ARTÍCULOS Y CONFERENCIAS
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ
S. TH. D., Prof. Ordinario de la Facultad de Teología de la UCA. Buenos Aires.

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1.1. Titubeo algo el comenzar esta intervención con una exposición de las teorías cosmológicas más en boga sobre el ineluctable final de esta tierra, no solo porque el nuevo telescopio espacial James Webb, ya operante, puede estar cambiando varias de estas teorías sino por una admonición de León Bloy en su introducción a su fogosa defensa de la aparición de La Salette. En uno de sus párrafos, apostrofa a los predicadores que apelan a la erudición.

Acabo de sufrir un terrible sermón -escribe- contra el Materialismo o el Naturalismo opuesto a la Revelación sobrenatural. Todos los lugares comunes filosóficos del seminario desfilaron frente al Santísimo Sacramento. Yo había venido a la iglesia, ¡ay! como "un mendigo lleno de oraciones". Y ese maremágnum de palabras vanas las devoró y mi alma se deslizó en el mal sueño que proporciona la palabrería. En presencia ya del Enemigo, esto es lo único que los predicadores (…) encuentran hoy para decir, ¡en vísperas de los terribles plazos!
Qué deformación sistemática o falta de fe no puede suponerse, cuando ministros tales y en tan gran número han llegado a dejar de saber que el fondo del hombre es la Fe y la Obediencia, y que, por lo tanto, necesita Apóstoles y no conferenciantes; testigos y no polemistas. Este ya no es el momento de probar que Dios existe. Ha llegado el momento de dar la vida por Jesucristo.”

1.2. Pero León Bloy no observaba sino lo que todos los héroes cristianos han presenciado y dentro de cuyos parámetros se hicieron santos. En todas las épocas se ha desarrollado, con diversas armas, el combate entre el hombre Viejo y el hombre Nuevo, entre la Ciudad de esta tierra y la Ciudad de Dios. O -como afirmaba el donatista Ticonio, (s IV), admirado por Agustín y tan célebre en nuestros días por el interés que le ha prestado Ratzinger- la convivencia hostil, en el mismo seno de la Iglesia ‘bipartita’. A la vez, en su siniestra: negra, fusca y, en su derecha bella, hermosa. Al mismo tiempo y hasta la separación final, encabezada por el Diablo en su costado fusco y por Cristo en su costado hermoso. Ticonio refería su aserción al pasaje del Cantar de los Cantares que (1,5) dice: “Soy negra pero hermosa”, “Nigra sum sed formosa” vierte la Vulgata. Ticonio leía el pasaje en una traducción que versaba ‘fusca sum et decora’. Recuerdo que teníamos un compañero brasileño negro, para peor de la diócesis de Pelotas, que alguna vez tuvo que leer este pasaje en la santa Misa “Soy negra pero hermosa” Y todos, incluso Chipoco -que así se llamaba el moreno- píamente estallamos de risa.

Cuando critico los tiempos actuales mi hermana siempre me dice “Pero Gustavo, todas las historias de santos que leo invariablemente comienzan «Eran épocas terribles, la Iglesia era perseguida por los paganos» o «Eran tiempos de profunda decadencia eclesiástica, el clero estaba amancebado, avariento, descuidaba sus deberes, la ignorancia y la inmoralidad campeaba entre los fieles

1.3. Hace solo unos días, en el Breviario, leíamos a San Juan de Capistrano, patrono de los capellanes militares, aquel que, en el 1456, agitando el estandarte de la cruz, alentó a las mesnadas cristianas a romper el sitio de Belgrado, embistiendo a 300 cañones otomanos y 50.000 jenízaros de los que acababan de conquistar Constantinopla. «¡Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión!» clamaba, poniéndose al frente de los soldados. Pero este mismo San Juan sabía que había enemigos más peligrosos adentro que fuera de la iglesia. En su “Espejo de los clérigos” dice “En verdad seréis pisados por la gente como barro despreciable, clero inmundo y sucio, impregnados de la sordidez de vuestro vicios y envueltos en las cadenas de vuestros pecados. Inútiles para vosotros y para los demás.” No usaba palabras dulces, no.
No digamos nada de ciertas visiones como las de santa Hildegarda de Bingen o Santa Catalina de Siena o Juliana de Norwich o de las quizá menos atendibles de Ana María Emmerick.


1.4. Toda esas descripciones y afirmaciones -como la de mi hermana respecto a los males de los tiempos- tienen razón, quizá no en la dimensión de corrupción y persecución que ahora nos toca vivir, pero es experiencia universal y, desde el comienzo, de todo cristiano, y desde el mismo inicio del peregrinar de la Iglesia, en su Cabeza el Señor, la lucha interna y externa que todos sus seguidores han de entablar para lograr mantenerse en el lado hermoso de la Iglesia y encaminarse a la santidad. Crecer en medio de la cizaña no como tal sino como trigo; entregar la vida a Dios en fe y obediencia, o ‘recurvar’ -lo dice San Agustín- la cabeza hacia la tierra, hacia el propio yo. Amadores de sí mismos y no de Jesús. Pertenecer a la Ciudad de Dios y no a la de los hombres en conflicto con ella.

