Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 10
ENERO Y FEBRERO, 1996

Vacare in Deum

En nuestro hemisferio el año comienza casi con las vacaciones. Ellas suelen ser más o menos largas según los casos. Los buenos estudiantes, que han aprobado sus materias en Diciembre, tendrán sus dos meses y pico de ocio. Algunos empleados, apenas una decena de días.

En todo caso son meses en los que la mayor parte de las actividades parecen entrar en receso, o, al menos, en un ritmo más lento. Los que salen de Buenos aires disfrutarán del mar o de la sierra o de las quintas. Los que se quedan contarán con una ciudad sin tráfico, con pocas llamadas telefónicas, con diarios sin noticias, con programas de televisión más soporíferos y vacíos -si esto fuera posible- que de costumbre. El calor invita a moverse poco, a quedarse en el aire acondicionado o bajo la brisa del ventilador.

En todo caso, tanto para los que salen como para los que se quedan, existe como un paréntesis, vacío de las actividades que se realizan normalmente durante el año. Estar vacante, vacío, tiene su correspondiente verbo en castellano que se llama "vacar". De allí también el término "vacación": tiempo huero, vacío.

Pero ya lo decían los antiguos: "la naturaleza aborrece el vacío". Todo vacío tiende a llenarse. La vacancia, el vacío de actividad tenderá, pues, a colmarse. Gracias a Dios, somos libres para llenar ese vacío, ese tiempo vacuo, de acuerdo a nuestros propósitos. Y si no lo repletamos nosotros, otros lo llenarán: los espectáculos, la diversión, lo que, en los diversos lugares, imponga la moda de este verano, lo que nos induzca la propaganda, lo que hacen los demás. Por supuesto que no todo ello será ilícito; y también nos es necesario el esparcimiento; y, aún, algo de superficialidad. Al fin y al cabo los grandes problemas que nos ocupan mente y conversación durante el año tampoco suelen ser de gran envergadura humana.

Pero la gran tradición occidental cristiana jamás habló simplemente de vacar, o de tomar vacaciones. Al verbo vacar se le añadían objetos, complementos: paréntesis para ser utilizados en algo, estar libre con el objeto de , tener tiempo para ocuparse en y, de consiguiente, ejercitar, practicar alguna cosa; entregarse, consagrarse a. Se decía por ejemplo, "vacar a la filosofía", lo que era lo mismo que decir: "dedicarse a pensar". "Vacar a la lectura": dedicarse a leer. "Vacar a la poesía". "Vacar a la compañía de amigos"

Pero quizá la frase que ha quedado como paradigma del verdadero ocio, de la auténtica vacación, es la de la tradición católica: "Vacare in Deum", "vacar en Dios". Esto es lo que hacen los monjes en sus monasterios; eso es lo que hacen los cristianos -cuando verdaderamente viven como tales- los domingos; y, más brevemente, un tiempo todos los días. "Vacar en Dios".

Por supuesto que no vamos a transformar nuestras vacaciones sólo en un retiro espiritual, pero si realmente quieren ser vacaciones en serio y no puro espacio vacío, vancante y vacuo, llenado por irrelevancias tan vacías como el vacío que quisieran llenar, para volver, esta vez sí que vacíos a nuestras responsabilidades del año, tenemos que hacer de nuestras vacaciones "vacaciones para algo". Para encontrarnos con nuestra familia, para vacar "en" nuestra mujer y "en" nuestros hijos, a la buena lectura, al deporte sano, y, también, para vacar a la reflexión y la oración, de modo de encontrarnos con nosotros mismos y con Dios y poder así libremente disponer de nuestro año, no sólo para nuestros negocios o estudios o actividades habituales, sino para llenarlo de actividad humana y cristiana que nos haga crecer, y henchir de amistad a los nuestros y de amor a Dios.

Que María, cuya solemnidad como Madre de Dios preside el comienzo del año, nos lleve de su mano a hacernos madurar como hijos suyos y, en su Hijo, como hijos de Dios.

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