(GEP 1997)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas     3, 10-18
La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?» El les respondía: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto» Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» El les respondió: «No exijan más de lo estipulado» A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo» Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible» Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

SERMÓN

            Acaba de morir hace dos días en Massachusetts el gran sociólogo y periodista Vance Packard, nacido en Pennsylvania en 1914; sin duda uno de los grandes profetas de nuestro tiempo, al menos como denunciador de hondos males de nuestra sociedad contemporánea. Habiendo estudiado en la universidad de su ciudad natal, en 1937 hizo un master en periodismo en la universidad de Columbia . Su primer libro "The Hidden Persuaders" , "Los persuasores ocultos", traducido al castellano por editorial sudamericana como "Las formas ocultas de la Propaganda " del 57, lo hizo inmediatamente famoso. Su estilo periodístico, ágil e incisivo y su análisis sociológico denunciando fenómenos y mitos de Estados Unidos, hacen de él un agudísimo crítico de la sociedad consumística americana. Esto último lo desarrolló genialmente en 1960 con su " The Waste makers ", "Los artífices del derroche", traducida por la misma editora. Otras de sus obras son " The status Seekers" -1959- , "Los buscadores de Status" ; "The Pyramid Climbers" -1962- , "Los trepadores de la pirámide", también "La sociedad desnuda" -1964- (" The Naked Society" -1964-), Los Modeladores de Opinión (" The People Shapers" -1977-) y " The Sexual Wilderness" , "La vaciedad o el desierto sexual". Títulos, como Vds. verán, de por si sugestivos y programáticos.

Packard denuncia la corrupción económica y moral que provoca en el mundo la producción en masa de objetos innecesarios exigida por la economía actual. La comercialización de estos productos, el afán de colocarlos sea como fuere, con independencia de las verdaderas necesidades del consumidor, está -según Packard- influyendo en todas las fases de nuestra existencia y alterando nuestros cuadros normales de valores. Es más redituable vender un producto superfluo a un rico que uno indispensable a un pobre. Y, para ese mercado, la necesidad de vender y vender hace que constantemente los productos tengan que cambiar, hacerse cada vez más perecederos, menos durables: un auto modelo hace dos años ya no sirve, hay que cambiarlo por el último, no ser anticuado, estar al día. El "consumo por el consumo" motor formidable del ciclo económico debe reducir artificialmente la vida de los productos, para que haya que comprar siempre uno nuevo. Los objetos descartables son el gran negocio, no solo envases descartables, lapiceras, anteojos descartables, máquinas fotográficas descartables, ropa descartable, pero finalmente personas descartables, sobre todo mujeres descartables, familias descartables, religiones descartables... Según Packard este es un sistema frenético de venta, compra y uso-desuso que incitando al consumo superfluo de los sectores ricos de los países ricos, no solo no vacila en poner en segundo lugar la meta de sacar de la pobreza a la inmensa mayoría de pobres y de los países pobres, sino que avanza arrollador devorando sin sentido los recursos naturales y aún cambiando el carácter y la ética de la gente. "Insensata filosofía del derroche" la denomina Packard. Como no soy economista no se si sus diagnósticos son exactos, pero es evidente que son por lo menos un grito de alarma sobre determinados excesos.

De todos modos lo más interesante de Packard es su acusación a los medios de ser verdaderos fabricantes de opinión y de deseos . Alguien ha llamado a sus libros "guías para la Edad de la manipulación". Dice Packard que, mediante las nuevas técnicas de investigación psicológica y sociológica y un arsenal de símbolos fundamentales, enraizados en las necesidades, deseos, temores y frustraciones del público consumidor, los hombres de las nuevas empresas de propaganda pretenden no solo manejar el mercado, sino las elecciones políticas, el comportamiento de la gente y aún sus creencias. Packard muestra a sus lectores un mundo de profesores psicología transformados en mercaderes, expertos en relaciones públicas transformados en psicoanalistas que trabajan día y noche con asociaciones verbales y test de laboratorio, para imponer al hombre comprar lo que no necesita, fumar determinados cigarrillos, usar tales jabones o perfumes, modelos de auto, modas efímeras, libertades sexuales vacías, modos de actuar y de divertirse que, espontánea, naturalmente, sin esos reclamos, no necesitaría...

Cada vez más el hombre está, según Packard, sumergido en un mundo artificial de reflejos condicionados que le han sido inducidos por la propaganda y por los medios y que usando groseros impulsos primitivos, sublimándolos en deseos consumísticos, ocultan y ahogan sus hambres más hondas y humanas.

Es inútil preguntarle a la gente que es lo que quiere o desea porque responderán como un autómata que ambicionan precisamente lo que quieren venderle los políticos o las multinacionales o las grandes empresas que, por medio de la presión psicológica de la publicidad, los han convencido ya de que desean justamente lo que aquellos quieren que les compren.

Todo esto es gravísimo para la fe cristiana porque justamente lo que lanza al mercado la Iglesia es casi lo contrario de lo que los medios infunden a los consumidores que tienen que querer. En el mundo de deseos de las masas, dibujadas, formadas o deformadas por los medios, no cabe lo que la Iglesia ofrece. Vida eterna, amistad con Dios, moral, diez mandamientos, austeridad, abnegación, entrega de si...