Que en esa perpetua lucha de la cual habla san Pablo intervenga no solamente la parte material del pecado original en cada uno -que ni siquiera borra del todo el bautismo-, sino la educación, el ambiente, la cultura que embebe cada época y lugar -esa ‘tecnósfera’ y ‘noósfera’ de la cual hablaba el gran ruso Vladímir Ivánovich Vernadski (+1945) mal plagiado luego por Teilhard- o esa información ‘extrasomática’ o el ADS de Gell-Mann y que, estableciéndose en nosotros como una segunda naturaleza, deforma y hasta degenera nuestras almas y opciones, es evidente. Y, no solamente, sino poderes de orden preternatural. Pero ¡vaya a saber quién o quiénes lo plasman desde lo hondo o desde fuliginosos arriba! Pablo a los Efesios (6, 10) nos exhorta: “Buscad fuerza en el Señor y en su invencible Poder, (…) porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los soberanos, autoridades y poderes que dominan este mundo de tinieblas, contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal(1)”. Que esta lucha sea especialmente encarnizada en nuestros tiempos tampoco quisiera ponerlo en duda, aunque a mí nunca me haya perseguido un musulmán con su cimitarra ni haya sido abrevado excesivamente en los tósigos mefíticos de la televisión e internet. Y, sin embargo, para librarme de lo que aún en soledad rural intenta por osmosis hackear mi mente, he de pasarme cotidianamente el antivirus de los Sacramentos, del Sagrario, del Aquinate, del Magisterio de la Iglesia y de la vida de los santos, tal como me enseñaron y enseñan esos pensadores señeros a los cuales estamos homenajeando en este acto.


1.5. Pero porque todo este panorama y la entronización en la misma iglesia del error y el mundo sea hoy tan manifiesta y me recuerde constantemente a “la abominación de la desolación” sentada en el lugar santo, no me voy a dejar llevar por aquellos que anuncian un último Armagedón(2), la gran tribulación y el ‘fin fin’ de los tiempos. En las teologías de la historia medioevales -y ya desde San Agustín que la había popularizado- los últimos tiempos, paralelos al día sexto de la creación, han tenido comienzo con la venida de Cristo y terminarán con el fin del mundo.

2.1. Fin del mundo que no es solo un dato religioso, aunque haya sido profetizado novedosamente por el profetismo hebreo y el mismo Cristo, sino que es una de las certezas con las cuales nos ilustran los cosmólogos contemporáneos a partir de Clausius, Kelvin, el Padre Lemaitre, Hubble y casi todos los que vulgarizan estos conocimientos

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Por eso no podemos dejar de lado opiniones, más o menos fidedignas, como la de que nuestra Estrella privada, el sol, que constituye la mayor fuente de radiación electromagnética de este sistema planetario, viene quemando y gastando su masa de hidrogeno y transformándola en helio, energía y luz hace cinco mil millones de años. Formidable esfuerzo en ya lleva extenuada casi la mitad de su combustible. El Sol “como un esposo que sale de su alcoba, y se regocija como un valiente al correr su carrera” (Salmo 19, 5) solo tiene carburante útil para 5000 millones de años más. Después de lo cual, comenzará a hacerse más y más grande, hasta convertirse en una gigante roja. Su diámetro llegará a alcanzar a la órbita de Júpiter tragándose en el camino a la Tierra.

Entonces, si aún subsistieran seres humanos es porque habrían emigrado a otros posibles exoplanetas, de soles de esta u otras galaxias, si es que la tecnología les ha alcanzado para ello. O, hipótesis que también corre por allí que cada hombre se haya transformado en realidad virtual tipo Matrix. Lo cual a la larga tampoco resultaría porque, para ello, se necesitaría al menos algo de energía. Y hoy al menos, internet fagocita entre el 6% y el 10% de la electricidad generada en el mundo. Tarde o temprano, ésta en todas partes se acabará.


Y es que todas las estrellas de este inmenso universo siguen aproximadamente el mismo proceso del sol y gastan su masa transformándola en energía que se irá enfriando paulatinamente; o en expansión indefinida o en formación de agujeros negros, que lo único que harán es tragarse toda la materia circundante y transformarla luego, poco a poco, en la fantasmal e inútil radiación Hawking. (León Bloy ya me está insultando).

2.3. Con lo cual llegamos a la conclusión de que este universo o cosmos es a la larga -larguísima, por cierto- gran trampa para cualquier clase de vida. ¡Entrampados estamos si nos quedamos, amigos, con lo nuestro! De allí que, si somos creados para la vida y no hemos aparecido absurdamente de un flato de la nada, para mantenerla o, como sabemos, alcanzar una superior, es necesario que Alguien de afuera rompa las rejas del sistema cerrado de nuestro universo, de nuestra ergástula. No puede ser otro que el Omnipresente, el que está más allá y sobre ella, allende el cosmos, trascendiendo lo natural. Lo ‘hipercósmico’ dicen los griegos; lo ‘sobrenatural’, afirmamos los latinos.

