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Pbro. Gustavo E. PODESTÁ
S. TH. D., Prof. Ordinario de la Facultad de Teología de la UCA. Buenos Aires.

SERMÓN

SAN LORENZO mÁRTIR
10 DE AGOSTO DE 2012

Solemnidad parroquial de San Lorenzo Diácono, Mártir, 12 Agosto 2012

Lectura de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-6)
Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.» Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.
Palabra de Dios.

SERMÓN

El 19 de Julio de 1943, 662 bombarderos americanos escoltados por 262 cazas demolieron todo un barrio de una ciudad indefensa de Italia arrojando sobre ella 1060 toneladas de bombas, dejando 3000 muertos y 11 000 heridos entre la población civil. Se trataba de la ciudad del Papa, Roma . Una especie de advertencia a Pio XII, de Franklin Roosvelt -descendiente de sefarditas y hugonotes y miembro temprano de la ‘Logia Masónica Jorge Washington'-, ya que la mayor parte de las bombas -y donde se produjeron la mitad de las muertes- impactaron en Campo Verano, el barrio dominado por la preciosísima Basílica patriarcal de San Lorenzo Extramuros , la que custodia las reliquias de nuestro santo patrono y que fue prácticamente arrasada. Allí también se guardaban los despojos de los papas san Zósimo , san Sixto III, san Hilario , Dámaso II y el beato Pio IX . Aunque Roma fue declarada ciudad abierta, hasta el fin de la guerra sufrió 51 bombardeos más.


Julio 19 de 1943. Entre los sobrevivientes del primer bombardeo

San Lorenzo, fue reconstruida después del conflicto, pero perdió para siempre multitud de obras de arte y, totalmente, los antiguos y venerables frescos que adornaban su fachada. Sí conserva, entre otras cosas, el ciborio o baldaquino sobre el altar, obra que se remonta al año 1148, compuesto por cuatro columnas de pórfido coronadas por un techo piramidal. Forma que quiere recordar, lejanamente, la de nuestro sagrario parroquial. El templo original, luego varias veces modificado y ampliado, había sido construido en el siglo IV por el emperador Constantino sobre la tumba de nuestro mártir.

Porque el culto al diácono Lorenzo , nacido en Huesca, España, fue muy popular en los primeros siglos. Es uno de los santos que nombra el Canon Romano y, en la misma Roma, hay varias iglesias a él dedicadas. Entre ellas, además de la que hemos mencionado sobre su tumba, podemos nombrar a San Lorenzo in Lucina , San Lorenzo in Dámaso , San Lorenzo in Panisperna , lugares que la tradición marcó como los respectivos sitios en los cuales Lorenzo llevaba los archivos del papa Sixto II - de quien era ministro, ayudante y secretario-; el de donde se conservan los fierros sobre los cuales sufrió el atroz martirio de ser asado vivo; y el del hospicio o ‘diaconía' donde suministraba auxilio a los pobres y desamparados que en ese tiempo se mantenían y alimentaban desde las siete diaconías de la Urbe.

Como Vds. saben, la palabra ‘diácono', significa, en griego, ‘servidor', con un sentido semejante casi al de ‘sirviente'. Y la Iglesia consideró siempre este servicio al cuerpo llagado, sufriente y necesitado de Cristo, manifestado en los pobres, como un ministerio ‘sagrado', para el cual elegía varones especialmente probados para ejercerlo.

Era ministerio ‘sagrado' porque su oficio no consistía solamente en servir a los indigentes como una especie de asistencia pública o cooperativa de servicios o de ayuda social, sino como un verdadero testimonio del amor concreto a los demás, que provenía, no de ningún sentimiento puramente filantrópico, sino de la caridad. Esa caridad virtud teologal que corona a la fe y a la esperanza, y tiene como objeto principal a Dios mismo y, desde Dios no desde el hombre, desde lo teologal no desde lo humano, ha de derramarse también sobre la criatura por El amada, nuestro prójimo.

Aún respecto al prójimo la manifestación de caridad más señera e importante, sin lo cual todo lo demás no vale nada –como afirma San Pablo: “ aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha ” (I Cor 13)- es la de buscar para éste la salvación eterna, su conversión a Cristo.

La obra de misericordia material solo tiene sentido cristiano desde lo espiritual. De allí que las obras que pudiera hacer un Ministerio de Bienestar Social, además de realizarse siempre con plata sacada con impuestos a los demás y no de los bolsillos de los funcionarios que la administran, aún bien utilizada, de por si, no sirven de nada para la vida eterna, para la santidad. Ni las obras de los Rotary Club ni de los Club de Leones.