Si yo me pusiera en la calle Florida o avenida Santa Fe a ofrecer salvación, "ya viene el Salvador"; o a proponerles lotes en el cielo; o a ponderar las bellezas de la cruz... ¿quién -más allá de cuatro o cinco locos- me escucharía...? ¿Qué es salvación? ¿quién quiere cielo (si no es en la tierra)? ¿quién, ¡por Dios!, querrá la cruz?

No necesitaría disfrazarme de enajenado, como Juan Bautista, con su correa de cuero, su piel de camello y su alimentación insectívora, para poder decir como él, aún al lado del obelisco: "soy una voz que grita en el desierto".

Pero ¿acaso no hemos experimentado todos, cuando nuestras fiestas, nuestras reuniones sociales, nuestras discotecas, nuestro trabajo, nuestros estudios, qué desubicadas, qué poco caben, qué fuera de lugar están palabras que se refieran a Cristo, a la gracia, a la oración...? Quizá sea potable alguna conversación sobre política eclesiástica, sobre éste o aquel obispo o cura, lo que dijo lo que hizo, pero ¿Dios, el espíritu santo, la confesión, ¿dónde detrás del mostrador, frente a mi computadora, entre las góndolas del supermercado o los pasillos del shoping...? Y ¿quien no se da cuenta del paréntesis que hay que hacer incluso con la moral cristiana cuando se está en el mundo de los negocios, cuando se maneja una empresa, cuando se está en las aulas, cuando todos se copian en la prueba, cuando hay que aceptar el chiste grosero, o hacer guiños de ojo frente a los que transforman a la mujer en objeto lujurioso de consumo y, en contraste, confesarse avergonzado de todo eso cuando se está en el confesionario frente a Dios...? ¿No es experiencia de todos los cristianos la dicotomía que se nos obliga a vivir, entre lo que pensamos y rezamos en nuestros exiguos momentos de devoción, y aquello a lo que nos arrastra el ambiente, la imposición mediática y las costumbres de 'todo el mundo'?

Pero por lo menos nosotros venimos a la Iglesia , y todavía podemos comparar -no sin tensiones ni dudas es verdad- lo que quisiéramos vivir cuando nos hallamos frente al sagrario y aquello a lo que nos empuja la vida actual. Pero ¡el resto de la pobre gente, a quienes no ha llegado ninguna pauta evangélica! y que de religión lo único que saben es lo que les venden los diarios, o los pastores electrónicos deformadores del evangelio, o los estafadores de la sanación con sus fáciles fórmulas de paz espiritual, armonía o dulzaína pseudocristiana... Pobre gente de todas clases que, frente a los momentos verdaderamente serios de la vida en eso no tienen respuesta, o, si tienen alguna cultura, las tonterías que les ofrecen como doctrina cristiana solo les pueden hacer con tristeza sonreír... Esa enorme cantidad de gente empujada, si tienen, a la fiebre del status y del consumo; y, si no tienen, a la tensión de la supervivencia para conservar su lugar de antaño en la sociedad o, simplemente, para poder comer y pagar la cuenta de luz... Para todos ellos, sumergidos en sus momentos de ocio en el mundo de artificio de los medios y de los esparcimientos disneylándicos o pornoeróticos, aislados en sus walkmans o en los superdecibles de los discjockeys o de las canchas ¿dónde encontrarles espacio, tiempo, palabras y ambiente para que perciban muy dentro suyo el gusano de sus deseos más hondos, de sus hambres más humanas, de sus ganas de amar y ser amados en serio, de sus pujos de misión y de entrega, de ideales y de amores, de dominio de si, de nobleza y de aspirar a Dios? ¡Cuánto héroe, cuánto sabio, cuánto santo que pudieron ser y nunca fueron ni serán...!

Hermanito y hermanita de Cristo que te quitan la libertad y te hacen ir hacia donde en el fondo en el fondo no querés; vos, que estás hecho, hecha, para lo grande, para vivir en serio, si, para hacerte santo...

¡Decí que no, decí que no...¡ Vos sos hermano de Cristo, hijo, hija de Dios. Que no te manipulen, que no te manejen, que no te seduzcan, que no te compren, que no te vendan.... No dejes que te quiten los ojos ni los oídos para escuchar la voz de Dios; no permitas que te roben al Dios que quiere llenar de calor tu corazón...

Jesús viene. (Ya se oyen los cascos del burro manso que trae a María hacia tu Belén.) Ve, en estos días de adviento, al desierto donde está predicando Juan; aunque sea un rato, aunque tengas exámenes, aunque estés preocupado de los gastos de las fiestas y del verano... Dejalo, o cerrate en tu cuarto, no prendas la televisión, silencio, si, y un libro, un libro que te hable de Dios; desviá la vista de los vendedores de baratijas, de las cosas y amores descartables... Escuchalo a Juan, raspá de tu piel ese barniz resquebrajado y lleno de humo, ese polvo que se ha acumulado sobre tu imagen original... Que Juan sea el restaurador. Reaviva tus colores, tus formas bellas, el arte supremo con el cual fuiste creado, ¡varón, mujer, de deseos! hecho para Dios, ansioso de su amor y de luchar por Ël. Andá a su encuentro...

Y Tú, ¡ven, Señor Jesús...!

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