3.1. Por eso no hay que enfrentar sistemáticamente concepciones científicas a religiosas o, más vale, cristianas. En todos estos procesos está Dios creador presente, no solo desde su poder y su querer sino desde su sabiduría o como causa ejemplar. Creación que, volcada en el tiempo en su aspecto prudencial, llamamos Providencia. No es necesario recurrir al neologismo de ‘diseño inteligente’ para hablar de ella. Santo Tomás se reiría o, al menos, no lo admitiría en una cátedra universitaria.
Sin oponerse la una a la otra, están “la visión del científico y la del teólogo. Tal afirma Santo Tomás en su Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo «La consideración de las creaturas atañe a los teólogos y a los científicos, pero de diversa manera: los científicos, consideran a las creaturas según existen en su propia naturaleza, por lo cual indagan sus causas próximas y sus mutaciones. El teólogo -el cristiano, digamos- considera a las creaturas según son creadas por el primer principio y se ordenan al fin último que es Dios, por lo cual rectamente se denomina Divina Sabiduría, ya que considera la causa suprema que es Dios.(3)”.

3.2. Pero Dios no es solamente el poeta -en su sentido etimológico- de la música de las esferas, del cantar de las aves, del pincel que adorna montañas y hace florecer el campo para que liben las abejas. También es poeta en sentido literario cuando nos escribe en la sagrada Escritura. Y especialmente Cristo, aún durante su vivir ‘prepascual’, era un Poeta. «Creía más en la capacidad de convicción que tenía la belleza que en la pura capacidad demostrativa que tiene una exposición doctrinal de las verdades de la fe.» -dice del Prada-. Algo parecido afirmaban Oscar Wilde y Borges. Jesucristo consideraba que era más persuasivo expresar muchas verdades de la fe a través de la poesía, sublime y polisémica, que a través de una mera exposición doctrinal. Y en eso, aunque supremo, no hacía sino seguir el camino de la literatura hebrea.

3.3. No es lo mismo leer las Sagradas Escrituras y en especial el Nuevo Testamento sin tenerlo en cuenta. Cantares de amor, cantares de gesta, lírica, épica, peanes, bucólicas, improperios, súplicas abundan en sus páginas. En visión de teólogo, no de científico. Y en cuanto a la metáfora -el mismo santo Tomás lo afirma cuando hace su introducción a la Summa- [en al artículo noveno de la primera cuestión de la primera parte(4)]-: No hay instrumento más conveniente que la alegoría, el símbolo, el tropo, para referirse a lo excelso y celeste frente a auditorios poco versados en filosofía, porque al mismo tiempo que eleva la mente a niveles trascendentes hace patente que la imagen en sí misma no corresponde literalmente a la realidad apuntada y no se corre el peligro de pensar que porque se comprendió la imagen o la cáscara del relato se entiende el acontecimiento o la realidad a la cual apunta. Cuando gran parte de las filosofías o mitos de la antigüedad afirmaban la eternidad natural del universo se hacía necesaria la figura de la intervención milagrosa de Dios para acabar con este cosmos una vez completado el número de los elegidos. Hoy casi no sería necesario para ello, bastan las leyes naturales manejando meteoros o la segunda ley de la termodinámica o la barbarie de una conflagración atómica o quién sabe qué calamidad peor provocada por el ser humano, para hacer visibles gran parte de las visiones aterradoras con las cuales nos instruye la Escritura. Todo, milagroso o natural que fuere, manejado por la Providencia divina, la causa ejemplar del desarrollo de los seres en el tiempo apuntando al hombre. Todo colmándose de significado, porque apuntando a lo que Dios realmente está creando: los nuevos cielos y la nueva tierra, de los cuales esto que vivimos es fugaz prolegómeno.

3.4. El estilo profético y apocalíptico, es un vehículo pedagógico formidable para entender el fondo de estos procesos y acercarlos a todo hombre que escuche lo que en la Escritura escrito está en palabras que no pasarán. Lo mismo que, en otro nivel de autoridad, las apariciones de la Santísima Virgen María y sus mensajes. La Salette, Lourdes, Fátima, Akita, y la ahora por algunos revalorizada, Garabandal. Apariciones menos soportadas si, como la de La Salette, presenta a una Virgen llorando porque le cuesta detener el brazo punitorio de su Hijo y exigen penitencia y oración y hacen referencia a clerecías corruptas.

4.1. Lo curioso es que gran parte de esas profecías avizoran no solo futuros de zozobra sino de enormes mortandades. La gente se asusta. Empero, si miramos al pasado, ya hemos vivido mortandades en abundancia.


No sé si el ser humano, con sus capacidades técnicas, podrá prolongar indefinidamente la vida en esta tierra y lograr una tediosa inmortalidad, -de todos modos finita, al menos con la finitud del universo-. Pero respecto a las catastróficas cifras de diversas muertes de los últimos tiempos anunciados es importante saber que, en un año típico de nuestros días, mueren en el mundo alrededor de 56 millones de personas que es más que la cantidad de gente que vivía en el imperio romano e la época de Cristo. Más que los 25 millones de muertos por la Peste negra del siglo XIV al XV. Más que los 9 millones de soldados y 7 millones de civiles fallecidos durante los combates de los cuatro años de la primera guerra mundial. Más que los que mató la segunda guerra en cinco años: 40 o 50 millones de extintos. Es verdad que fueron carnicerías en donde no solo moría gente, sino que se llevaron a gran parte del cristianismo en jóvenes e instituciones e ideologías.