Así lo entendían los mendigos de antaño y, por eso, pedían ‘ una limosnita por amor de Dios' y, a los que así extendían la mano, se les llamaba ‘ por-Dioseros '. El término ‘ mendigo' , en cambio es mucho menos digno ya que deriva de una palabra latina en cuya raíz –‘ men' - subyace el significado de ‘defectuoso' -el que necesita ser en- men -dado o re- men -dado, que provienen del mismo étimo-. Y así se llamaban porque, en general, los que pedían ayuda en la antigüedad solían tener defectos corporales varios, desde la ceguera hasta la extrema vejez. (Aunque, en realidad nosotros sabemos que el peor de los defectos o enfermedades es no estar en gracia de Dios.)

Tampoco ‘ menesteroso' es un vocablo demasiado honorable ya que apunta al que tiene necesidad, ‘ha menester', de la ayuda de quien es más que él. De hecho viene de la raíz ‘ minus' , ‘el que es menos'. Aunque podemos decir que todos somos ‘menesterosos' frente a Dios y ‘mendigos' por nuestros propios defectos y pecados, no son los adjetivos que el evangelio aconseja para señalar al prójimo.

Las palabras se desgastan y se deforman con el uso. Lo que se daba en especies o en dinero para ayudar a un pordiosero se llamaba ‘limosna'. Término que proviene del griego ‘ éleos' con el sentido de ‘compasión' o ‘misericordia'. Compasión y misericordia que, si no son un mero sentimiento como el que me puede producir un perrito abandonado o herido o una dramón televisivo y son elevados por la caridad, tienen mérito sobrenatural.

Cuando el pordiosero pedía una limosna ‘por amor a Dios' o ‘por amor de Dios' estaba haciendo buena teología y ayudaba al que lo escuchaba a ejercer realmente la caridad. Pero con el tiempo se unieron tanto la palabra limosna y caridad que, al final, caridad terminó por significar solo limosna y, para peor, aún las limosnas hechas sin ninguna caridad. Como las que, según Jesús, hacían los fariseos.

La misma asociación ‘Cáritas' –Caridad en latín-, servicio o diaconía de la Iglesia, cuando en sus colectas incita a los fieles a dar de sus bienes por motivos puramente sociales o por ‘compartir' o cosas semejantes pierde la substancia cristiana de ese excelso nombre y hace perder mérito a los donantes. Porque ni siquiera la justicia social sirve para nada si no está informada por la caridad.

La Iglesia primitiva comenzó a institucionalizar desde sus mismos comienzos este servicio a los pobres –los cuales no son un descubrimiento de los curas tercermundistas ni de las izquierdas-. Lo escuchamos ya insinuado en la primera lectura de los Hechos, cuando los apóstoles nombran siete servidores de mesa o diáconos, para atender a las mesas y permitir a los apóstoles ejercer su ministerio de la palabra y la plegaria. Así ya se bosquejaba la separación del ámbito físico de lo sagrado, la oración y la liturgia , de los lugares en donde se administraban los bienes de la iglesia para los pobres en comedores públicos y hospicios . Estos lugares se denominaron diaconías. En Roma hubo siempre tradicionalmente siete, en recuerdo de los siete diáconos de nuestra lectura de hoy.

Pero a estos servidores o ministros ocupados de la gestión de los bienes de la Iglesia -como para recordar a la gente que esas obras solo eran cristianas si estaban hechas por Dios, por caridad y para llevar a la gente a Dios, no solo para aliviarles sus defectos o carencias corporales- los domingos, se les hacía participar en la Misa de los obispos como lectores del evangelio y como distribuidores del cáliz con el vino consagrado. Incluso permitió y fomentó que estos administradores o diáconos, en ciertas circunstancias, también predicaran.

Es por eso que, mucho más adelante, San Francisco, aceptará ser ordenado diácono, ministro, para poder predicar, transmitir la Verdad, que es la obra más exquisita de la auténtica caridad.

Instruir al ignorante en las cosas de Dios es una de las más importantes obras de misericordia espiritual. Deber, entre otras cosas, de todo cristiano, pero especialmente de los padres con respecto a los hijos.

En Roma estaban, pues, por un lado, las parroquias y, por otro, las diaconías. Claro que esas diaconías, repito, no eran solamente dispensarios ni repartidoras de ropa y comida sino, antes que nada, testigos del amor de Jesús. Por eso los diáconos finalmente también en sus diaconías predicaban y hacían catequesis y, para eso, se preparaban muy cuidadosamente y eran fortalecidos por la imposición de las manos del obispo.

Lamentablemente hoy, con un cierto desconcierto, los diáconos, si Vds. conocen alguno, solo parecen ser una especie de sacerdotes devaluados que pueden hacer menos cosas que los presbíteros. Y la caridad de la ayuda material de la Iglesia está en manos de laicos, la más de las veces dedicados y cristianísimos, pero sin el ministerio sacramental.

Para peor, algunos párrocos piensan que es más importante organizar ayudas sociales y transformar sus iglesias en diaconías que ejercitar la altísima caridad de los sacramentos y la predicación de la verdad y ofrecer a los fieles espacio sagrado y silencio para poder elevarse a Dios.

