Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 84
Octubre, 2002

María, Admirable Madre de Dios

Octubre tiene para nuestra parroquia un significado especial. Es el mes del Santo Rosario , cosa que compartimos con la Iglesia universal; y nos unimos a Ella rezando esa multisecular oración. Pero, para esta pequeña porción del Pueblo de Dios que es la parroquia, octubre es el mes de nuestras fiestas patronales. El 20 celebramos con gozo inmenso a Madre Admirable , a María Santísima bajo esa bella advocación, con la cual la Providencia ha dispuesto que se presente ante nosotros.

Durante siglos, la Iglesia celebró a María como Madre Dios ( Theotokos) , en el mes de octubre. La fiesta, que tenía lugar el día 11, se remontaba al año 431, cuando el Concilio ecuménico reunido en Éfeso confirmó la Fe en la maternidad divina de María, y condenó la herejía de Nestorio que reducía a la Virgen a una mera “portadora de Dios” (la que había llevado en su seno a Cristo, verdadero Dios). En aquel entonces, Cirilo de Alejandría se había erigido en campeón de la lucha contra el error nestoriano. San Cirilo defendía la integridad de la naturaleza humana del Redentor, que es Dios y Hombre y, como tal, nacido de María. La Virgen es Madre de la Persona que nace de ella. Y puesto que esa Persona es divina, María Santísima es en verdad Theotokos , Madre sobremanera admirable, porque, virgen, concibió y dio a luz al Hijo de Dios, Dios verdadero hecho Redentor. Engendró al que la había creado y guardó en su vientre a Aquel a quien los cielos no pueden contener. Esta fue también la doctrina de fe definida por el Concilio efesino, proclamándola solemnemente el 11 de octubre.

Los años transcurrieron y el 11 de octubre permaneció como día de fiesta: la de María, Madre de Dios (1). Con el tiempo, en el occidente cristiano, en ese día se celebró también el “día de la madre”. Y es que, con el advenimiento de la Fe católica al mundo, la maternidad humana adquirió una dignidad desconocida entre los paganos. Y toda mujer que lleva en su seno una vida concebida, vino a ser imagen de la Madre bendita. Y el seno que guarda al pequeño hombrecito en formación, un recinto sagrado.

En estos tiempos postreros, Octubre ha olvidado aquellas resonancias. Un pálido reflejo de “día de la madre” se conserva gracias al empeño de los comerciantes y publicistas... Mas, entre nosotros, en esta pequeña parroquia porteña dedicada a la Madre Admirable, todavía hoy, después de dieciséis siglos, pueden seguir resonando las palabras de San Cirilo, saludando a María: Te saludamos, María Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de Aquel que no puede ser contenido en lugar alguno, Madre y Virgen, por quien el llamado ‘bendito', en los santos Evangelios, ‘el que viene en nombre del Señor'. (...) ¿Quién habrá que sea capaz de cantar como es debido las alabanzas de María? Ella es madre y virgen a la vez, ¡qué cosa tan admirable! Es una maravilla que me llena de estupor. (...) Mirad: hoy todo el mundo se alegra; quiera Dios que todos nosotros reverenciemos y adoremos la unidad, que rindamos un culto impregnado de santo temor a la Trinidad indivisa, al celebrar, con nuestras alabanzas, a María siempre Virgen, el templo santo de Dios, y a su Hijo y esposo inmaculado: porque a Él pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Cada día, especialmente a lo largo de este mes, saludemos también nosotros a María Santísima con el rezo del Santo Rosario. Al recitarlo, hacemos nuestras las palabras de la salutación angélica y aquellas que, movida por el Espíritu Santo, le dirigiera Santa Isabel. Porque, en verdad, ningún otro título tiene María que supere el de “Madre de Dios”. En razón de su maternidad divina, la Virgen es Inmaculada. Porque iba a ser la Madre del Señor , fue Llena de gracia desde el primer instante de su concepción. Ella es Bendita entre todas las mujeres por ser la única que concibió y dio a luz permaneciendo Virgen. Verdaderamente, Dios está con Ella; está en Ella. En verdad, tú tienes un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador (Is 45, 15).

A María le pedimos que ruegue por nosotros. No le indicamos qué debe pedir, pues mientras que Ella conoce en Dios cuanto nos hace falta y sabe qué gracias son las que precisamos, nosotros no sabemos pedir como conviene . De allí que lo más atinado sea poner en sus manos maternales nuestras cuitas y preocupaciones. Y, puesto que toda nuestra vida no tiene otro sentido que el llegar al Cielo, le rogamos encarecidamente que nos asista con especial cuidado en la hora de nuestra muerte.

Quiera el Buen Dios, que su amada Madre nos guarde a todos bajo su protección, y guarde a ésta, su parroquia, en la fidelidad a la santa Fe católica y en la caridad de la verdad.

1-La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II trasladó la solemnidad de María, Madre de Dios, al 1 de enero. Si bien, desde que SS Pablo VI estableció en ese día la “Jornada Mundial de la Paz”, se ha perdido un tanto de vista el fundamento de esa paz, que no es otro que la Maternidad Divina, ya que Cristo –que nace de María- es nuestra Paz (Ef 2, 14).

 

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