4.2. Fíjense que estaríamos llegando ahora -¡cifra enorme!- a los 8000 millones de personas vivas y se estima(5) que alrededor de 108.000 millones de personas vivieron alguna vez y bien muertos hoy están. Hoy se cuentan 1300 millones de católicos en el mundo, tres veces más que todos los habitantes de la tierra en la época de las cruzadas, católicos y no católicos. Muchísimos santos seguramente hay para los cuales Dios mantiene aún el universo.


4.3. Notemos pues que, si llegara ahora el fin del mundo por algún estallido atómico o catástrofe no moriría más gente que la que ya ha muerto. De todos modos, dentro de apenas cien años, el 99 por ciento de la gente que hoy está viva morirá también. A mí lo del fin del mundo poco me asusta; más bien estoy preocupado, a mi octogenaria edad, por mi próximo enfrentarme con Dios en el juicio particular -coincida este o no con el juicio universal-. Todos los días oigo en mis cansados tímpanos: «Se ha cumplido el tiempo. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos y creed el evangelio!» (Mr. 1, 15)
El que la causa de mi muerte obedezca a fuentes naturales o artificiales de ninguna manera excluye que sea decidida por Dios. “Las cosas que suceden según las operaciones de las causas segundas subyacen a la Divina Providencia. (…) Ellas son nada más que las ejecutoras de la Divina Providencia(6)”. Dice Santo Tomás en el Contra Gentes.

4.4. Pero, es claro, las cosas se complican porque, en primer lugar, la ciencia tiene como objeto la naturaleza, que no solo es inasible en su inmensidad y complejidad -decían los escolásticos que el intelecto humano es incapaz incluso de agotar la inteligibilidad de una mosca- sino que, siendo temporal, resulta brumosa en su pasado e incognoscible en el futuro porvenir.
Cuánto más si el filósofo parte de la premisa de que el universo es lo único que existe con su “señor” el hombre que le da forma con su intelecto -tanto en la teoría, tal hoy se sostiene, o en la praxis ética o en el trabajo o la técnica-. En realidad, si allí detiene su mirada el pensador, no tiene más remedio, a lo Sartre, que afirmar que el ser es un absurdo que surge de la nada y se vuelca finalmente a la nada.

4.4. Pero aún el filósofo, si es realista y descubre la creaturidad del universo y la apertura de cada hombre a las posibilidades la mayoría de las veces no explotadas de su intelecto, debe afirmar que esa apertura -que para resumir los teólogos llaman ‘el deseo natural de ver a Dios’- tiene que tener algún significado, algún motivo, algún fin.
Como hemos dicho ese fin no puede venir desde el interior de los límites de este mundo, sino que es menester venga de afuera, de la trascendencia. No de la naturaleza, sino de la ‘sobre’ naturaleza, no de lo cósmico sino de lo ‘hiper’ cósmico. Y esa ‘sobre’ naturaleza, más allá de todos los posibles seres que pueblan el universe, humanos o angélicos, de este cosmos o de cualquier otro, es al que llamamos el Absoluto, es decir Dios. Para nosotros un Adviento.

4.5. Sabemos ciertamente que ese Dios que, como cualquier causa, se revela en sus efectos lo hace, antes que nada, como Creador en la poética y sabia belleza del cosmos creado, pero sobre todo y más sencillamente en la Revelación, culminada en la presencia misma de su Verbo eterno en la humanidad de Cristo a la cual asume personalmente. Y allí se nos dice que el fin del universe es precisamente este Cristo y todos aquellos elegidos que, escapando a la trampa de este mundo ya tan lleno de cadáveres, franqueando la puerta estrecha, alcancen la Resurrección. De tal manera que la finalidad de la historia, si se puede decir así, está fuera de la historia porque el mundo rodará hasta que se complete el número de los elegidos. Y cada elegido que muere, como no puede ir por sus propias fuerzas a su ultimo estado resurrecto, es rescatado uno a uno por la venida de Cristo.

4.6. La historia humana después de Cristo se va coronando sucesivamente en la muerte de cada sujeto, en la obtención del descanso de cada alma después de su óbito y en la progresiva construcción de la Iglesia triunfante a medida que estas almas se van añadiendo a ella. El fin de la historia se va realizando en cada hombre que muere en gracia de Dios, en primer lugar, en el Señor y la Dama resucitados y ascendidos al cielo, pero también en San José, Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Francisco, Ignacio, Pio de Pietralcina y en todos los santos, pasados, presentes y venideros, todos ellos habiendo vivido embrionalmente en este nuestro pasado temporal sometidos al reinado de Cristo.
Que vaya a haber un punto final ya lo sabemos, ¿Cuándo? ¿Tanto para cada uno como para el universo? “Solo el Padre lo sabe” dice el Señor(7).



5.1. Lo interesante de todo esto es que el hombre vive simultáneamente la historia y su propia historia. Porque hay una historia real, holística, que es la que, desde Heródoto intenta describir los meandros correntosos de conjuntos humanos que producen las civilizaciones, en una empresa casi desde el comienzo destinado al fracaso y que hay que escribirla y reescribirla una y otra vez. Historia la cual ni siquiera Funes el memorioso podría redactar. Historia que a la mayoría poco llega y cuando lo hace es casi siempre en forma de factoides y pocas veces de hechos (‘facts’) según la terminología de Norman Mailer(8).