San Lorenzo fue un verdadero diácono, ayudante del Papa Sixto II que lo precedió cuatro días en el martirio de ese año 258.

Cuando llevaban a ejecutar a Sixto, Lorenzo le decía: “¿A dónde te apresuras, santo padre, sin tu diácono? Nunca antes subiste al altar del santo sacrificio sin tu sirviente, ¿y ahora deseas hacerlo sin mí?” Y el Papa le contestó, “ no te preocupes hijo, en tres días me seguirás

No voy a contar su historia justamente a los feligreses de su parroquia que la sabrán mejor que yo. Pero, en las tradiciones que rodean la memoria de su muerte, vale siempre la pena, aunque alargue este sermón, repetir la de los tesoros que muestra el oscense Lorenzo a los esbirros romanos cuando quisieron confiscárselos en nombre del emperador.

Regía entonces los destinos de Roma Valeriano , que había nombrado como César colega a su hijo Galieno . Épocas turbulentas en donde las fronteras occidentales del imperio estaban amenazadas por los godos, los alamanes y los quados; y, las orientales, por los persas y los sármatas. Y se juntó que muchos romanos pensaban que estas calamidades venían al Imperio por culpa de los cristianos que despreciaban a los antiguos dioses, con que el erario del imperio, la caja, hacía agua por todos lados, y era urgente el dinero para pagar las tropas y la logística. Valeriano, entonces, por un lado, decretó que se ejecutara sin más a todos los altos dirigentes cristianos –así cayó el papa Sixto- y, por el otro, que a los demás se los expulsara de los puestos de gobierno y se les confiscaran sus bienes.

Hay que decir que corajudo, ya sesentón, no desde el aire, ni desde la casa blanca, ni la casa rosada, Valeriano se puso al frente de su tropas para intentar repeler a los persas. A su hijo Galieno lo nombró jefe del ejército que debía detener a los godos. Galieno tuvo éxito. Lamentablemente Valeriano, por una traición, fue derrotado por el rey persa Sapor I en el 260 y hecho prisionero. Y pasó a la historia por haber sido el único emperador romano capturado por el enemigo. Hay un bajorrelieve terrible de la época, cerca de Persépolis, en la actual Irán, que muestra a Valeriano arrodillado frente al caballo montado por el persa. Tiempo después, Sapor mandó degollarlo y, con su piel rellena de paja, hizo un escabel para sus pies. De hecho, también Roosvelt, murió apenas dos años luego de haber ordenado el bombardeo de Roma.


Valeriano obligado a arrodillarse frente al rey persa Sapor, Naqsh-e Rostam, Irán

De nada, pues, le sirvió a Valeriano, el poco dinero que su ministro de finanzas Macriano pudo confiscar a los cristianos.

Y era verdad que, en cuanto podían y para la santa Misa, para bien de todos los fieles, los cristianos usaban los mejores cálices, vestiduras y adornos. Era el modo de solemnizar las ceremonias sagradas y honrar al Resucitado, y ofrecer un instante de cielo a los que participaban en esos santos misterios; pero la fama de poseer muchas riquezas que tenían, al menos en aquel entonces, eran calumnias.

Lo que sucedía y sucede es que, honestamente gestionadas y con auténtica caridad, lo poco que tenían y tiene la iglesia rendía y rinde mucho más que los dineros mal administrados del Estado. Como pasa con ‘Cáritas' que, con las irrisorias cifras que recoge en sus colectas, hace obras más concretas que, la de los millares más que saca por impuestos el Estado para dedicar supuestamente a obra social y que nunca o apenas llegan a los presuntos beneficiarios.

Años duros, los de Sixto II, que obligaban frecuentemente a vender aún esos ornatos que era propio se usaran para dar culto a Dios a favor de los pobres. De tal manera que, cuando los de la AFIP de aquel tiempo, esbirros del Echegaray de entonces, Macriano, se lanzaron sobre la Iglesia, su administrador, Lorenzo, el oscense, el de Huesca, les manifestó que les daría todo lo que la Iglesia tenía, pero al día siguiente, pues debía hablar con sus contadores y juntar la plata. A la noche mandó llamar a los 1500 pobres, viudas y lisiados que mantenía la Iglesia para que a la mañana se reunieran frente a su diaconía.

Cuando llegó el mismísimo Macriano y Lorenzo le dijo que esa gente era la única riqueza de la Iglesia, éste pensó que se burlaba de él y mandó que lo torturaran bajo todas las formas para que revelara dónde tenía escondidos los anhelados dólares. La última y terminal tortura fue la que todos conocemos.

Y así murió, en verdadero y sublime acto de caridad, predicando a Dios en la oración y alabanza al Señor que, hasta su último suspiro y aún sobre su parrilla, no se apartaba de sus labios, entregando, por fin, la sublime limosna de su vida, por amor a El.

Así nos enseñe Lorenzo a nosotros a ser cristianos.

il Tintoretto , Il martirio di San Lorenzo , 1588