Esas historias configuran el pasado de los pueblos en general y crean las nacionalidades y dentro de ellas las personalidades y sus historias individuales. Sean lo que fueren en su adecuación plena a lo cierto, es mejor algo que carecer de toda raíz como se pretende hacer con nuestras nuevas generaciones. Peor arraigarlos a una historia mendaz, a un ‘relato’ depravado, perversidad pocas veces vista.

5.2.  La historia, la cultura, se forja no solo en tradiciones orales y costumbres sino, desde 3000 años antes de Cristo, en escrituras. Tradiciones y escrituras como la veterotestamentaria dictada divinamente que configuró nada menos que la cultura del cerebro humano de Cristo antes de la pascua y la de los apóstoles y escritores neotestamentarios y que es tan importante conocer porque justamente ellos nos hablan -y mediante ellos el espíritu de Cristo nuestro Señor- de lo que fue y es Jesús y nos muestran sus senderos y campos de batalla.

Pero hay que tener en cuenta que esa historia tiene sentido no en cuanto se encamina a un final de sí misma en el tiempo -aunque el milenarismo sostuviera en parte lo contrario- sino en cuanto hace de telón de fondo e influjo ambiental, noósfera, de cada una de las personas que integran el número de los elegidos.


5.3. ¿Y el Apocalipsis, y el o los Anticristos de los cuales habla Juan en sus epístolas? ¿Y la Bestia que surge del mar y el «ho anthropos tès anomías», el hombre impío, el fuera de la ley, el Ser condenado a la perdición, el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, o el ‘katéjon’, de la segunda de Pablo a los tesalonicenses? Innúmeras lecturas de estos pasajes se han hecho a lo largo de la vida del cristianismo -y aún fuera de él- no podríamos nosotros detenernos a dilucidarlos. Prefiero atenerme a la afirmación de Santo Tomás que copia a San Agustín(9). “en estas cuestiones hay que observar dos cosas. La primera, que a toda costa se mantenga la verdad de la Sagrada Escritura. La segunda, que, pudiendo exponerse la Sagrada Escritura de muchas maneras, nadie se aferre a una exposición, tanto más que, si por razones ciertas resultara falsa, el empeño en afirmarla pondría a la Sagrada Escritura en ridículo”.
Y vale recordar la decisión del V Concilio de Letrán (1512-1517) en su Sesión XI (undécima) “Circa modum praedicandi”: “Y no tengan en absoluto la presunción de proclamar o predecir el momento exacto cuando se verificarán los males futuros o la venida del Anticristo o el día preciso del juicio. … Cuantos han osado profetizar así son mentirosos y han provocado no poca pérdida de credibilidad también a los verdaderos predicadores. Prohibimos pues a todos y cada uno de los (…) que asuman este oficio, de predecir (…) el porvenir en sus discursos públicos en base a la sagrada Escritura, u otros acontecimientos futuros o de afirmar haberlo conocido por obra del espíritu santo o por divina revelación o de tratar tales cosas de cualquier otro modo.”


5.4. Pero es obvio que, más allá de intentar traducir simbolismos que están fuera de nuestra comprensión actual algo ha de decir toda esta literatura a cada uno de nosotros en todos los lugares y todos los tiempos, aunque algunos pasajes convengan más o menos a distintas circunstancias históricas y personales. No por nada el Espíritu de Cristo, que sopla a profetas y escritores apocalípticos, es coevo y tangente -desde el empíreo y la eviternidad, dirían Tomás o Buenaventura- a todo el tiempo y el espacio del universo. Que en la mente de los profetas se difracte y aluda a pasados o futuros a veces no precisos no es de extrañar.
Pero sin intentar para nada rechazar posibles interpretaciones literalmente historicistas opinamos que esos textos corresponden a acontecimientos, sobre todos los apocalípticos, que sobrevuelan todos los tiempos. Podemos afirmar como lo hace Giorgio Agámben en su El misterio del Mal que la ‘esjatología’ no es sino una abreviación o un modelo en miniatura de la historia de la humanidad.


6.1. El ‘buenismo’ de las melindrosas predicaciones contemporáneas hace que no existan enemigos de Cristo. Solo equivocados -y ni siquiera eso, de distintas válidas opiniones- con los cuales lo único plausible es entablar diálogos, jamás polémica y menos luchas, ni siquiera para convencerlos -¡palabra horrible!- y llevarlos a Cristo, sino para participar juntos en una fraternidad humana universal, piense cada cual lo que piense y haga lo que quiera. “¡Nunca más la guerra!” Hemos escuchado clamar a varios últimos papas y tanto menos nunca más “guerras en nombre de Dios”. Y empero, aunque según el principio de Hánlon –[No atribuir a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez]- para cualquiera es obvio que no solo en el pasado sino en el ahora vivimos una lucha bestial y cruel confabulada contra los soldados de Cristo. Que todos los somos por el sacramento de la confirmación, aunque ahora, en el rito, en lugar de darnos un espaldarazo facial nos hagan una tierna caricia.
Occidente y parte de la iglesia -la ‘fusca’, quizá, de Ticonio- ha elegido la frase de Bertold Brecht (1898-1956): "dichosos los pueblos que no tienen necesidad de héroes” y agreguemos nosotros, ni de santos, ni guerreros, ni grandes pasiones definitivas proyectadas hacia lo eterno. Occidente ha elegido encerrarse en el horizonte de lo feblemente humano y todo debe ser aquí consumido y consumado.
Pero Hilaire Belloc (1870-1953 ya anotaba "mientras reímos, somos observados por rostros enormes y terribles. Y en esos rostros no existe la sonrisa.”



Hasta en la guerra de Ucrania Dúgin, el filósofo ruso -a quien asesinaron no hace mucho a la hija- apuntaba en un discurso(10): «Esta es una guerra del cielo contra el infierno. Una guerra de ejércitos angélicos contra el demonio». Y recientemente, ya públicamente, el congresista americano Raskin, afirmó «Rusia es un país cristiano que profesa valores tradicionales. Por eso ha de ser destruido no importa qué precio Estados Unidos deba pagar por ello.»



Lo sabemos nosotros en nuestras últimas gloriosas guerras santificadas quizá por la derrota de las armas. La que combatió a los enemigos de Cristo y de la Patria y la que se enfrentó con los piratas de afuera expertos en herejía y latrocinios. Y aunque quizá derrotados, vencimos en los martirios: el de los que murieron -todos ellos confesados según decía un capellán en el sacramento de las islas irredentas- y el de los que no solo sufrieron la muerte artera de la guerrilla sino las condenas a muerte lenta en lóbregas prisiones de la democracia. Y en la traición de eclesiásticos en quienes confiaron y aún de algunos de sus camaradas.
Pero justamente lo que los textos apocalípticos en su difícil comprensión al menos nos indican es que la iglesia militante sufre el reflejo de estrepitosos combates que, con sus derrotas parciales y triunfos y victoria final, se dan en el ámbito celeste. Y es posible que la historia de la cristiandad esté más sembrada de guerreros mártires que de guerreros ganadores. Lo afirmaba Juan Donoso Cortés.

6.2. Pero los caminos de Dios para ir construyendo su Reino en la Iglesia definitivamente triunfante son realmente rebuscados. Haré referencia a un ejemplo. Suelo cotidianamente, para mi edificación, rebuscar en la lista de los santos del día. El 17 de septiembre me encontré con un para mi desconocido San Landeberto o Lamberto. Nacido hacia el año 633 en Maestricht, en los Países Bajos. Con el tiempo llegó a ser obispo. Apenas acababa de ocupar su sede, en 674, cuando se instaló como gobernador de la ciudad el tirano Ebroin y sufrió muchos acosos y amenazas, por lo cual tuvo que enclaustrarse como simple novicio, durante siete años, en un monasterio. Cuando en el año 681, fue asesinado Ebroin y se nombró en su lugar a Pepino de Heristal el santo pastor volvió a hacerse cargo de su grey. Al descubrir que aún quedaban numerosos paganos en las regiones de Brabante, se aplicó a la tarea de convertirlos. [Y aquí hago una digresión: suele decirse que el término pagano viene de gente que vivía en el ‘pagus’ o aldea rural, es decir fuera de las ciudades y por lo tanto no les alcanzó tan pronto la fe que se difundía sobre todo en las ciudades. Pero hay opiniones disidentes. En latín clásico -Plinio el joven, por ejemplo- ‘paganus’ se contrapone a ‘mílites’, militar y se afirma que como los militares fueron de los primeros en convertirse a Cristo al resto no converso se les denominó paganos(11).] Cierro digresión. Pero ahora viene lo realmente interesante.

Pepino de Heristal, después de vivir muchos años casado con una tal Plectrudis, tuvo relaciones adúlteras incestuosas con la hermana de aquélla, Alpáis y Lamberto no cesó de hacerles reproches, a la manera del Bautista. Aquellas reconvenciones irritaron de tal manera a Alpáis, que ésta ordenó asesinarlo. Encontrándolo arrodillado en oración al pie del altar, en la iglesia de los Santos Cosme y Damián, en Lieja lo atravesaron con una lanza. Su historia tiene muchísimos datos edificantes que omito, pero lo importante es que detrás de ese adulterio y asesinato -o mediante él- Dios manejó admirablemente la trama. No solo por la santificación del mártir sino porque ¡oh sorpresa! de la relación adúltera de Pepino y Alpáis nació nada menos que Carlos Martel. El héroe de la cristiandad quien, en el 732, derrotó a las fuerzas árabes del califato omeya en la Batalla de Poitiers deteniendo la expansión del islam.


No solamente eso. Aunque Martel no obtuvo jamás el título de rey, pese a tener más poder que los soberanos francos merovingios, en plena decadencia, su poder marcó las primeras bases de la línea carolingia, confirmada por la consagración de uno de sus hijos Pipino el Breve el 28 de julio de 754, uno de cuyos hijos fue nuestro célebre Carlomagno.



Sí. A Dios le place dar estas vueltas que a veces nos gustaría censurar. ¿Cómo es posible que en la genealogía del mismo Jesús Mateo no haya vacilado en nombrar a mujeres de dudosa moral -cosa que Lucas omite-: Tamar, con sus relaciones incestuosas con su suegro Judá; Rahab la antigua prostituta de Jericó; Betsabé la adultera mujer del hitita Urías?

6.3. Pero lo de Carlomagno es serio. El descendiente de Alpáis resultó que fue nada menos que el continuador del imperio romano al menos de occidente -ya que no fue reconocido en Constantinopla- y el fundador del Sacro Imperio Romano Germánico dentro del cual se movió la historia de lo que hoy llamamos la cristiandad, pulverizada en los últimos siglos por las revoluciones que tan bien describen los autores a quienes hoy homenajeamos y aplastado en las dos últimas guerras.


Imperio sacro porque ya el cetro no dependió más de intrigas palaciegas o promociones de la soldadesca o del senado, sino que era coronado y confirmado en su autoridad por la autoridad superior de Dios, del báculo, representada en el papado. Carlomagno ni siquiera aspiró al cargo, sino que cuando en el año 800 se arrodilló para orar ante el altar petrino, el papa por sorpresa lo coronó Imperator Romanorum sometiendo así su autoridad a la de Cristo Rey. Cristo Rey, tanto de la Iglesia cuanto de las naciones, porque al decir de Pablo a los Romanos “toda autoridad viene de Dios” (Rom 13, 1). Actitud que Napoleón -uno de los anticristos de la historia- revirtió cuando usurpó el título de Emperador y arrancó la corona de las manos de Pío VII (1742-1823) para ponérsela él mismo sobre su cabeza.



En la Divina Comedia el espíritu de Carlomagno se aparece a Dante en el «cielo de Marte» acompañado de otros «soldados de la fe».


6.4. Más aún: dramática pero providencialmente, como todo lo que sucede, el imperio se desglosó finalmente en tres partes mediante el tratado de Verdún del año 843. No voy a meterme en los intríngulis de esta complicada historia y la formación de los otros reinos pero de alguna manera explica que Francia -parte occidental del imperio de Carlomagno- haya sido también heredera del gran Sacro Imperio que quería abarcar la cristiandad. Reliquia de lo cual, es que solo los reyes de Francia y el sacro emperador germánico eran ungidos con el santo crisma, y no con el óleo de los catecúmenos, a diferencia de las demás ceremonias de coronación de reyes que se hacían y hacen según el Pontifical Romano.


6.5. No hay tiempo. Hubiera querido mostrar como la Providencia ha producido estas jugarretas en la historia frecuentemente. Esta la he mencionado porque especialmente allí se ha jugado gran parte de la historia de la Cristiandad y aún de la Iglesia católica apostólica y romana que, despojada por el Islam y el Cisma de su parte más rica de oriente y África del norte, en medio de innumerable producción de mártires y también de apóstatas, renació en esas tierras europeas y volvió a propagarse por el mundo siendo causa segunda España en su admirable desempeño de cruzada de reconquista y de su vocación católica imperial. Heredada una de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, la otra del emperador Carlos V. Hoy también resquebrajada.


7.1. De todos modos, en este tiempo previo de la creación constituido por la Iglesia militante, junto a la espada de la palabra de Cristo y el Cordero, también se han blandido santamente espadas de metal. Lo cual es patente no solo en la escritura sino en la historia de la Iglesia. El propio Jacob otorgó a Judá, al bendecirlo, el nombre de Gur Aryeh, "Cachorro de león". El Mesías, Cristo, será el que porte el título definitivamente: "Entonces uno de los ancianos me dijo: «No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.(12)"​ El Cristo que reina en las alturas, la corona áurea erizada de rayos que simbolizan su reinado y de cuya luz ha de iluminarse todo el universo aceptando su reyecía, a riesgo de caer adorantes de otras soberanías de este mundo.


El mismo Jesús pregunta a sus discípulos antes de su combate decisivo: «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó alguna cosa?» «Nada», respondieron. El agregó: «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.”
«Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas». Él les respondió: «Basta».



Y León de Juda y espadas quizá correspondan a las que, paralela al tiempo, esgrime, bajo el mando de Cristo el arcángel: “Hubo un gran combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos.(13)

7.2. No por nada San Miguel Arcángel fue venerado tanto tiempo en la cristiandad. Ni su espada entregada en visión a santa Juana de Arco. También sabemos de la visión terrible de León XIII de los espíritus infernales que se concentraban sobre la Ciudad Eterna. Lo que le llevó a estipular la oración al ángel que se hacía al concluir la santa Misa, hasta que la suprimió Pablo VI.

7.3. Pero, terminando, no está de más el ver como estas verdades se plasman aún en restos arquitectónicos todavía vivos de lo que fue la cristiandad.
Todos conocemos, al menos por haberla visto en fotos, la espléndida Abadía del Monte Saint-Michel construida sobre una pequeña isla en Normandía al norte de Francia.



Tan conocida como ella, si pasamos al norte de Italia en Piamonte, no lejos de Turín, encontramos La Sacra de San Miguel, cuyo conjunto arquitectónico actual data de finales del siglo X, aunque la devoción se remonta al VI. Se dice que los mismos ángeles consagraron la capilla: los ciudadanos la vieron, una noche, rodeada por un misterioso fuego.



Pero si avanzamos hacia el sur de Italia nos topamos con El Santuario de San Miguel Arcángel en Monte Sant’Angelo o Monte Gargáno en la provincia de Foggia, un importante promontorio sobre el mar Adriático. Originado en el 490 d.C., año en que, según la tradición, el Santo Guerrero entre los Arcángeles apareció a San Lorenzo Maiorano.



Lo interesante es que los tres monasterios mencionados se encuentran en una línea recta habiendo la misma distancia entre el primero y el segundo como entre el segundo y el tercero.



La cosa no termina allí, Si prolongamos la recta, como si fuera una espada, una hacia al norte, formando la empuñadura, nos encontramos con el Monasterio de Skellig Michael, en la isla así llamada. La fecha de fundación del monasterio, hoy en ruinas es probablemente anterior al siglo VIII.



Ahora si seguimos el filo de la espada hacia el otro extremo cortamos el monasterio de San Miguel Arcángel de Panórmitis en la isla griega de Symi, a 41 km al noroeste de Rodas. El monasterio se remonta al siglo V. Alberga un ícono del Arcángel Miguel de dos metros de altura y cubierto con hojas de plata.



El lugar que cierra la Línea Sacra o Espada Santa de San Miguel Arcángel es el monasterio carmelita de Stella Maris, ubicado en el Monte Carmelo. Aunque el monasterio hoy es de advocación mariana, la primera fundación, que se remonta a la época bizantina, fue dedicada a San Miguel Arcángel.


7.4. Espada de San Miguel Arcángel cubriendo Europa, protectora y a la vez amenazante, apuntando a oriente, a Tierra Santa, al resto del mundo. ¿Alguien volverá a blandirla? Espada de oración y penitencia ciertamente, pero también de hierro. De combate angélico, pero también humano. ¿Estará todavía allí afilada y reluciente si todavía hubiera alguien para empuñarla?


¡Nos han hecho leer tanto la profecía de Isaías (2,4) y Miqueas (4,3)! «¡Forjarán de sus espadas arados, y de sus lanzas podaderas!» Pero poco hemos escuchado a Joel (5, 10), trescientos años después:
«¡Santificaos para el combate! ¡Animad a los Valientes!¡Que se presenten y suban todos los hombres de Guerra! Forjen espadas con sus arados y lanzas con sus hoces; y que hasta el que se sienta débil diga: “Soy un valiente”
Amén.

1 Ef 6, 12

2 Apoc 16, 12-14

3 Super Sent., lib. 2 pr. [...]-2 Creaturarum consideratio pertinet ad theologos, et ad philosophos; sed diversimode. Philosophi enim creaturas considerant, secundum quod in propria natura consistunt; unde proprias causas et passiones rerum inquirunt: sed theologus considerat creaturas, secundum quod a primo principio exierunt, et in finem ultimum ordinantur qui Deus est; unde recte divina sapientia nominatur: quia altissimam causam considerat, quae Deus est.

4“… conveniens est sacrae Scripturae divina et spiritualia sub similitudine corporalium tradere. Deus enim omnibus providet secundum quod competit eorum naturae. Est autem naturale homini ut per sensibilia ad intelligibilia veniat, quia omnis nostra cognitio a sensu initium habet. Unde convenienter in sacra Scriptura traduntur nobis spiritualia sub metaphoris corporalium. Et hoc est quod dicit Dionysius, I cap. caelestis hierarchiae, impossibile est nobis aliter lucere divinum radium, nisi varietate sacrorum velaminum circumvelatum. Convenit etiam sacrae Scripturae, quae communiter omnibus proponitur (secundum illud ad Rom. I, sapientibus et insipientibus debitor sum), ut spiritualia sub similitudinibus corporalium proponantur; ut saltem vel sic rudes eam capiant, qui ad intelligibilia secundum se capienda non sunt idonei.” Iª q. 1 a. 9 co.

5 Population Reference Bureau, buscar en Google.

6 Contra Gentiles, lib. 3 cap. 77 n. 2. [...]-2 Ea vero quae ex operationibus causarum secundarum proveniunt, divinae providentiae subiacent: cum Deus omnia singularia ordinet per seipsum, ut ostensum est. Sunt igitur secundae causae divinae providentiae executrices.

7 Hechos 1, 7

8 El término factoide significaba originalmente un «hecho» completamente falso, e inventado para crear o prolongar la exposición pública o para manipular la opinión pública. Fue acuñado por Norman Mailer cuando escribió su historia de Marylin Monroe.

9 “…in huiusmodi quaestionibus duo sunt observanda. Primo quidem, ut veritas Scripturae inconcusse teneatur. Secundo, cum Scriptura divina multipliciter exponi possit, quod nulli expositioni aliquis ita praecise inhaereat quod, si certa ratione constiterit hoc esse falsum, quod aliquis sensum Scripturae esse asserere praesumat: ne Scriptura ex hoc ab infidelibus derideatur, et ne eis via credendi praecludatur.” Summa I, 68, 1 c (citando a San Agustín De Gen ad litt. L. 1 c. 16, 19, 21)

10 This is a war of heaven against hell. This is a war of angelic armies against the devil - Dugin during a speech at the plenary session of the World Russian People's Council

11 Así, ‘paganus’ significa ‘civil’ o ‘común’ -vulgar- ‘ordinario’ por oposición a ‘militar’. El nuevo sentido (época imperial) se utilizó también en la lengua del derecho. Varios jurisconsultos han empleado el término ‘paganus pecullium’ para designar la plata ganada en la vida civil, así como ‘peculium castrense’ a la plata recibida por el servicio de armas.

12 Apocalipsis 5, 5

13 Apocalipsis 12:7-12

 

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